EL EXTRAÑO

7

Ante aquel que notamos extraño sólo caben tres actitudes; amarlo, ignorarlo o detestarlo…

París. Año 18**. Cuando el barón F** von B** llegó a la capital francesa lo que más le causó estupefación fue la falsa afabilidad de los franceses, en especial la de los franceses de las capas más altas. Mientras que la población indigente, pobre o simplemente obrera vivían en una mediocre existencia carente de falsos oropeles pero también de valores espirituales.

Por eso cuando conoció a la bella y dulce U** se sintió como si hubiese contemplado un amanecer después de semanas de pesares y tormentas.

U** era la hija única de un modesto zapatero de larga barba, pelo cano y ojos cansados. Su hija era la flor viva de su gris existencia junto con su oficio porque para el anciano zapatero su oficio era un arte y en él se sentía un creador aun cuando nadie más lo notase, aun cuando todo el mundo se burlase, aun cuando a nadie le importase.

Al tercer año de su llegada a Francia el padre de U** entregó su alma y ella se marchó a vivir con el barón a tierras alemanas.

Pero si en París el barón se había sentido un extraño al regresar a su país notó el mismo sentimiento porque la gente ya no lo apreciaba como antes. Lo criticaban por haberse traído a una chica francesa sin fortuna y sin títulos de nobleza.

Sólo U** lo adoraba incluso cuando perdió sus tierras y su riqueza, incluso cuando sólo tuvo el suelo del bosque como cama.
FÍN

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VENTURA

I

1:05 a.m. Ventura. California. En una mansión con piscina exterior y una barbacoa con una gran fogata hay una fiesta con mucha gente. En un momento dado, un hombre con una calva incipiente, vestido con unas bermudas y una camisa veraniega se acerca al fuego y tira unos papeles a las llamas. Y mientras los tira una persona que pasa por su lado lo empuja haciendo que caiga a la pira.

«¡Me quemoooo!» gritó asustado el hombre envuelto en llamas. ¡Aaaah!» gritó una chica al ver al hombre. «¡Se está quemando vivo!» gritó otra tapándose la cara con las manos. «¡Qué alguien traiga agua!» gritó un señor mayor con más sentido común que las chicas.

Cuando trajeron el agua con cubos de la piscina se la echaron al hombre por encima pero ya no había nada que hacer. Había perecido carbonizado.

II

9:20 a.m. Playa de Ventura. Naldiner y Lance caminando en dirección al coche. «Ahora ya podemos ir a la comisaría» dijo Naldiner sonriedo. «Ya te has regalado la vista viendo a chicas macizas» dijo Blake ajustándose las gafas. «Pues claro. Tu también, ¿no?» «La verdad es que si».

«¿Me puedes pasar la pelota, por favor?» preguntó una chica que venía corriendo en bikini detrás de una pelota de plástico con la que jugaba. «Claro que si, guapa» respondió Naldiner dándoselo. «¡Gracias!» le correspondió ella sonriéndole. «Madre mía, vaya culito que tiene» observó viendo como se alejaba. «Te llevarías muy bien con Alan» apuntó esbozando una sonrisa Lance.

9:45 a.m. Casa de Alan. Dagger está sentado en una silla con Tor a su lado viendo como Vanesa está traduciendo un texto sentada en el sofá del comedor. «Está muy bien que puedas traducir alguna cosa en casa de tanto en tanto». «Si. Es más agradable y podemos pasar más rato juntos» respondió ella sonriendo. «Bueno, un ratito si, pero no te acostumbres» manifestó Alan divertido. «¿Qué? El próximo día me iré a traducir a casa del vecino». «Vete si quieres. Me parece que es gay». «Pues iré a casa de mis padres» dijo sacando la lengua. «Es una buena idea. Hay que mantener al enemigo alejado de nuestra base». «Ya le diré a mi madre lo que has dicho». «Me da igual. Tor me defenderá. ¿A qué si?» Tor lanzó un ladrido de aprobación mirándole. «Lo tienes comprado». «Bueno, te dejo». «¿Dónde vas ahora?» «A la habitación a ver la Playboy de este mes» contestó guiñándole un ojo. «¿Y qué harás después de hojearla?» «Me iré con Tor a ligar con las vecinas». El perro volvió a ladrar moviendo la cola. «¡Lo tienes compradísimo!» dijo riéndose Vanesa.

10:05 a.m. Comisaría de Ventura. Despacho del teniente Ernest Tocci el cual está reunido con Naldiner y Lance. «La víctima es Valerio Buzz. 45 años. Agente de seguros y finanzas. Sabemos que alguien lo lanzó a las llamas de la fogata pero no sabemos quien fué. Averiguarlo será su trabajo» dijo Tocci mirándoles con cierto aire de superioridad. «¿Hay informe de la científica?» preguntó Blake ajustándose las gafas. «No. Están trabajando en ello. Pueden ir a la escena del crimen y hablar con ellos. Ahora, si me discupan, he de atender otros asuntos. Buenos días».

«Este tío es marica» dijo Naldiner al salir de la comisaría. «¿Cómo lo sabes?» «¿No te has dado cuenta?» Hablaba con una pose todo el rato como si tuviese un palo metido por el culo». «Bueno aunque lo sea es el oficial al mando en este caso». «Si, por eso me da más rabia».

11 a.m. Escena del crimen. Naldiner y Lance con Olga Manziner de la policía científica. «¿Os gusta Ventura, detectives?» «No está mal. Tiene chicas muy sexis» respondió Naldiner mirando su silueta marcada por unos pantalones tejanos ajustados y una blusa de color azul celeste con el primer botón desabrochado dejando lucir parcialmente su generoso pecho. Olga, además de tener buen tipo, era bella pero no una bella glacial sino de una belleza llena de vitalidad con labios carnosos y mirada viva.

«¿Qué nos puedes decir de lo que has descubierto?» indagó Blake queriendo centrarse en el caso. «Algo que puede ser mucho o poco dependiendo de hasta donde os lleve el investigarlo». «Te gustan los misterios» recalcó Jeff esbozando una sonrisa traviesa. «¿Y a quién no?» soltó ella guiñándole un ojo. «Bueno. Podéis enrollaros luego. Ahora vamos al trabajo» terció Blake serio. «¡Hey, John Wayne! No te cabrees con nosotros. ¿No sabes que el buen rollo en el trabajo lo hace más efectivo?» intervino Naldiner mientras Olga le miraba con mirada cómplice. «Si, si. Lo que tu digas pero vamos al caso». «Os diré lo que he descubierto. Está claro que la causa de la muerte fueron las llamas pero cerca de la fogata había esto» dijo mostrando una bolsita transparente con restos de papeles chamuscados. «¿Papeles?» interrogó Blake algo escéptico. «Papeles de registros de movimientos de dinero con nombres y apellidos de empresas y personas. Pero están muy fragmentados». «Como si fuese un rompecabezas, vamos» matizó Naldiner». «Si». «Creo que el señor Buzz era el registrador de alguna asociación ilícita de apuestas» se aventuró a comentar Blake. «Es bastante probable» dijo Olga. Naldiner asintió con la cabeza en silencio.

13:30 p.m. En un restaurante. Olga, Naldiner sentado a su lado, y Lance, enfrente. «Después de comer comenzaremos la ruta de los contactos más destacados» anunció Lance ojeando los papeles. «¡Deja los papeles ahora! Estamos comiendo. Disfrútalo» le regañó Jeff. Olga se rió sin abrir la boca porque estaba masticando.

«Bueno, chicos, que os vaya bien con la ronda de sospechosos» dijo Olga dirigiéndose a su coche. «Gracias. Luego nos vemos» contestó Naldiner viendo como ella le lanzaba un beso.

«El primer contacto destacado es Herbert Balance» dijo Blake ajustándose las gafas mientras conducía con atención ya que había bastante tráfico. «Propietario de varios casinos. Dicho de forma llana, un mafioso del mundo del juego» dedujo Naldiner hablando en voz alta. «Parece un caso para antivicio» apuntó Lance. «Si. Pero Crockett y Tubbs ya hace tiempo que se retiraron» comentó Jeff en tono socarrón.

14:45 p.m. Mansión de Herbert Balance. «Aguarden. Les anunciaré» dijo uno de los hombres de Balance. «No está mal el palacete que tiene» dijo Naldiner viendo la residencia donde estaban. «Dinero no le falta» puntualizó Lance ajustándose las gafas.

Tras hacerles esperar unos cinco minutos apareció Herbert Balance. Venía sonriendo vistiendo un traje de Armani y un reloj de oro. «No le gusta fardar al hombre» dijo en voz baja Naldiner. «Tu dirás» confirmó su compañero tocándose la nariz con el dedo índice de su mano.

«¡Negocios, negocios, negocios! Siento haberles hecho esperar, detectives. ¿Qué tal están? ¡Bienvenidos a mi humilde hogar!» les saludó Herbert abriendo los brazos mientras lo cubrían tres guardaespaldas. «Muy humilde no es, precisamente» soltó Naldiner. Blake tosió y preguntó al anfitrión por su relación con la víctima. «No se andan con rodeos. Ya veo. Pasemos adentro. Estaremos más cómodos para hablar».

Una vez entraron en un lujoso salón se sentaron. A una señal de Balance se presentaron varios camareros trayendo varias bandejas con refrescos, frutos secos y revistas deportivas. «Sírvanse a su gusto» les invitó esbozando una sonrisa. «Lo haremos si nos promete que los frutos secos no están envenenados» dijo Naldiner. «¡Envenenados! ¡Qué ocurrente, detective! Le aseguro que no lo están».

Mientras Naldiner daba cuenta de los frutos secos Lance bebía un sorbo de un vaso de zumo de naranja. «Estupendo – dijo el empresario cogiendo un puñado de pistachos-. Ahora ya estamos listos para charlar un rato. Me preguntó por mi relación con Valerio. Era mi contable. No mi contable de forma exclusiva. También tenía otros clientes pero podríamos decir que yo era el más importante. Y no lo digo con ánimo presuntuoso sino a nivel aclaratorio». «¿Dónde estaba cuándo echaron a las llamas a su contable?» quiso saber Naldiner mirándole serio. «Pues estaba con mi hija celebrando su cumpleaños». «¿Tiene una hija?» «Si. Lucile. Es la alegría de mi vida» respondió alegre. Justo en ese momento apareció una joven de larga cabellera negra y ojos verdes vistiendo un bikini de color naranja.

«Les presento a mi hija. Acércate un momento, Lucile». Lucile caminó hasta él mirando a los invitados. «Lucile, ellos son los detectives Naldiner y Lance». Lucile hizo un gesto cariñoso al ver a Blake y se marchó a la piscina. Blake también también se quedó gratamente sorprendido por conocerla. Naldiner lo notó y prosiguió él con el interrogatorio.

«¿Quién querría matar a su contable? ¿Tal vez usted?» «Me gusta su sarcasmo y su valentía, detective, pero yo no lo maté» respondió calmadamente Balance echándose hacia atrás en su sillón de piel. «Antes de irnos mi compañero hablará con su hija para corroborar su historia». «No hay ningún problema, detective».

«Hola. Quisiera hacerle unas preguntas» comenzó Blake un poco turbado. «Me puede tutear, detective» dijo Lucile sonriendo mientras se secaba el cuerpo con una toalla. «Muy bien. Quisiera hacerte unas preguntas». «Hazlas». «¿Estaba tu padre contigo cuando ocurrió el homicidio de Valerio Buzz?». «Si». «¿Qué relación tenía tu padre con él?» «Era su contable». «¿Piensas que tu padre pudo haberlo matado?» «Es posible». «¿Por qué lo dices?» «Porque Valerio estaba enamorado de mi y mi padre es muy posesivo». «Comprendo.gracias por tu tiempo». «Gracias a ti por el tuyo» respondió Lucile rozándole con su mano en su mano derecha antes de marcharse caminando.

«¿Te rozó con su mano? Eso es que le gustas» dijo esbozando una sonrisa de complicidad al tiempo que se ponía su cazadora. «Quizás fue involuntario. Estábamos muy cerca» reflexionó Blake ajustándose las gafas. «No le des más vueltas. Le gustas y punto. Te lo digo yo, hombre». «Aunque sea verdad lo primero es el caso» dijo Lance procurando mostrarse digno mientras caminaban por la calle.

17:30 p.m. Casa de Alan. Vanesa se está duchando mientras Alan y Tor la miran. «¿Qué nota le ponemos? ¿Un 5?» El perro no dijo nada. «¿Un 6?» Tor ladró moviendo la cola. «Oficialmente eres una mujer de nota 6». «No comparto vuestras puntuaciones» dijo ella sacando la lengua. «Bueno, es lo que hay» dijo Alan alzando los brazos al tiempo que sonreía. «Así que esas tenemos… ¡Toma!» dijo Vanesa a la vez que les echaba agua con las manos. «¡Voy a llamar a la policía!» exclamó Alan divertido poniendo sus manos a manera de escudo mientras Tor se marchaba dejándole solo. «¡No te vayas, cobarde!» le gritó.

18.15 p.m. Residencia de Horacio Gevorman. Naldiner y Lance en un salón con Gevorman el cual está escrutándoles con la mirada sentado en una gran butaca mientras se fuma un gran havano a la vez que dos guardaespaldas con traje y gafas ahumadas hacen guardia.

«Una desgracia la muerte de Valerio Buzz. Un gran tipo» dijo con tono desenfadado. «No se le nota muy afectado» observó Naldiner esbozando una medio sonrisa. «Sólo era un trabajador, aunque hacía muy bien su cometido» comentó soltando una gran bocanada de humo. «Nos consta que es dueño de varios pubs en la ciudad. ¿Buzz llevaba la contabilidad de todos ellos?» preguntó Blake ajustándose las gafas. «De casi todos». «¿Dónde estaba cuándo lo mataron?» le interrogó Naldiner a bocajarro. «Aquí. Descansando». «¿Alguien lo puede confirmar?» «Ellos» respondió moviendo sus manos en el aire hacia sus hombres. «Ya. ¿Alguien más?» «No. Nadie más. Tengo entendido que con que haya un testigo que corrobore la versión es suficiente» explicó con aire de suficiencia jugando con su puro. «Ya vemos que se sabe la teoría. También sabemos que ha sido acusado de realizar extorsión y chantaje con varios magistrados». «Eso no está demostrado y además es algo que forma parte del pasado». «A veces el pasado vuelve». «Sabe, me gustan mucho las películas de gansters. Sobretodo las escenas de cuando se quitan de en medio a algún polizonte que quiere saber más de la cuenta». «¿Me está amenazando señor Gevorman?». Gevorman esbozó una breve sonrisa llena de malicia y acto seguido se levantó. «Si no desean nada más…» «Una última pregunta. ¿Qué nos puede decir de Lucile Balance?» Al escuchar su nombre el rostro le cambió por un instante preso de una cierta sorpresa y emoción contenida. «Pues que es la hija de un socio al que le tengo en gran estima» manifestó procurando mostrarse imperturbable. «Ya no le molestamos más. Gracias por su tiempo».

Cuando se marcharon Naldiner y Blake Horacio Gevorman cogió su teléfono móvil. «Reune a tres o cuatro de tus hombres. Hay alguien que está metiendo la nariz en mis asuntos» dijo cortando la llamada mientras miraba una fotografía de Lucile que tenía en su cartera.

«No me fío nada de Gevorman» soltó Naldiner con desahogo. «Yo tampoco» confirmó Lance cogiendo las llaves del coche de su bolsillo. «Se ha puesto muy nervioso cuando has mencionando a Lucile Balance». «Si. Lo he notado». Naldiner iba a decir algo más cuando se detuvo en seco al ver como dos hombres que habían salido desde una esquina transversal se dirigían hacia ellos encapuchados.

Por instinto, Blake miró en la dirección opuesta buscando una vía de escape pero lo que distinguió es a dos hombres más viniendo también encapuchados y con un par de bates de béisbol cada uno.

«Yo me pido a los jugadores de béisbol» dijo Naldiner esbozando una medio sonrisa. «Bien» aceptó Lance ajustándoose la chaqueta. «¿Qué pasa con vosotros, nenazas? ¿Os envía vuestro jefe porque le ha molestado nuestra visita, no?» les increpó Naldiner con voz enérgica. «¡A por ellos!» dijo una de los embozados que levaba un bate. Naldiner esquivó el ataque echándose a un lado y después le propinó un fuerte rodillazo en el estómago dejándolo doblado. El otro se lanzó a por él cogiendo el bate con dos manos. Jeff se agachó y desde ras de suelo le cogió por las piernas y lo lanzó hacia atrás. Cuando se quiso incorporar Naldiner le sotó una patada en la cara.

Por su parte Blake se enfrentaba a los otros dos. Uno le sacó una navaja y el otro se colocó un puño de hierro en su mano izquierda. Cuando se disponían a atacarle, Blake desenfundó su pistola y les disparó. Los dos quedaron malheridos. Uno con una bala incrustada en el hombro y el otro con un disparo en la rodilla. Este último cayó al suelo gritando mientras el primero aun tenía fuerzas para seguir atacando. «No deberías seguir atacando en tu estado» le sugirió Lance ajustándose las gafas mientras con su otra mano le apuntaba con su arma. «¡Voy a cerrarte esa puta boca!» masculló el embozado avanzando sin hacer caso. «Tu mismo» dijo Lance disparándole en una pierna. «¡Maldito seas!» volvió a despotricar. Y no dijo nada más porque Blake fue a por él y le dió un fuerte puñetazo en la cara dejándolo tumbado sin sentido en la acera.

«¿Qué tal vas?» preguntó girándose para ver a Jeff. «Pues aquí. ¡Los tengo bien maduritos!» dijo Naldiner esbozando una sonrisa mientras soltaba una patada giratoria a uno y golpeaba a otro en el rostro con una tapadera metálica de un cubo de la basura.

Los embozados viéndose derrotados optaron por marcharse del lugar lo antes posible mientras se escuchaban las sirenas de varios coches patrulla.

«Hemos detenido a tres. Uno logró escapar» dijo el teniente Ernest Tocci mientras se ajustaba el botón de la muñeca de su camisa. «Algo es algo» dejó caer Naldiner. «Procuren asearse lo antes posible. No huelen bien. Buenas noches».

«¡Me encanta el teniente! ¡Vaya huevos que tiene!» exclamó Naldiner viendo como se marchaba en un vehículo acompañado por los coches patrulla. «Es rarito pero responsable» matizó Blake ajustándose las gafas.

21:05 p.m. En un restaurante. «Después de ir a ver al tercer contacto que tenemos en la lista iremos a ver a los que nos han querido amedrentar» comentó Lance dando cuenta de su ración de ensalada de pasta con marisco. «Si. Te secundo en esa proposición» respondió Naldiner saboreando su estofado de ternera.

«¿A quién miras?» «A una chica que está buscando a alguien». «¿La conocemos?» «Tu más que yo» respondió Naldiner esbozando una sonrisa cómplice.

«Buenas noches Lucile» saludó Lance. «Hola. Te he cortado la cena. Me sabe mal» dijo ella esbozando una tímida sonrisa. «No, tranquila. Ya seguiré luego». «¿Y tu compañero?» «Se apaña muy bien sin mi. ¿Querías decirme algo?» preguntó mientras observaba el lindo vestido negro y el pelo recogido con una larga cola que llevaba. «Si. Quería saber como iba la investigación. Si tienes pruebas que incriminen a mi padre, básicamente». «Pues hemos avanzado en el caso. Pero tu padre no parece ser el principal sospechoso». «¿De quién sospecháis más?» «De Horacio Gevorman». «¡Oh, dios mío! Si. No había caído. Claro, Gevorman». «¿Lo conoces bien?» «Si. Es un baboso y un prepotente. Salimos juntos un par de veces. Antes de saber como era realmente».»Entiendo». «Creo que podría ser el que ordenase la eliminación de Valerio. Es muy capaz». «Eso pensamos nosotros también. Perdona. ¿Quieres cenar con nosotros?» Antes de que respondiese Lucile pasó ante ellos Naldiner. «Yo ya estoy servido. Me voy al hotel» dijo guiñando un ojo a Blake.

«Vía libre para nosotros» manifestó risueña Lucile. «Si. Eso parece» dijo Blake contento.

1:15 p.m. En la habitación del hotel. Naldiner sentado en el sofá viendo una película. «¿No ha habido sexo? Ya te dije yo que eras un poco moñas…» dijo bromeando Naldiner. «Me voy a dormir» anunció Blake bostezando. «¿Pero te lo has pasado bien con ella o no?» «Si. Muy bien». «En la próxima cita os podéis dar un piquito» dijo riendo Naldiner. «¿Y quién te ha dicho que no nos lo hemos dado ya?» interrogó de forma retórica Lance esbozando una sonrisa picarona. Naldiner asintió con la cabeza mientras levantaba el dedo pulgar dando su conformidad.

III

8:40 a.m. Casa de Alan. Vanesa haciendo estiramientos mientras Alan está en la cama recostado. «¡Uy, señorita! Me puede pasar ese libro que hay en el suelo, por favor». «¿El libro de superhéroes? ¿No lo dirá porque desea verme las nalgas, eh, señor?» preguntó Vanesa sonriendo. «Para nada, para nada. Yo soy un hombre casto y puro como San Francisco de Asís» respondió Alan aguantándose la risa. Vanesa se puso delante de él y se agachó lentamente cogiendo el libro. «Tenga». «Muchas gracias, señorita». «Voy a pasear a Tor». «Será él el que te pasee a ti» dijo Alan besándole sonriendo.

9:25 a.m. Residencia de Bernard Dawsky. Naldiner y Lance en el recibidor viendo un enorme televisor que publicita los negocios del anfitrión. «Me parece que es un poco narcisita» apuntó Naldiner con ironía.

«El señor Dawsky les espera» les anunció un mayordomo. «Vaya. Con mayordomo y todo» dijo Naldiner esbozando una media sonrisa. «Debe tener apreio por los buenos modales» observó Blake ajustándose las gafas.

«Esta es la sala principal de mi hogar» dijo Bernard Dawsky. Era una sala llena de detalles y objetos referentes a casas de apuestas con fotografías de la época dorada de la ley seca en blanco y negro.

«Por favor, tomen asiento». «Gracias» respondió Lance acomodándose. «¿Qué demonios es esto que siento?» se preguntó en voz alta Naldiner. «Es su asiento de agua. El suyo también lo es. Son asientos exclusivos. Los compré en un viaje cuando fuí a Indonesia» explicó Dawsky orgulloso. «¿Alguna sorpresa más?» «Las irán descubriendo» dijo esbozando una sonrisa misteriosa.

Blake, como tenía acostumbrado hacer, iba contemplando todo el escenario. Le chocaba que no se viesen guardaespaldas. También le sorprendía que hubiese un reloj de cuco en mitad de la sala. Recordaba una mansión del siglo XIX.

«¿Está mirando mi reloj de cuco? ¿Le gusta?» «Es llamativo teniendo en cuenta que vivimos en el siglo XXI». «Si. Eso es lo que me gusta. Me hace sentir que puedo vivir en diferentes épocas al mismo tiempo». Naldiner movió la cabeza como diciendo «a este tío le falta un tornillo».

«Si no tiene inconveniente quisiéramos hacerle unas cuantas preguntas en relación a Valerio Buzz» solicitó Lance educadamente. «Por supuesto. A eso han venido». «La primera pregunta sería ¿qué relación tenía con él?» «Era mi contable». «¿De forma exclusiva?» «Casi. Podríamos decir que era a quien confiaba mis ahorros para que los hiciese fructificar». «Entiendo». «Era quien vigilaba su gallina de los huevos de oro» soltó Naldiner. «Exacto». «¿Dónde estaba cuándo pasaron los hechos?» «Es una buena pregunta. ¿Dónde creen ustedes que estaba?» «En la fiesta con él». «Si y no. Si que estuve en la fiesta aunque fuí por iniciativa propia». «¿Vió quién lo empujó a las llamas?» «Más que eso» dijo con tono triunfal. «¿Más que eso? ¿Qué quiere decir?» «Que lo grabé». «¿Grabó el momento en el que lo empujaban a la fogata?» preguntó Lance ajustándose las gafas. «Eso es». «¿Y qué quiere a cambio?» preguntó Naldiner desconfiado. «Colaborar con la justicia. Sólo eso. Como un buen ciudadano». «Como un buen ciudadano…» «Si». «¿Dónde tiene la grabación?» «En un lugar seguro, como comprenderán». «Así que no la tiene aquí». «No». «¿Nos dirá dónde la tiene?» «No se lo diré. Se lo enseñaré». «¿Ahora?» «Ahora». «Tengo una curiosidad… – dijo Naldiner- ¿Por qué lo hace si no gana nada dándonos la prueba?» «Digamos que lo hago en memoria de Valerio. No era perfecto pero era un buen hombre» confesó Dawsky. Justo en ese momento se escuchó una detonación de bala entrando por una de las ventanas e impactando en su pecho. «¡A cubierto!» gritó Naldiner sacando su pistola. Lance hizo lo mismo y se colocó detrás de una silla. Tras unos segundos sin que hubiesen más disparos se escuchó el motor de una moto de gran cilindrada que arrancaba a toda velocidad.

«No he visto la matrícula» se lamentó Naldiner guardando su arma. «Habrá que mirar las grabaciones de las cámaras» dijo Lance limpiando sus gafas.

11:40 a.m. En el pasillo de una planta de cuidados intensivos de un hospital . Ernest Tocci, Naldiner y Blake observando como Dawsky yace en una cama inconsciente conectado a una máquina.

«Sobrevivirá» dijo Tocci mirando la hora en su reloj. «¿Pondrá algún agente? Piense que querrán volver a intentar matarlo» comentó Naldiner. «Ya lo he pensado. Tengo dos agentes que ahora mismo vienen de camino. Ustedes prosigan con el caso» informó el teniente ajustándose su chaqueta italiana.

12:30 p.m. Mansión de los Balance. Naldiner, Lance y Herbert Balance con un par de guardaespaldas. «¿Qué se les ofrece detectives?» preguntó sonriente el padre de Lucile. «Venimos a decirle que, como ya está viendo, aun seguimos vivos» comunicó Naldiner con tono duro. «Si. Ya lo veo». «La próxima vez lo meteremos en prisión. Queda avisado» le amonestó Lance ajustándose las gafas. «No se de que están hablando. ¿Quieren tomar algo?» De repente sonó un móvil. «Es el mío» dijo Naldiner apartándose del grupo un momento para hablar.

«¿Quién era?» preguntó Blake. «Olga Manziner. Hay novedades. Luego te cuento». «Vale».

«¡Hola Lucile! ¿De dónde vienes? Te estaba esperando para probar un caviar excelente recién importado» vociferó Balance besando la mejilla de su hija. «Estaba dando una vuelta» respondió mirando a Lance.

«Nos vamos» se despidió Blake. «Buena suerte con la investigación, detectives» les deseó Balance. «Qué tío más hipócrita» dijo con desprecio Naldiner.

«Debes tener cuidado ahora que está la policía encima de la familia. No puedo protegerte si sales y no se donde estás» dijo Balance preocupado. «Tendré más cuidado. No sufras» respondió Lucile. «¿No vas a probar el caviar?» «Más tarde» dijo marchándose a su habitación.

Al poco de irse Lucile llegó Horacio Gevorman. «Hola. Hablemos a solas» dijo con tono seco. «Si. Hablemos» asintió Balance.

«Se suponía que tus hombres habían de dar un buen susto a esos dos detectives y en vez de eso salieron escaldados». «Lo se. No volverá a pasar. Nos confiamos» explicó Balance mientras se acariciaba el dedo donde tenía un anillo de oro.

14:05 p.m. En un laboratorio forense. Olga Manziner, Naldiner y Lance. «He estado trabajando en vustro caso. Quería reunir más datos para vosotros y he encontrado esto» dijo mostrando una pequeña bolsita de plástico con algunos cabellos. «¿De quién es el pelo?» preguntó Naldiner. «De una mujer. Estaban adheridos al cuerpo de Valerio Buzz». «Eso quiere decir que son los cabellos de la persona que lo empujó» reflexionó Blake acariciándose la barbilla con su mano derecha. «Eso es lo que pienso yo también». «¿Ya sabes quién es la mujer a quien le pertencen?» preguntó Jeff. «Si. Pertenecen a Lucile Balance». Tras decirlo Lance se quedó un poco descolocado. «No puede ser…» balbuceó. «Te aseguro que los cabellos son de ella. He realizado la comprobación tres veces para asegurarme. Si quieres puedes comprobarlo por ti mismo. Se que tienes formación forense».

«Creo que se ha enamorado de ella» dijo Naldiner. «Uf, pues vaya marrón. Lo siento por él» manifestó Olga.

«Ya estoy. Si. No hay duda. Los cabellos pertenecen a Lucile» corroboró Lance con semblante serio.

«Me acaba de llamar Tocci. Dawsky ya ha despertado» informó Naldiner. «Eso es bueno. ¿Le ha dicho la ubicación de la grabación?» preguntó Lance mientras conducía. «No. Dice que sólo nos la dirá a nosotros y a nadie más». «Pues vayamos a verle ahora mismo. Cuanto antes la sepamos, mejor». «Eso pienso yo» confirmó Jeff cargando su pistola.

«Nos están siguiendo» dijo Jeff. «Lo se. Desde hace cinco minutos» contestó Lance mirando por el retrovisor acelerando. Tras un par de minutos de persecucción alocada los perseguidores comenzaron a disparar. «¡Maldita sea! -gritó Naldiner cabreado mientras les disparaba con su pistola.

15:10 p.m. En el hospital donde está ingresado Dawsky. Lance, Naldiner y Dawsky. «Siento que estén pasando por esto detectives». «No se preocupe. Usted está pasando por algo más duro aunque lo encuentro mucho mejor» dijo Blake ajustándose las gafas. «La verdad es que si. Gracias por salvarme la vida. Si me hubiesen dejado tumbado en el suelo de mi casa ya no estaría en este mundo». «De nada». «Háblenos de la ubicación de la grabación. Cuanto antes la veamos, antes avanzaremos en el caso» explicó Naldiner con tono de urgencia. «Si. Tiene toda la razón, detective. La grabación está en casa de Herbert Balance». «No puede ser». «Si. Lo está. Pueden ir a comprobarlo». «Es una mansión muy grande. ¿Dónde está exactamente?» inquirió Lance. «Aquí lo tienen indicado» les dijo dándoles un pequeño mapa. «Estupendo. Muchas gracias».

«Tendremos que pedir refuerzos. Balance nos estará esperando con sus hombres» comentó Naldiner poniéndose la chaqueta.

16:35 p.m. Mansión de los Balance. Un viento creciente empezó a irrumpir en el barrio. Las papeleras de la calle temblaban y los semáforos también.

«Tenemos tiradores en los edificios laterales y un cinturón de agentes rodeando la residencia. Ahora les toca a ustedes intervenir» dijo Ernest Tocci acicalándose el flequillo sin perder su mirada firme. «Ok. Vamos compañero» manifestó Naldiner poniendo su pistola guardada detrás de su espalda. «Es la hora» confirmó Lance ajustando la suya en el lado derecho de su cintura cubierta por su chaqueta.

«Buenas tardes, detectives. ¿Qué desean?» preguntó Balance al verles entrar en su finca. «Traemos una orden de registro y otra de detención para usted por atentar contra dos miembros del cuerpo de policía del Estado de California» dijo Lance serio. «Esperen. Vamos a hablar tranquilamente. ¡Esto no puede estar pasando!» protestaba Balance mirando de reojo a sus guardaespaldas. «No intente nada. Tenemos tiradores y un cinturón policial rodeando su mansión» reportó Naldiner esbozando una medio sonrisa de triunfo. «¡Nadie me dice lo que puede hacer o no hacer en mi casa!» gritó Balance tirando su chaqueta de Armani al suelo. Después chasqueó los dedos y sus hombres comenzaron a disparar.

«¡Está loco!» gritó Naldiner poniéndose a cubierto. Al momento, los tiradores de Tocci comenzaron a hacer fuego y los guardaespaldas de Balance fueron cayendo uno a uno.
Sólo quedaron en pie tres guadaespaldas y el propio jefe.

«¿Qué está pasando aquí?» preguntó Lucile saliendo asustada de su habitación. «¡Ay, hija! Ponte a salvo. Vuelve a tu habitación» le imploró su padre.

Mientras los policías de Ventura esposaban a Balance y a sus tres hombres, Lance y Naldiner veían el video de la grabación.

19 p.m. Blake, Naldiner y Lucile. «Acabamos de ver el video donde se ve como lo empujas a las llamas. Es una prueba irrefutable. Póntelas» dijo Lance dándole una esposas a la chica. «Lo hice para proteger a mi padre. Valerio quería chantajearlo y quedarse con su negocio» dijo con los ojos rojos colocándoselas. «Pues te ha salido cara tu protección. Ahora pasaréis el tiempo juntos en prisión. Te la dejo compañero» dijo Naldiner marchándose.

«Yo… No quise utilizarte. De verdad que lo que sentía, que lo que siento es de verdad» dijo Lucile. «Es posible pero esta historia ya se acabó. Llévesela, agente». «Si, señor» contestó el policía mientras se la llevaba esposada.

22 p.m. En una pizzería del centro de la ciudad. Naldiner, Lance y Olga. «Brindo por haber cerrado este caso y por haberos conocido» dijo alzando su copa. «Lo mismo digo» contestó Naldiner alzando su vaso. Blake hizo lo propio en silencio.

«Voy un momento al servicio, caballeros» dijo mirando a Naldiner haciéndole un pequeño gesto.

«No te voy a soltar ningún rollo. No va conmigo. Sólo te quiero decir que a mi me pasó algo parecido en Detroit. Me enrollé con una sospechosa». «¿Y cómo acabó?» «Vinieron los de asuntos internos y me libré porque el capitán me echó un cable». «¿Y la chica dónde está ahora?» «Supongo que en Santo Domingo. La dejé escapar. Tu has sido más fuerte que yo» dijo dando un largo sorbo a su bebida.

Cuando volvió Olga Lance salió un momento a tomar el aire solo. Cogió su móvil, buscó una foto que tenía de Lucile y él juntos y le dió a la opción de borrar.

FÍN

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NEWPORT BEACH

Newport Beach_
I

8.25 a.am. Casa de Alan Dagger. Alan, el inspector Liam Nuvik y Vannesa en la cocina.

«Bueno, inspector. ¿Cree que el nuevo compañero es fiable?» preguntó Alan dando un sorbo a su vaso de zumo de naranja. «Totalmente» respondió el oficial haciendo lo propio con su taza de café.

«Me voy a vestir. He de ir al trabajo. No como otros» comentó con tono jocoso Vanesa sacando la lengua. «¡Eh, que yo no tengo la culpa de haberme hecho un esguince!» contestó Dagger. «Lo tenías todo planeado» añadió marchándose riendo.

«¿De qué trabaja su novia?» preguntó Nuvik. «Trabaja como traductora». «Traductora. ¿En California?» «Depende de con qué proyecto esté». «Entiendo». «¿Desea otra taza de café?» «No. Ya me voy. Hay mucho trabajo que hacer. Descanse». «Si. Gracias. Lo haré. Gracias por venir a verme» contestó Alan viendo como se marchaba cerrando la puerta.

«¿Qué pasa, Tor? ¿Quieres comer?» preguntó viendo al pastor alemán llegando hasta él. «Bueno. Os dejo a los dos hombres solos. Comportaos» dijo Vanesa alegre. «Tu también» contestó Alan besándole mientras le daba una palmada en las nalgas. «Te denunciaré por malos tratos» le amenazó ella sin poder contener la risa. Alan la contempló feliz y se volvieron a besar.

II

9:15 a.m. Newport Beach. Condado de Orange. California. Blake Lance y Jeff Naldiner en un coche dirigiéndose a la comisaría de la ciudad.

«¿No serás gay?» preguntó Naldiner mientras apoyaba su brazo derecho en la ventanilla abierta de su lado. «No» contestó Lance sin inmutarse y sin dejar de conducir. «Me alegra saberlo. Te lo he preguntado porque con esas gafitas y tan modosito que pareces eres un poco sospechoso». «No todos los gays tienen el mismo aspecto». «Si pero todos tienen un mismo aire». «Dejemos de hablar de este tema. Hemos venido a trabajar». «Eso digo yo. ¡A trabajar!».

«Han llegado puntuales. Gracias. Soy Terry Brown, detective de la comisaría de Newport Beach» dijo un hombre de mediana edad vestido con pantalones de pana, camisa blanca, corbata y una americana. «Nosotros somos los apafuegos» soltó Naldiner mirándole esbozando una media sonrisa. «¿Qué?» «Somos los detectives Blake Lance y Jeff Naldiner. Os venimos a ayudar» dijo Lance ajustándoose las gagas. «Si. Vale. Bueno, se trata de un homicidio utilizando una Walther de 9 milímetros». «¿Quién es la víctima?» «Barry Honde, un banquero de cincuenta años». «Era joven». «Pues si. Una lástima para él». «Quiero ver el cuerpo» dijo Naldiner serio. «Si. Les acompaño».

«Dos disparos. Uno en la frente y otro en el corazón. Sabía lo que hacía quien le disparó» comentó Blake mientras se limpiaba las gafas. «Si. No lo ha matado cualquier pardillo. Vayamos a ver al sobrino del millonario» añadió Jeff. «Si» confirmó Lance abriendo la puerta del coche mientras el cielo se ponía bastante nublado y se escuchaba un trueno.

12:30 p.m. Casa de Morgan Honde. Naldiner y Blake están sentados en un sofá del recibidor decorado con cuadros del siglo XVIII. «Este tío seguro que es marica» espetó el primero esbozando una sonrisa de desprecio. «Por qué lo dices?» «Porque tanto cuadro me hace sospechar».

«Hola detectives. Supongo que están aquí para hacerme preguntas de mi tío. Adelante» anunció Morgan Honde llegando al recibidor vistiendo un pantalón negro largo de pinza con una camisa blanca y un chaleco también negro. El pelo moreno lo llevaba engominado hacia atrás. La perilla con bigote al estilo mosquetero de Alejandro Dumas le daba un aire elegante y atravido. Pero su mirada, atenta y perspicaz, reflejaba grandes reflejos e inteligencia. Sentado en su butaca analizaba sin hablar a los dos detectives. Por su parte, Blake lo veía como un niño grande con mucho dinero dispuesto a mantener una actitud soberbia con respecto a ellos pero para Naldiner se trataba de un gay rico acostumbrado a hacer lo que venía en gana.

«¿Su tío sabía que ustd era gay?» preguntó a bocajarro. Lance carraspeó nervioso ante tal osada pregunta. «Si. Lo sabía». «¿Y cómo lo llevaba?» «Si se refiere a si le gustaba o no tener un sobrino maricón la respuesta es que no. Pero soy su único sobrino y su única familia en esta ciudad» respondió Morgan levantando las manos hacia arriba en plan «es lo que hay, para bien o para mal».

«¿Tenía su tío algún enemigo que quisiese verlo muerto?» interrogó Blake de forma pausada. «¡La gran mayoría de la gente lo quería ver criando malvas! Piénselo por un momento: hetero, banquero, asquerosamente rico, con acceso a un montón de putitas de lujo, cochazos, varias casas de lujo… No era difícil que muchos lo quisiesen ver en el hoyo». «Ya vemos que para usted su tío no era nada importante en su vida» interpeló Jeff con una sonrisa de desprecio. «¿Mi tío? No, para nada. Pero después de todo, era mi tío. Ya sabe». «Claro». «¿Dónde estaba cuándo mataron a su tío?» inquirió Lance ajustándose las gafas. «Aquí. En mi casa». «¿Alguien lo puede corroborar?» «Si. Mi gato pero dudo que entiendan su lenguaje». «¿Hay cámaras en su casa?» indagó Naldiner. «Alguna hay pero, como supondrá, no siempre están activas. Sobre todo si yo estoy en casa». «Hay gente que se graba haciendo cositas». «Las cositas las grabo a veces pero ese día no. Ya ve» replicó Honde con suficiencia. «Otra pregunta antes de irnos…» «Pregunte». «¿Tiene una pistola Walther de 9 milímetros?» «Sería un ingenuo decir que si, si la tuviera, ¿No cree?» «Ciertamente. Ahora responda. ¿La tiene o no?» «No». «Bien. Le dejaremos por ahora. No salga de la ciudad. Estaremos en contacto». «Disfruten del caso detectives».

«Se cree muy listo y sabe mantener la calma pero esto no se ha acabado aun» masculló Naldiner. «Hay que vigilarlo» dijo Blake ajustándose las gafas.

«Antes de comenzar la guardia deberíamos ir a comer algo». «Es mejor quedarnos aquí. Si sale, lo perderemos». «No te sulfures Lance. Le puse un espía en el chaleco». «¿Un localizador? ¿De dónde lo has sacado?» «Tengo algún contacto en el FBI. ¡Y ahora dejemos de hablar y vayamos a engullir dos o tres raciones de comida japonesa!» exclamó Jeff frotándose las manos.

Antes de entrar en el local para comer se toparon con tres jugadores de rugby que iban corriendo.

«¡Mirad por donde corréis, merluzos!» soltó Naldiner enfadado. «¿A quién estás llamando merluzos?» preguntó uno deteniéndose delante de él. «A ti, cara de pan. Largaos antes de que os parta la cara». «Este tío se la está buscando» dijo otro acercándose amenazante. «Déjalo. Vayamos a comer» comentó Blake queriendo evitar una pelea. «Parece que queréis que os caliente un poco, ¿eh?» «¡Yo a este me lo cargo!» exclamó el tercero lanzándole un puñetazo. El detective lo esquivó y le propinó una patada en la entrepierna que lo dejó doblado en el suelo. «¡A por él!» soltó el primero airado animando al que quedaba en pie a ir los dos a por el agresor de su compañero. «¡Cuántos más, mejor!» dijo con tono desafiante Naldiner a la vez que lanzaba un codazo a uno en la cara y una patada en la rodilla derecha al otro. El del codazo se tocó el rostro y gritando cogió al detective abrazándolo. Este le propinó otro codazo, esta vez en la espalda, y, acto seguido, una patada en la cara. El de la rodilla se había quedado inmóbil por unos segundos pero después arrancó una papelera que había en la acera y arremetió con ella contra Jeff el cual aprovechó la inercia de su oponente para dejarlo pasar y darle una fuerte patada en el culo empujándole contra el suelo. Cuando se levantó un tanto aturdido, Naldiner lo cogió de la camiseta y le dió un cabezazo y, sin tregua, un puñetazo en el rostro dejándolo en el suelo sin sentido.

«¡Y ahora coged a vuestro compañero y largaos de aquí!» Y así lo hicieron los otros dos muchachos cogiendo a su compañero para marcharse caminando medio cojos con la moral por los suelos.

19 p.m. Casa de Alan. Oyendo como abren la puerta. «Si viene a vender enciclopedias no estamos interesados» dijo Dagger mientras acariciaba la cabeza de Tor. «Pero traigo una enciclopedia de lencería. ¿No le interesa?» respondió Vanesa esbozando una sonrisa traviesa. «Me interesa la lencería que lleve usted, señorita». «Bueno, pues se la enseñaré…» dijo ella mientras se desabrochaba los pantalones y se los bajaba lentamente. «Braguitas blancas. Muy bien señorita. Tiene buen gusto» comentó Alan mientras acariciaba las nalgas de su novia. «Entonces hay que celebrarlo». «Yo creo que si. ¿Tú qué dices Tor?» Tor soltó un ladrido y se marchó. «Eso quiere que nos da luz verde». «Pues ya sabe usted lo que hay que hacer ahora» dijo Vanesa sonriendo. Alan le guiñó un ojo sonriendo y se besaron abrazándose.

21:10 p.m. Morgan Honde sale de su casa, camina unos metros, habla con un hombre al cual le entrega su chaleco y dinero y se vuelve a meter en su hogar mientras observa como el otro se marcha subiendo en un coche.

23:25 p.m. «Ya llevamos dos horas siguiéndolo. ¿Qué querrá hacer?» preguntó en voz alta Lance mientras conducía. «Pronto lo veremos y entonces, lo pillaremos» respondió Naldiner con aire autosuficiente.

1:15 a.m. En una carretera de Newport Beach. Blake y Jeff con el conductor del coche al que seguían. «¡Nos la ha jugado el mariquita!» dijo de mala gana el segundo dando una patada con el pie a una lata de refresco que había en el suelo.

III

7:45 a.m. Casa de Alan. «¿Una partidilla antes de ir al trabajo, señorita?» propuso Alan divertido sacando el tablero de ajedrez. «No, que te gano» respondió Vanesa sonriendo mientras se peinaba con el cepillo. «Pues una rápida a las damas» dijo guiñando un ojo a la vez que Tor se acercaba hasta él moviendo la cola. «Cuando vuelva jugamos a lo que quieras». «Trato hecho pero antes me tienes que dar un anticipo». «¿Quieres una garantía?» preguntó Vanesa acercándose lentamente. «Por supuesto» confirmó Dagger caminando cojeando a su encuentro. «Pues te la daré» anunció ella dándole una galleta. «¿Una galleta me das? ¡Ven aquí!» exclamó Alan mientras ella salía corriendo hacia el pasillo sonriendo pidiendo ayuda a Tor.

9:10 a.m. Casa de Morgan Honde. Naldiner y Lance delante de la puerta. «Llevamos tres minutos llamando y nadie abre» dijo Blake ajustándose las gafas. «¡Maldita sea! – vociferó Naldiner- Ya sabía yo que iba a pasar esto». «Podemos pedir una orden al juez para registrar la casa. Quizás encontremos pistas». «Tardará demasiado» dijo Jeff probando de forzarla. «Hay gente mirando. Pareces un ladrón» comentó Lance un tanto azorado. «Que piensen lo que quieran. Vamos a pillar a Honde».

«¡Oigan! ¿Qué están haciendo?» preguntó una mujer mayor a los dos detectives. «Estamos en una investigación. Somos detectives» respondió Blake. «¿Detectives? ¡No me lo creo!» «¡Lárguese de aquí ahora mismo, señora, o si no le daré una patada en el culo enviándola tres manzanas lejos!» amenazó Naldiner. «¡Oh, Jesús!» expresó la anciana alejándose lo más rápido que podía.

«Bueno, ya estamos dentro» dijo Naldiner cerrando la puerta tras de si. «He escuchado un ruido» hizo notar Lance ajustándose las gafas. «No me digas que está aquí escondido». «No creo. Huele a animal pero no es olor a perro». «A saber las mascotas que tendrá como colección en su choza». Justo en ese momento se oyó un rugido felino. «La madre que me… – soltó Jeff desenfundando su arma- Eso es el rugido de un león». «Si. Lo mejor será que nos vayamos ahora mismo» añadió Blake nervioso. «Demasiado tarde. Ya lo tenemos aquí» avisó Naldiner observando a un jaguar caminando por un pasillo en dirección a ellos.

«No querría matarle pero si se trata de él o nosotros está claro que bando elijo» dijo Blake sacando su pistola. El jaguar daba pasos evaluando la situación.
Dos humanos que no conocía en su territorio. Hacía horas que no comía nada pero las posibles presas no olían muy bien. Pero estaba claro que quería marcarles quien era el jefe en esa situación. Volvió a rugir deteniéndose a pocos metros de los detectives. «Como vuelvas a rugir así te voy a dejar como un coladero» le amenazó Naldiner. «No creo que te entienda». «Yo creo que si» dijo apuntando al felino con su arma.

¿Y qué estaba haciendo mientras tanto Morgan Honde? Pues estaba en la habitación de un hotel mirando através de su ordenador portátil las evoluciones de los dos detectives en su casa gracias a la ayuda de sus cámaras. «Que comience la diversión» dijo a la vez que apretaba una tecla.

Cuando Honde apretó el botón el jaguar se abalanzó a por ellos y en vista de esa reacción los dos dispararon al animal. El jaguar cayó al suelo fulminado por más de una docena de balas.

«¿Cómo es que no está sangrando el gatito? ¡Le hemos acribillado el cuerpo entre los dos!» «Tienes razón. Debería estar desangrándose» respondió Blake ajustándose las gafas.

Naldiner se acercó a ver el cuerpo. «¡Es un puto robot!» gritó dándole una patada. «Tienes razón. Es un autómata. Estoy viendo los engranajes electrónicos internos». «Ese trasvestido a parte de ser marica es un jodido psicópata». «Y un más que probable homicida» terció Lance rascádose la cabeza con la mano.

18:15 p.m. Comisaría de Newport Beach. Terry Brown, Naldiner y Lance en una sala con una mesa, una máquina de café y tres sillas. «No hay duda de que están cerca de él. Por eso se escapa. Pero como ya les he comentado, Morgan Honde no tiene más familia aquí. Que nosotos sepamos» explicó Brown mientras daba un sorbo a su café. «Da la sensación como si fuese un paso por delante. Una de dos: o es muy listo o tiene un cómplice» dijo Naldiner. «Es una posibilidad» apuntó Blake ajustándose las gafas.

«Oye, Terry, ¿es de fiar la gente de la comisaría?» preguntó Jeff mientras dejaba en la mesa su vaso de café. «Desde luego. Al menos yo no conozco a nadie corrupto» declaró. «¿Nunca pillan a nadie de tus «compis» los de asuntos internos?» «No. Nunca». «Tengo la sensación de que Honde se lo toma como un desafío personal. No creo que tenga colaboradores» indicó Lance con voz calmada. «Ya, pues de momento nos está pasando la mano por la cara. No hemos encontrado nada en su casa. Y sin pistas que lo incriminen, no hay como meterlo en prisión» soltó Naldiner sentándose en una silla con cara de enfadado. «Volvamos a mirar el expediente del caso» propuso Blake.

21:05 p.m. Lance y Naldiner cenando en un restaurante. «Ya tenía ganas de comer algo caliente después de este día de mierda que llevamos» dijo Jeff llevándose a la boca un buen trozo de ternera con salsa de pimienta y champiñones. «Yo también» dijo Blake dando cuenta de su merluza a la jardinera.

«Cuando resolvamos el caso me iré a nadar a Miami» dijo Naldiner esbozando una pequeña sonrisa. «¿Tienes días de fiesta? ¿Unas vacaciones expréss?» «Algo así. Me he pasado mucho tiempo sin unas vacaciones como dios manda». «¿Antes de estar en California dónde trabajabas?» «En Detroit». «¿Y qué tal la experiencia?» «Una mierda. Por eso pedí el traslado aquí». «Entiendo». «¿Y tú, qué? ¿Siempre en California?» «Siempre en California». «¿Y qué le ha pasado a tu compañero?» «Un esguince en el pie». «Que putada». «No te pienses. Tiene una novia espectacular que le cuida muy bien» respondió Lance bebiendo un poco de su bebida. «¡Ah, eso lo cambia todo!» exclamó Naldiner dando una fuerte palmada en el aire sonriendo.

Y cuando todo parecía ir tranquilo en una noche que distendida después de una jornada atrajeada se escuchó por el megáfono del restaurante la voz de Morgan Honde: «Buenas noches detectives. Ante todo, que aproveche su cena. En segundo lugar quería decirles que les invito mañana a almorzar en mi casa. No hace falta que fuercen la puerta como hoy. Si vienen les mostraré lo que estaban buscando. Hasta mañana».

«¡Será cabrón!» gritó Naldiner. «Puede ser la oportunidad que estábamos buscando. No te sulfures» le intentó calmar Lance.
IV

9:15 a.m. En una cafetería. Terry Brown, Naldiner y Lance. «Seguramente es una trampa pero también es una ocasión para volverlo a ver y detenerlo» dijo Brown dando un sorbo a su café. «Si. Es bastante probable que pase lo que dice» terció Naldiner más reflexivo. «De todas formas, estaría bien que algunos compañeros de la comisaría reforzasen el perímetro escondidos» dijo Blake ajustándose las gafas. «Puede contar con ello».

Casa de Morgan Honde. 13:50 p.m. Honde, Naldiner y Lance. «Bienvenidos de nuevo a mi hogar, detectives». «Gracias por tan amable gesto» contestó Naldiner. «Noto cierto tono de sorna en su contestación». «No. Para nada. Porque se que al final te atraparemos». «No se puede atrapar a alguien que sabe como no dejarse atrapar. Perdonen el juego de palabras. Me ha salido solo». «Si, es usted muy ocurrente».

Mientras intercambiaban estas palabras Blake miraba todo con detalle. La mesa, elegantemente preparada con un candelabro de tres velas en medio, un hilo de música de ópera por toda la casa y olía a perfume de agua de rosas. Parecía una cena romántica más que una comida con dos policías y un sospechoso.

«¿No seguirán enfadados por lo del autómata, verdad?» «¿Por lo del jaguar? No, claro. Es una experiencia que todo el mundo debería disfrutar una vez en su vida». «Aprecio sus palabras detective. Y su fino sarcasmo» dijo Honde levantando una copa de cava de la que bebió un sorbo.

«¿De dónde ha heredado esa afición por el mundo de los robots?» preguntó Lance mirando una pequeña figura de un hombre elegante que parecía tocar un violonchelo. «De nadie o, quizás, de algun pariente lejano. Un ancestro, tal vez. De mi tío no, desde luego». «¿Quieres ser el Uri Geller de los autómatas?» preguntó Naldiner. «No pero admiro las facultades de ese hombre. Dentro de su parcela es único». «Aparte de los juguetes robóticos y los cuadros de pintura tienes otros juguetitos?» «¿Te refieres a juguetitos sexuales? Alguno tengo pero no creo que te agraden». «Yo tampoco lo creo. A mi me van más los conejitos, ya sabes». «Si. Es usted muy macho detective». Blake se tocó la nariz con su dedo índice disimulando una sonrisa. «Bien. Será mejor que procedamos a sentarnos. La comida ya está lista para servir». «¿Y quién la va a servir? ¿Un tigre?» «No. Un camarero. Rotius» informó Morgan Honde sonriendo. Y justo después apareció un autómata con aspecto de joven camarero trayendo una gran bandeja de comida. «¿Es tu novio?» «No. Es mi creación». «Lo dice como si fuese su autómata preferido» observó Lance. «En cierto modo lo es. Sólo le falta tener consciencia pero eso es sólo una bonita quimera. Por el momento».

Lance evaluó la situación. Un psicópata amante de los autómatas invitando a almorzar a los dos detectives que le seguían la pista por el posible homicidio de su tío, un nuevo compañero con un carácter pasional y homófobo muy acentuados y en medio de todo, él. Y mientras tanto, Alan en su casa con su novia y Tor.

Por su parte, Naldiner consideraba que estaban perdiendo el tiempo con el sospechoso y que debían ir más directos a por él. Pero también había comprobado que Honde era listo y, además, estaba en su territorio. ¡A saber qué estaba tramando hacerles de un momento a otro!

Pero ni Lance ni Naldiner sospechaban lo que Honde estaba planeando. Todo estaba en una aparente calma pero ésta podía saltar por los aires en cualquier momento. Los tres eran conscientes de ello aunque el que tenía la sartén por el mango era, sin duda alguna, el anfitrión.

Aunque el que se sentía más desbordado era Terry Brown. No estaba acostumbrado a casos como este. Su rutina era más tranquila y ,aunque trabajaba como detective y no lo hacía mal, no era precisamente lo que se conoce por un hombre de acción. Pero no quería quedar mal con los compañeros que habían venido a echarle un cable así que se esforzaba por dar lo mejor de si.

Cuando iban ya por los postres sonó un teléfono móvil. «Disculpen. Ahora mismo vuelvo» dijo Morgan levántándose y marchándose a una sala próxima.

«A ver si nos dice de una vez lo que queremos saber. Aunque lo dudo mucho» soltó Naldiner con tono un tanto airado. «Creo que si que nos lo dirá. Para él esto es como un juego de desafío entre él y nosotros y disfruta con ello» repondió Blake ajustándose las gafas. «Yo disfrutaré más cuando lo vea metido en la cárcel». Lance esbozó una leve sonrisa mientras daba un pequeño sorbo a su bebida.

«Ya estoy de vuelta» dijo Honde manteniendo un rictus sonriente. «¿Qué has estado con uno de tus amantes?» interrogó Naldiner en tono burlón. «No se por que piensa que soy gay. En realidad soy bisexual. Es la mejor opción». «No lo se. Yo sólo disfruto con los agujeros femeninos». «Es usted encantandoramente vulgar». «Gracias. Son muchos años trabajando en ello». Blake tosió ligeramente queriendo ocultar su risa. «En fín, llegó la hora de los licores. Con ello finalizaremos nuestro ágape» anunció Morgan viendo como Rotius acercaba una bandeja con tres vasos de licor. «Sírvanse del vaso que gusten. ¡Por el genio de los grandes hombres! ¡Salud!» brindó Honde alzando su vaso en el aire.

Después de beberse sus respectivos vasos de licor, tanto Blake como Naldiner se sintieron pesados y somnolientos. «¿Qué es esto? Nos has drogado…» dijo Jeff querienndo levantarse de su silla pero sin tener fuerzas para hacerlo. «¡Brillante, detective! ¡Lo ha deducido usted solo!» «¿Y por qué usted no está como nosotros…?» preguntó Lance con un hilo de voz. «Oh, eso es muy fácil de explicar, detective. Me tomé una contradosis antes de volver para no tener los mismos efectos que ustedes están teniendo ahora mismo» contestó mirando su vaso a contraluz con la llama de las velas de la mesa.

17 p.m. «Están tardando mucho» pensaba el detective Brown consultando su reloj de pulsera. «¿No cree que tardan mucho, señor?» preguntó un policía vestido con chaleco antibalas portando un rifle. «Si. Lo creo. Esperaremos 5 minutos más y entramos» «Bien. Avisaré al resto».

El detective Brown estaba plenamente confiado de que los detctives eran unos buenos policías. Y también estaba confiado de que se habían escondido bien para darles cobertura. Pero desde hacía un rato estaba sintiéndose bastante nervioso.

Pasaron los 5 minutos y entraron con Brown llevando el mando de la operacion. «No hay nadie, señor» dijo uno de los hombres. «¡Registren todo otra vez! ¡Tienen que estar aquí!» Pero por mucho que registraron no encontraron a nadie.

V

8:05 a.m. Casa de Alan. Dagger y Vanesa tumbados en la cama. «¿Tú no tienes que ir a trabajar?» «Hoy es sábado, cariño» respondió Vanesa sonriendo. «¡Ostras, es verdad! Es lo que tiene el no trabajar. Pierdes la noción del tiempo». «Y hablando de trabajo ¿Qué sabes de Lance? ¿Ha cerrado el caso, ya?» «No. Ayer me dijo que tenían un plan. Si funcionaba, lo cerraban pero no me ha enviado ningún mensaje nuevo». «Así que no está cerrado». «No está cerrado. Es usted muy chafardera, señorita…» manifestó Alan guiñando un ojo. «Si, como usted, señor» contestó ella esbozando una sonrisa viendo como él le miraba el cuerpo desnudo alzándole el camisón. «¡Pues se ha de aguantar porque es usted mi novia!». «Si. Me aguantaré. ¡Qué remedio!» «¿Cómo que qué remedio? ¡Tor, ataca!» Nada más decirlo vino el perro abriendo la puerta de la habitación y empezó a ladrarle a Vanesa.

«¡Ah, eso es trampa!» gritó Vanesa divertida. «¡Es lo que hay!» manifestó Alan dándole una palmada en las nalgas sacando la lengua.

10:15 a.m. En una habitación de la casa de Morgan Honde. Naldiner y Lance sentados en dos sillas, atados de manos y pies. «¡No te saldrás con la tuya, psicópata del demonio!» masculló Naldiner. «Ya lo estoy haciendo». «Tengo una pregunta. ¿Por qué hace todo esto? Es rico, joven, inteligente. ¿Qué está buscando?» preguntó Blake. «La inmortalidad, como Aquiles» contestó Honde mesándose su ondulado cabello con su mano derecha. Naldiner miró a Blake negando con la cabeza. «¿Nos dirá cómo mató a su tío?»»No lo maté yo. Están equivocados». «Pero sabe quien fue…» «Eso si» respondió esbozando una medio sonrisa. «¿Quién? ¿Rotius?» sondeó Naldiner con ironía. «¡Bravo! Muy bien, detective. Después de todo posee alguna brizna de intuición digna de alabar». »
Espere. Un autómata no tiene inteligencia» interpeló Lance. «No pero si que puede ejecutar determindas órdenes». «Es decir, que su robot está programado para ejecutar determinados movimientos cuando usted se lo ordena». «Exactamente». «Igualmente te va a caer una buena por preparar el asesinato de tu tío». «Que yo sepa no hay ninguna ley en los Estados Unidos de América que castigue o penalize a alguien por construir autómatas». «Por diseñarlos, no. Por programarlos para que maten a personas, seguro que si». «Suponiendo que sea como dice, eso se ha de demostrar. Lo que estamos hablando ahora no se esta grabando. Por lo tanto, no quedará ningún registro de esta conversación y, por ende, ninguna prueba incriminatoria».

Lance miró rápidamente la habitación donde se hallaban. Parecía un taller lleno de esbozos de autómatas decorado por algún cuadro paisajístico.

«¿Qué representa esta habitación?» «Es el hogar de mis creaciones y un buen escondite». «¿Cómo es que no la habíamos visto antes?» «Porque se abre con un mecanismo secreto. De esta forma sus compañeros se han dado de bruces buscándolos».

«¿Y qué piensas hacer con nosotros, lumbreras?» «Matarles, obviamente». «Tengo otra pregunta. ¿Por qué se deshizo de su tío? Era el único pariente que le quedaba vivo». «Cierto. Pero no siempre los parientes de sangre son nuestra verdadera familia. Las afinidades intelectuales unen más». «¿Por eso lo mataste?» «No fuí yo, sino Rotius». «Ya». «El motivo es simple. Fue un experimento». «¿Un experimento?» «Eso es. Quería comprobar como una creación autómata podía ejecutar acciones criminales en sustitución de una persona». «Estás enfermo». «¿Pero por qué eligió a su tío y no a otra persona?» «Porque para mi era una persona como cualquier otra y, además, estaba físicamente muy cerca mío, con lo cual me evitaba tener que buscar fuera». «O sea, además de homicida, gandul. ¡Qué perla!»

Blake parecía muy atento a la conversación pero lo que realmente estaba ocupando su concentración era desahacerse de las ligaduras que le maniataban las manos. Morgan Honde era un ser muy inteligente, incluso genial pero físicamente no era corpulento y su inmovilización no se había realizado con la dureza y presión que requería. Y eso era una gran oportunidad para aprovecharlo.

«Bien, si no desean conversar más, Rotius hará los honores». «Como con tu tío». «Eso es pero esta vez con silenciador. Es por precaución, ya saben». «No faltaba más».

Cuando Honde se giró para ir a por el autómata, Blake le hizo una señal a Naldiner indicándole que casi se había soltado. Naldiner esbozó una sonrisa y comenzó a hacer lo mismo.

«Bueno. Aquí estamos» dijo Morgan trayendo al autómata y la pistola con silenciador. «Hacéis muy nuena pareja» soltó Jeff esbozando una sonrisa de desprecio. «Si. El creador y su obra» dijo mientras encendía a Rotius tocando un interruptor que tenía en la espalda.

A veces los genios se ensimisman tanto con sus creaciones que pierden la noción de la realidad y su atención respecto a ella. Esto lo supieron utilizar eficazmente los dos detectives cuando se quitaron las cuerdas que les aprisionaban y al unísono saltaron a por Honde el cual seguía mirando a su robot con autosuficiencia creadora.

Blake le inmovilizó los brazos y Naldiner le soltó una fuerta patada en la cara que lo dejó sin sentido. «¡Y esta de propina!» vociferó dándole otra patada giratoria. «No hacía falta. Está inconsciente» apuntó Lance ajustándose las gafas. «Bueno, no me quería ir quedándome con las ganas» respondió sonriendo victoriosamente.
VI
Comisaría de Newport Beach. Terry Brown, Naldiner y Blake. «Gracias por su ayuda. La próxima vez espero sacarles las castañas del fuego mejor» dijo Brown mirando de forma intermitente al suelo. «Todo está como tiene que estar. Tranquilo» respondió Naldiner poniendo su mano derecha en su brazo. «Gracias de nuevo. Buen viaje». «Gracias. Saludos a todos» expresó Lance alzando la mano.

«Gracias por echarme una mano con este caso» dijo Blake mientras conducía. «De nada. Me lo he pasado muy bien. Eres un buen poli, Lance. Un poco moñas, pero buen poli» respondió Naldiner. «¿Un poco moñas? ¿A qué te vas caminando de vuelta?» «No le harías eso a quien te ha salvado el pellejo». «Fuí yo el que te salvó mostrandote como hacerlo». «¡Tonterías! ¡No hay testigos! ¡Mis patadas giratorias salvaron a Newpoort Beach!» dijo Naldiner esbozando una franca sonrisa mientras Blake sonreía de forma más comedida satisfecho del trabajo bien hecho.
FÍN

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MONTERREY


I

Monterrey. 1.15 p.m. En el salón de la residencia de Jack Ventos. Jack Ventos sentado en un sofá vestido con un batín y bebiendo una copa de licor. De pie, dos hombres vestidos con trajes oscuros y gafas ahumadas sujetando a la fuerza a una niña semidesnuda que estaba llorando de rodillas en el suelo. «Creo que por hoy ya está bien de copas. Ahora es tu turno, niña. Enséñame que puedes hacer para animarme». «No me hagan daño… Sueltenme..» balbuceaba la pequeña mientras las lágrimas le cubrían sus lindas mejillas. «Bueno. Quizás no me sirvas para mi ahora pero tengo algunos amigos que me pagarían un buen dinerito por ti» dijo Ventos levántándose y cogiendo un mechón negro de sus cabellos largos. «¡Es hora de ir a dormir en el inframundo, escoria!» dijo un hombre vestido con un traje negro pegado al cuerpo apareciendo por una ventana blandiendo una espada cortando la vida de los dos hombres del magnate. «¡Espera, amigo! Podemos negociar» musitó el pederasta con la mirada llena de fría expectación. «No hay negocio que tratar. Sólo te espera la muerte» respondió el atacante y tras decirlo le lanzó un puñal en el corazón dejándolo en el suelo sin vida.

II

6:30 a.m. Casa de Alan. Alan estaba haciendo el amor con su novia Vanesa cuando, de repente, sonó el teléfono móvil. «¿Si?» dijo cogiéndolo con un poco de desgana. «¿Dónde? Ok. Ahí estaremos». «¿Trabajo?» preguntó Vanesa mirándole. «Si» contestó Dagger besándole en los labios.

«¿A qué hora te llamó el jefe?» preguntó Blake ajustándose las gafas. «A las 6:30. ¿Y a ti?» inquirió Alan mientras seguía conduciendo. «Después de llamarte a ti». «Es un poco pesado este jefe nuevo. Ya te iba a avisar yo». «Ya. Es un poco maniático del orden». «¡Es un poco tocapelotas!» soltó Dagger soltando una carcajada.

Comisaría de Monterrey. El teniente Gabriel Nandez está reunido en su despacho con Lance y Alan.

«La víctima es Jack Ventos, un narcotraficante y pederasta al que le seguimos la pista desde hace tiempo, y sus dos matones». «¿Por qué no lo habían detenido aun?» preguntó Blake limpiando sus gafas con un pañuelo de papel. «Digamos que tenía unos buenos padrinos que estaban situados por arriba» dejó ir Nandez mientras daba un sorbo a su café negro. «¿Y cómo los mató?» indagó Dagger metiéndose un chicle de fresa en la boca. «Con una espada». «¿Con una espada? ¿En plan samurai?» «Más bien en plan ninja. Tenemos la grabación. Ventos tiene varias cámaras en su mansión». «¿Y qué ha pasado con la niña? ¿Dónde está hora?» «Está siendo atendida por los servicios médicos».

Alan miró el pelo largo y lacio hasta la altura de los hombros del teniente. Parecía pelo de chino aunque sus ojos no estaban rasgados. No tenía barba, ni indicios de tan siquiera un día o dos. Parecía la cara de un adolescente aunque sabía que tenía cerca de los cincuenta años.

Mientras los tres policías hablaban del caso el inspector Liam Nuvik llamaba a la puerta de la casa de Alan. «¿Quién es?» preguntó Vanesa. «Soy el inspector Liam Nuvick. El jefe de su novio». Ella le miró por encima. De media altura, ni muy alto ni muy bajo, pelo canoso, con algunas arrugas en la cara y la frente. Semblante serio. Gabardina gris hasta los tobillos. Zapatos de color marrón un tanto gastados. «Muestre su placa». Nuvik lo hizo. La puerta se abrió. «Hola. Buenos días. Supongo que Dagger ya debe estar con Lance en Monterrey». «Si. ¿Qué quería?» preguntó Vanesa con un poco de desconfianza. «Sólo quería conocerla a usted». «¿A mi? ¿Por qué?» «Porque quiero que mis hombres estén con buenas parejas. Eso les ayuda a centrarse en el trabajo». «Pues ahora que me ha visto ya se puede marchar». «Si. Me marcho. Pase una buena jornada». Cuando se marchó por las escaleras el inspector Vanesa dió un resoplido y se metió de nuevo en la cama.

En la habitación de un motel de Monterrey. Alan y Blake mirando la cinta de video de Jack Ventos.

«Va embozado. Es muy difícil distingir su rostro» dijo Dagger. «Sólo se le ven los ojos» apuntó Lance ajustándose las gafas. «Lo mejor será ir a la escena del crimen y ver si podemos recoger alguna huella» dijo Dagger con resolución. «Si. Va a ser lo mejor. Llamaré a la científica» contestó Blake cogiendo su móvil.

Residencia de Jack Ventos. «Miren. Hemos encontrado un par de huellas» dijo un miembro de la policía científica. «Estupendo» masculló Dagger poniéndose las manos en la cintura. «Me las llevaré al laboratorio» apuntó Blake. «¿Qué laboratorio?» inquirió Alan desconcertado. «Al que he traído yo» contestó Lance mientras Dagger esbozaba una medio sonrisa.

«Bien, vamos a hablar un poco» dijo Alan acercándose a Mónica Satemski, la novia de Ventos. «Pregunte» soltó ella mientras sacaba un cigarrillo largo de una pitillera de lujo. «¿Dónde estaba usted cuándo asesinaron a su novio?» «En un bar musical». «¿Sola?» «Con amigas». «¿Lo pueden confirmar?» «¿Sospecha de mi, detective?» «Yo no he dicho eso». «No con palabras pero sin con hechos» contestó Satemski soltando una bocanada de humo al aire. «Satemski… ¿Es ruso?» «Polaco». «¿Qué hace una polaca con un norteamericano?» «La vida da muchas vueltas». «Y más si tienes dinero y puedes ir frecuentemente en cruceros». «Exacto». «Bueno, no me importa si era señora de compañía o princesa de Varsovia. Lo que quiero saber es quien querría ver muerto a su hombre». «Mucha gente» contestó con un tono de desprecio. «¿Sabía que era un pederasta?» «Lo sospechaba». «Y siguió con él pese a ello». «Si». «Si se hubiese separado, adiós vida de lujo y adiós cruceros, claro». «¿Cree que me conoce muy bien, detective? Pues déjeme que le diga algo. Sabía que era un cerdo sin escrúpulos pero estando a su lado podía vivir sin preocupaciones» comentó girando la cabeza y la vista a la izquierda. «¿Lo pasó mal en Polonia?» señaló Alan sentándose en una butaca frente a ella. «Hasta los 16 años viví en un orfanato donde me violaron tres veces. Después me escapé y estuve enganchada a la heroína hasta los 25 trabajando de lo que salía». Alan observó como mientras fumaba los ojos se le humedecían pero no soltó una lágrima. «La vida le hizo dura y al conocer a Ventos aprovechó la oportunidad». » Exacto». «¿Cuánto llevaban juntos?» «Cuatro años». «Sin hijos». «¿Hijos? No, gracias. ¿Por qué traer seres a este mundo repugnante?» «Volviendo al tema, ¿no me puede dar algún nombre de alguien que le tuviese muchas ganas a Jack?» Mónica apuntó un nombre y una dirección con una estilográfica de color negro en una nota de papel que sacó de su bolso. «Pruebe con él» le dijo entregándosela.

III

9:00 a.m. «Las huellas pertenecen a un tal Julius» dijo Blake. «Pues vamos a por él» terció Alan sin dejar de conducir el coche. «Ya fuí yo». «¿Y qué pasó?» «Pues que ese tal Julius es un matón de Ventos. El no es el asesino». «¿Quieres decir que lo utilizó para despistar con otras huellas». «Claro. Si te fijas en el video vestía como un ninja. Es extremadamente cuidadoso, como los ninjas». «Hasta los ninjas tienen sus puntos flacos. Lo cogeremos».

14 p.m. «Ahora vendrá el señor Mulad. Por favor, tomen asiento» dijo el mayordomo. «Gracias» dijo Alan. Estaban en una de las salas de la mansión de Gordon Mulad, el contacto que le dió a Dagger Mónica Satemski.

«Hola detectives. ¿Me buscaban?» se presentó el anfitrión llegando hasta ellos custodiado por dos guardaespaldas. «Si. Queremos hacerle algunas preguntas» empezó a decir Alan. «¿Sobre qué?» indagó Mulad apoltronándose en su sofá individual de cuero. «Sobre el homicidio de un conocido suyo: Jack Ventos». «Si. Ventos…¡Lástima su muerte! ¡Que Dios lo tenga en su seno!» pronunció juntando sus manos en forma de plegaria mientras alzaba su mirada hacia el techo. «Pensaba que estaría más alegre. Al fín y al cabo los dos se dedicaban a lo mismo». «¿Lo dice porque era un competidor en el negocio? Bueno. Ahora ya no lo es». «Queremos decirle que no estamos aquí para juzgar lo que hace con su negocio. Sólo queremos saber quien pudo matarle» terció Blake ajustándose las gafas. «Quizás los judíos. Esos cerdos son muy capaces». «¿Lo dice porque usted es musulmán?» «Si. Soy musulmám. ¡Alá es grande! Pero dejando de lado la fe, son unos ladrones en los negocios. Ya saben, los sionistas están por todas partes. Televisiones, deportes, porno, drogas…» «Pederastia…» añadió Alan. «Si. También. Por eso no los soporto». «¿Sabía que Ventos era pederasta?» «No. No lo sabía. ¿En serio? Por eso ha tenido su castigo. ¡Ahora está todo claro! ¡Azrael se ha presentado!» sentenció Mulad alzando sus manos de forma enérgica al aire. «¿Quién es Azrael?». «Es el ángel de la muerte en la religión musulmana» informó Lance. «Si señor. Es un placer ver que la policía de California tiene conocimientos de mi religión» dijo Gordon con un tono desenfadado.

«No creo que haya sido él» dijo Alan caminando por la calle. «Si. Yo tampoco lo pienso» respondió Blake ajustándose las gafas. «Me llama Vanesa. ¿Todo bien? ¿Ah, si? ¿Y qué quería? Vale. Merci por avisar. Te quiero». «¿Novedades?» «Si. Nuvik ha estado en mi casa porque quería conocer a mi novia». «¿Celoso?» «No. Dice Vanesa que deseaba ver si era una buena compañía para mi». «Como un padre». «Si. Tu te libras porque no tienes pareja». «Bueno, tengo una gata». «Es verdad. Es un caso de zoofilia» dijo Dagger esbozando una sonrisa guiñando un ojo.

23:15 p.m. En un callejón sin mucha luz hay un hombre corpulento que está penetrando analmente a una chica adolescente que lloriquea mientras le tapa la boca y con el otro brazo mantiene su cuerpo en posición horizontal encima de un contenedor de la basura. «¡Así, así, zorrita! ¡Me voy a correr en tu cara!» Justo en ese momento una espada corta el miembro viril del sujeto con una rapidez y una precisión de película. «¡Ah, cabrón! ¡Mi…!» No le dió a decir nada más porque el hombre embozado le cortó la cabeza con otro mandoble. Después llamó al teléfono de emergencias, cogió la memoria del mismo y la rompió mientras la chica sollozaba ajustándose la ropa. «Ya no te hará más daño» dijo marchándose.

Al llegar Alan y Blake acompañados por el teniente Nandez y una ambulancia vieron a la chica lloriquear en un rincón. «Somos policías. Todo está bien. No tengas miedo» dijo Dagger poniéndole una manta por encima de la espalda entregándosela a una enfermera.
Lance resopló ligeramente mientras se ajustaba las gafas.

«Ha vuelto a actuar el embozado» comentó el teniente. «Eso parece pero esta vez llegó un poco tarde» recalcó Blake. «No evitó que la violase pero si que la matase» masculló Alan metiéndose un chicle de fresa en la boca. «¿Qué edad tiene la muchacha?» interrogó el teniente a la enfermera. «17». Blake negó con la cabeza mientras cogía la chaqueta del coche para ponérsela. «Pero el embozado se lo hizo pagar caro su acto» informó Dagger indicando como el cuerpo sin vida del violador se encontraba sin pene y sin cabeza. «Eso parece. Un primer sablazo para el pito y el segundo para el cuello» registró Nandez mientras escupía en el suelo. «Yo creo que ese embozado es un héroe» dijo la enfermera con mirada condescendiente. «Puede que lo sea pero ha matado a tres personas y debe pagar por ello. Así es la justicia» argumentó el teniente con voz cansada.

Alan y Blake en el coche camino del motel. «No estaría mal dejarlo suelto» dijo Dagger. «¿A quién? ¿Al embozado?» preguntó Lance. «Si. Cumple una función de justicia social. Nosotros como policías no podemos matarlos con lo cual pueden volver a reincidir, aun después de salir de la cárcel». «Uhm. Es un tema delicado, Alan. Nosotros nos debemos a un código, a unas normas. Sino esto seguiría siendo el viejo oeste». «A mi siempre me han gustado las pelis de John Wayne» dijo Dagger guiñando un ojo mientras aceleraba.

1:40 p.m. En un piso de las afueras de Monterrey. El embozado está quitándose la ropa para darse una ducha cuando, súbitamente, escucha dos disparos en su puerta blindada. «Tengo 2 minutos para escapar» dijo consultando su reloj de pulsera. Encendió algunos interruptores. Se volvió a embozar, cogió una mochila con armas y dinero y se escapó por una puerta trasera.

IV

Casa de Dagger. 6:45 a.m. Llaman al timbre. Vanesa se despierta y se pone un albornoz para salir de la cama. «¿Quién será tan de mañana?» se preguntó caminando con cara de sueño. Al abrir la puerta no había nadie. Sólo una carta con remitente alemán para Alan. «La guardaré» dijo Vanesa esbozando una sonrisa cogiéndola mientras miraba por si veía a alguna persona. Pero nadie apareció.

8:15 a.m. En una cafetería. «Era el jefe» dijo Alan guardando su móvil. «¿Qué quería?» preguntó Blake dando cuenta de su desayuno. «Ver como nos iba el caso». «¿Le has dicho que se ha complicado?» «Le he dicho que nos queda poco para cerrarlo». «No se yo. No creo que vaya a ser tan sencillo» replicó Lance ajustándose las gafas. «Depende de lo que el embozado decida hacer hoy» afirmó Dagger dando un bocado a su bocadillo.

10:35 a.m. En una nave industrial de un barrio apartado de Monterrey. Varios hombres armados van sacando de una furgoneta a siete niñas con cara de asustadas llorando.

«Es un buen cargamento» dijo un hombre vestido con traje y gafas ahumadas esbozando una sonrisa malévola mientras tocaba las nalgas de una de ellas. De repente, el embozado apareció y lanzó dos cuchillos a dos hombres que tenía cerca. Después cogió una espada que llevaba colgada en su espalda y les cortó la cabeza. Lo hizo tan rápido que apenas se escucharon sus gemidos. Después se acercó rápidamente hacia otro que estaba custodiando un alijo de coacaína que había en una mesa y cogiendo su cabeza por detrás con sus dos manos se la giró brúscamente y cayó sin vida como un muñeco. Acto seguido sacó de la mochila que llevaba un pequeño lanzallamas y quemó las bolsas. «¡Fuego!, ¡Fuego!» gritó uno de los hombres al notarlo. «¡Mierda!» masculló el hombre de las gafas ahumadas. «¡Ya han caído tres hombres!» gritó otro. «¡Maldición! ¡Estad alertas!»

Aprovechando la confusión el embozado siguió quemando más cosas haciendo que algunos objetos y materiales acabasen detonando.

Con el humo y el calor del fuego más su traje de color negro le fue más fácil camuflarse y atacar a los hombres segándoles sus vidas con la espada.

Los hombres disparaban pero no acertaban a causa de la mala visión. «¡Esto es una puta mierda! ¡No veo un carajo!» gritó uno antes de que las llamas le alcanzasen en la cara.

Las niñas estaban muy asustadas. Dos hombres las vigilaban llevándolas hacia una esquina de la nave que estaba más despejada.

20:25 p.m. «El embozado ataca de nuevo» dijo el teniente Nandez viendo los restos que habían quedado de la nave. Alan y Blake también lo observaban.

La furgoneta era lo único que no se había quemado. Las siete niñas estaban atendidas por varios policías y personal médico. El hombre de las gafas ahumadas y todos sus hombres se hallaban muertos.

«Impresionante» dijo Dagger observado la escena. «Es alguien muy bien preparado» comentó Lance ajustándose las gafas. «Quizás de las fuerzas especiales». «Sea como fuere nos está echando un cable limpiando la ciudad de pederastas y narcotraficantes» apuntó el oficial al mando. «Desde luego» dijo Alan mascando un chicle de fresa. «¿Qué quiere que hagamos, teniente?» preguntó Blake. «Por mi pueden irse a descansar». «¿No buscamos al embozado?» consultó algo extrañado. «No». «Ha cometido un gran número de homicidios en su ciudad». «Para mi lo que ha hecho es colaborar con la policía. Ha salvado a muchas niñas y ha acabado con unos cuantos indeseables». «¿Entonces que pondrá en su informe?» «Que escapó». «Y realmente es lo que parece» dijo Dagger poniéndose las manos en la cintura.

V

Pasaron tres días y como no hubo más incidencias ni notícias del embozado, Alan y Blake regresaron a casa.

Casa de Dagger. «¿Qué tal todo? ¿Vino a darte la paliza otra vez mi jefe?» preguntó Alan besando a Vanesa. «No. ¡Gracias a Dios! Pero hay algo para ti» respondió sonriente. «¿Algo bueno?» «Eso espero» dijo entregándole la carta.

«Vaya, vaya…» habló mirándola alegre. «Parece que alguien de la familia me ha dejado una herencia». «¡Eso es genial!» exclamó Vanesa abrazándole contenta. «Si. Pero no es dinero». «¿Ah, no? ¿Y qué te ha dejado?» «A su perro, un pastor alemán de tres años llamado Tor». «Bueno, será nuestro hijo adoptivo» contestó animada. «¿Hijo adoptivo? ¡Te voy a dar hijo adoptivo!» gritó Alan soltando la carta haciéndole cosquillas. «¡Ah, noooo! ¡Suéltame! ¡Tramposo! ¡Ja, ja, ja!» repuso Vanesa queriendo escapar risueña.

FÍN

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SANTA CLARA

Santa Clara

I

Santa Clara. California. 9 a.m. Alan y Blake están reunidos con el teniente Constantine Rile en una cafetería.

«La víctima es Klaus Farman, un profesor de lengua jubilado de la Universidad de Santa Clara. Sabemos cómo lo mataron: con varios golpes contundentes de un objeto pesado en la cabeza. Sólo nos falta saber quién fué». «Y ahí es donde comienza nuestro trabajo» apuntó Dagger. «Eso es» confirmó el teniente mientras se tocaba con su mano izquierda un anillo con una cara de una calavera puesto en el dedo anular de su mano derecha. «Tienen fama de trabajar de forma rápida y eficaz. ¿En cuánto tiempo calculan poder cerrar este caso?» «En 48 horas» manifesó Lance ajustándose las gafas. «Bien. Eso es lo que me imaginaba. Sigan desayunando. Buenos días» dijo el teniente levantándose de su silla. «Buenos días» repuso Alan de forma cordial.

«¿Te has fijado en su anillo?» interrogó Blake caminando por la calle mientras se sacudía algunas miajas de pan de la camisa con las manos. «Si. Un tipo curioso. Debe ser ‘heavy'» espetó Alan haciendo una mueca divertida con la boca. «Es muy posible porque también llevaba ropa oscura y el pelo un poco largo». «Un poli moderno. -espetó Dagger alegre- Vamos a ver a la madre de Farman. A ver que nos dice».

Casa de los Farman. Alan , Blake y Calarissa Farman en el salón tomando un té sentados. «Nos dice que su hijo no tenía enemigos que usted sepa» dijo Dagger aproximando condespacio su taza a su boca. «No. Por Dios. Claro que no. Klaus era un magnífico profesor y un ejemplar, fiel y devoto cristiano». «¿Tenía pareja?» inquirió Lance ajustándose las gafas. «Tenía compañera de trabajo pero su labor docente y sus deberes religiosos le ocupaban mucho de sus tiempo, ¿sabe?» «Claro. Me lo imagino». «¿Nos deja ver la habitación de su hijo?» preguntó Alan. «Si. Pueden ir a verla. Es la segunda a la derecha yendo por ese pasillo». «Gracias».

«¿Has visto los vinilos de Elvis que tenía?» preguntó Blake mostrando uno. «Ya te digo. Un fan del rey» replicó Dagger divertido. «He encontrado una tablet» informó Lance ajustándose las gafas. «¿Lo puedes hackear?» «Sin problema». «No lo dudaba» comentó Alan señalando con su dedo índice de su mano derecha a su colega.

«He encontrado algo interesante. Hay unos cuantos mensajes a una mujer en los últimos días» comentó Blake. «¿Mensajes? ¿De qué tipo?» preguntó Alan dando cuenta de su plato de comida china. «Parece una mezcla de trabajo y cita. Él insistía mucho en quedar» informó Lance dando un bocado a su rollito de primavera. «Pues tenemos que ir a verla. Sin falta». «Eso es lo que pensaba yo también».

«¿Es usted Maggie Gint?» preguntó Alan mostrando su placa. «Si. Soy yo». «¿Podemos pasar?» «Si. Pasen».

«¿Estamos investigando el homicidio de Klaus Farman? ¿Eran compañeros en la Universidad, no?» «Si. Del mismo departamento». «¿Sabía si tenía algún enemigo?» intervino Blake ajustándose las gafas. «No. Era muy tranquilo». «¿Le ha sorprendido su muerte?» «Si. Claro. No es lo que esperas saber al levantarte por la mañana. Ya me entienden». «¿Dónde estaba ayer cuando sucedió el homicidio de su compañero?» terció Dagger. «Fuí de compras y después al cine». «¿Alguien lo puede confirmar?» «¿Sospecha de mi, detective?» «Sospechamos de todo el mundo hasta que se sepa la verdad». «Pues nadie le podrá confirmar mi versión porque no vía nadie familiar». «Entonces está sin coartada». «Eso es. Depende de ustedes creerme o no». «En eso tiene toda la razón».
II

8:30 a.m. «Creo que habríamos de seguir a Maggie Gint» dijo Blake. «Estoy contigo compañero» respondió Alan abriendo la puerta del coche.

Lance y Dagger estuvieron siguiéndola durante casi todo el día. Fue a trabajar, a comprar comida al super y a una lavandería.

«O nos hemos equivocado o sabía que la seguíamos» sugirió Alan con cara de decepción. «La paciencia siempre da sus frutos» dijo Lance viendo como Maggie abría el maletero y envolvía una llave inglesa para después lanzarla a un contenedor de basura diferente al que estaba cerca de su casa.

«Tu paciencia nos va a hacer sacar petróleo de esa llave inglesa» masculló satisfecho Dagger. «Eso espero» apuntilló Blake viendo como la mujer se marchaba a su casa mirando si había alguien observándola.

«Tenemos visita» dijo Alan viendo como una chica se acercaba hacia el banco donde en aquel momento estaban sentados los dos detectives.

«Hola. Me llamo Daisy» «Hola Daisy. ¿Querías algo?» «Si. Puedo ayudarles con el caso de mi tío». «¿Quién es tu tío?» «Klaus Farman». Al decirlo Dagger y Lance se miraron por un momento al unísono. «Está bien, Daisy. Vayamos a aquella cafetería a hablar».

«Tu dirás» encetó Dagger. «Si. Creo que se quien mató a mi tío». «¿Ah, si? ¿Quién fue?» preguntó Alan dando un mordisco a su ensaimada y después beber un trago largo de café. «Maggie Gint». Alan y Dagger se volvieron a mirar.

«¿Por qué crees que ha sido ella?» interrogó Lance mientras disolvía el azucar con la cucharilla en su taza de infusión. «Bueno. Es un poco raro todo…» «Si que lo es». «Creo que ha sido ella porque mi tío salía a veces con ella y porque tiene gustos oscuros». «¿Quién tiene gustos oscuros?» «Ella». «¿Y cuándo dices que salían a dónde solían ir?» «Al cine, a museos, a ver exposiciones, cosas de profes». «Claro. ¿Y cuales son esos gustos oscuros que dices que tiene?» «La magia negra y su mundo. ¿Han estado en su casa?» «Si». «Pues han de volver. Su habitación está llena de cosas satánicas». «¿Y tú cómo lo sabes? ¿Has estado con ella?» «Si. Un día que acompañé a mi tío porque había quedado con él para que me llevase al médico. Pedí ir al servicio y, después de ir, me colé en su habitación. Para curiosear. Ya saben. Cosas de mujeres». «Si. ¿Y ella lo vió?» «Creo que no». «¿Tienes miedo? ¿Quieres que te pongamos una escolta?» «Pues si me la ponen no les diré que no» contestó Daisy dando un sorbo a su vaso de zumo de naranja.

Es de noche. Alan y Blake montados en el coche. «hay que pedir una orden de registro al juez» dijo Dagger. «Si. Mañana a primera hora la tendremos» comentó Lance mandando un mensaje a través del móvil.

Mientras tanto, Maggie Gint, vestida con una túnica negra de seda, realizaba un ritual de magia negra en la habitación de su casa con una foto de un demonio presente.
III

9:00 a.m. Casa de Maggie Gint. «Buenos días. Traemos una orden de registro. ¿Sabe lo que es?» dijo Alan entrando. «Si. Lo se.» «Pues eso está mucho mejor. Usted vaya haciendo sus cosas. Nosotros haemos las nuestras». «Muy bien».

«No parece muy sorprendida» observó Blake ajustándose las gafas. «Debe ser que ya se lo olía». «Puede ser eso o puede ser que tenga una mentalidad psicópata». «Pronto lo sabremos».

Durante el rato que los dos detectives estuvieron registrando las cosas la anfitriona se dedicó a realizar tareas de limpieza por la casa.

«Desde luego a la mujerle va la magia negra» dijo Alan mostrando varios libros de rituales satánicos. «Y aquí hay más cosas» añadió Blake mostrando varias velas rojas y negras. «Con lo bonitas que son las velas blancas de toda la vida» comentó Dagger diciendo que no con la cabeza. «Parece ser que estava llevando una doble vida». «Si. Una vida doble vida falsa. Como Leonardo Dicaprio» soltó Alan. «¿Qué pasa con él?» inquirió Lance ajustándose las gafas. «¿No lo sabes? Pues que va de defensor mundial del medio ambiente y luego se monta en un avión privado que suelta un chorrazo de contaminación para ir a bucar un premio por su buena labor». «Todo un ejemplo para la humanidad». «Si. Se podrían juntar los dos».

Cuando los dos detectives estaban a punto de marcharse escucharon unos ruidos extraños. «¿Has oído?» preguntó Alan. «Si. Parece que los hijos de los vecinos están jugando» contestó Blake mientras limpiaba sus gafas. «Eso parece. Sólo que no hay vecios. Es una casa unifamiliar sin nadie alrededor». Lance se ajustó las gafas serio mientras veóa como su compañero desenfundaba su arma.

Antes de darse cuanta ninguno de los dos se vieron atacados por cuatro enanos oscuros con ojos rojos. «¿De dónde han salido?» preguntó Alan disparando. «No se. Aparecieron sin más» respondió Blake dando un puntapié a uno a la vez que echaba mano de su pistola. De los cuatros sólo quedaban tres con vida. «Dos para mi y uno para ti» terció Dagger. «Me parece bien» corroboró Lance. Los tres enanos volvieron a atacar pero esta vez lo hicieron empuñando unas pequeñas dagas. «¡Aah! ¡Será cabrón, el enano!» masculló Alan viendo como le sangraba el brazo derecho. «Yo ya he finiquitado mi parte» anunció Blake dando dos balazos en la cabeza al enano que había atacado a su colega. «Vale. Ahora me toca a mi» dio Alan dando un certero balazo a un enano en la frente. Sólo quedaba uno. «Ven aquí pequeñín». El enano lejor de acobardarse cogió otra daga de tal manera que empuñaba dos. Una la lanzó al aire y Dagger la esquivó. Cuando se dispuso a lanzarse a por el detective este le propinó una fuerte patada a la media vuelta en la cabeza que lo dejó en el suelo estampado. «Bena patada» dijo Lance. «Gracias. De algo me tiene que servir ser un fan de Bruce Lee» constestó Alan esbozando uan medio sonrisa guiñando un ojo.

«Maggie Gint no está» dijo Blake ajustándose las gafas. «Se habrá escapado mientras nos atacaban los enanos. Vamos a ver si nos dice algo este que aun está vivo». El enano estaba atado de manos y pies recostado contra una pared. «Dinos para quien trabajáis y porque querías matarnos». «Creo que no es muy hablador» puntualizó Lance viendo como el enano ponía una expresión de desprecio y burla al mismo tiempo. «Bueno enanito. Bueno, e-na-ni-to – pronunció Dagger cogiendo de forma triunfal un soplete con una llama de fuego ardiendo- Tienes tres segundos para empezar. Después, serás parte de la barbacoa de esta casa». El enano seguía con la misma expresión sin inmutarse. «Comenzamos la cuenta. Uno…». «No tiene pinta de que vaya a contarnos nada» observó Blake mirando con cierto desaliento al enano. «Dos…» «Creo que no son seres que razonan. Son como criaturas de alguien que las ha creado con un fín determinado». «Tres… Se acabó la cuenta» sentenció Alan disparando a la cabeza a la criatura. Cayó fulminado sin vida en el acto. «Y ahora la barbacoa. A tomar por culo. Cabrón» dijo con enojo Alan quemando el cuerpo inerte en el suelo con el soplete.

«¿Cómo sabes dónde está?» preguntó Blake extrañado subido en el coche. «Porque al llegar le puso un localizador» contestó Alan guiñando un ojo mientras conducía. «Que buena idea». «Si. Ahora ya no se nos escapará más».

Maggie Gint estaba en las afueras de la ciudad. Había bajado de un coche y estaba tirando una bolsa de basura negra en un contenedor. «No se esfuerce tanto. Se va a cansar» dijo Alan saliendo acompañado por Lance. «¿Están vivos?» «Si. Los enanos no eran tan cabrones como se pensaba. Tendría que haber utilizado más». «Si. Tal vez.» «Bueno. Deje la bolsa y vaya poníendose estas esposas. Son de su talla». «No. No pueden cogerme. La noche es mi aliada». «Ya. Lo que usted diga». «A mi me gustaría saber porque mató a su compañero» intervino Blake. «Oh. No fue nada personal. Sólo formaba paerte de un ritual de poder». «Ah, bueno. Entonces todo está bien. Vaya chalada» masculló Alan mascando un chicle de fresa con la boca. Maggie le lanzó una mirada llena de odio. Después puso sus manos en los bolsillos de su abrigo y les lanzó varios escopiones. «¡Maldita sea la tía loca!» gritó Alan esquivándolos. «¡Se escapa de nuevo!» gritó Lance mientras se sacaba de encima un par de escorpiones que se habían encaramado a sus pantalones. «No irá muy lejos» dijo con seguridad Dagger cogiendo su pistola. Apuntó y le disparó en la pierna derecha. Maggie Gint dió un alarido y se quedó por un instante con una pierna doblada. Después se incorporó y continuó caminando cojeando. Alan volvió a disparar, esta vez, a la otra pierna. «Ahora si que ya no se escapa» sentenció Blake ajustándose las gafas.
IV

9 a.m. En una cafetería. Constantine Rile, Alan y Blake desayunando. «Han acabado haciendo su media. Enhorabuena». «Gracias teniente» dijo Alan sonriendo. «Quien iba a pensar que la doctora Gint iba a ser la responsable. La vida da muchas vueltas». «Así es» comulgó Blake con el oficial dando un sorbo a su taza de café. «No pierda la bolsa negra. ahí está el aerma homicida» apuntó Dagger. «Descuide. Está a buen recaudo. Quería hacerles otra pregunta antes de que se marchen». «Dispare». «¿Qué pintan en todo éste caso los cuatro enanos?» «Creemos que eran esbirros de Maggie Gint» informó Lance. «Esbirros. Vaya. Enanos de una psicópata de la magia negra». Eso es». «Bien. No les retengo más. Pasen un buen día y disfruten de su camino a casa». «Gracias señor. ¿Usted que hará ahora?» preguntó curioso Alan. «Hoy tengo fiesta. Iré a ver un concierto de unos amigos que tengo y me han invitado». «Disfrútelo». «Ya lo creo» respondió Rile haciendo un saludo con dos dedos de su mano a manera de despedida.

«Quizás deberíamos pedirnos unos días de fiesta, ¿no crees?» preguntó Dagger mientras se ponía la chaqueta. «Si. Dos semanas, al menos» contestó Blake abriendo la puerta del lado del oche por donde subía. «¡Mejor tres!» anunció alegre Alan sonriendo guiñando un ojo mientras el sol comenzaba a iluminar y calentar la ciudad de Santa Clara.
FÍN

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EL LOBO NEGRO DE SARTOR


I
Esta historia comienza en una aldea de las afueras del reino de Sartor. La noche cubría el cielo mientras la luna menguante hacía su visita tímidamente. Falmar, un bandido joven vestido con una armadura ligera de color negro y gris y pantalones verdes oscuros acompañados con botas negras, aguardaba a su presa sujetando sus dos espadas cortas con sus manos presto para atacar.

Falmar tenía el pelo negro despeinado con algunos mechones que parecían ir a su aire. Su rostro estaba tapado desde la nariz hasta la barbilla con un pañuelo de tonos oscuros. Su mirada estaba llena de energía y atención lista para captar cualquier acontecimiento.

De repente, torciendo la curva del camino de tierra bordeado por los árboles del bosque apareció un carro con dos mulas y un cochero. En la parte posterior llevaba tres cajas de madera encima de las cuales había otro hombre pelando una naranja.

Falmar esperó un par de segundos para tenerlos más a tiro. Después, con una celeridad que dejó a los dos hombres sobresaltados, atacó con sus espadas y en tres saltos dejó a ambos en el suelo malheridos. «¡Maldito seas, bandido!» gritó uno tocándose su brazo derecho sangrante. Iba a decir algo más pero Falmar le propinó un golpe en la cabeza y cayó al suelo sin sentido. El otro no se atrevía a decir nada. Sólo miraba su hombro izquierdo herido y a la naranja que pelaba antes, en tierra, desperdiciada. «Vete» ordenó Falmar. El hombre se levantó sumiso y se marchó corriendo asustado.

Cuando el hombre del carro desapareció de la vista, Falmar abrió las tres cajas. En una habían licores, en otra fruta variada y en la tercera pan y queso. «Hoy cenaré como un rey» dijo enfundando sus espadas en su espalda.

II

El sol hacía un par de horas que se había alzado. Falmar caminaba por las calles de una aldea . Las casas eran pequeñas y de una planta. Estaban construidas a base de piedra y barro. Habían varios comerciantes ambulantes vendiendo comida y un pequeño grupo de mujeres y ancianos comprando o, simplemente, curioseando. Pero había alguien que rompía ese cuadro humano. Se trataba de una arquera con el pelo largo moreno y ojos verdes que sentada en el borde de una baranda contaba sus flechas mientras no perdía de vista a los comerciantes.

Falmar se disponía a proseguir su camino cuando observó como la chica se preparaba para atacar con su arco a alguien que estaba entre los aldeanos. «¡Compren sandías! ¡Sandías ricas, ricas!» vociferaba un vendedor. «¡Panes recién hechos! ¡Panes calientes!» anunciaba otro. «¡Vino y quesos! ¡Vengan a probarlos!» decía un tercero.

De pronto, se escuchó el silbido de una flecha y un hombre cayó al suelo moribundo con la flecha clavada en el corazón. Al verlo las personas comenzaron a correr asustadas gritando. Sólo se quedó entre el gentío Derfal, el elfo arquero que había visto el suceso con mirada impávida . «Te hacía muy lejos de aquí» dijo la chica acercándose. «Yo también te hacía muy lejos de aquí, Gerfil. -repuso el elfo- ¿Un enemigo?» «No. Sólo trabajo». «¿Daban buena recompensa?» «Si. Ahora iré a cobrarla. Acompáñame si quieres. Recordaremos nuestras aventuras». «Claro» repuso Derfal esbozando una breve sonrisa con la comisura de los labios.

Falmar los siguió.

III

«¿Recompensa? De eso se ocupan en otro sitio. Quizás en palacio» dijo un hombre gordo vestido con una casaca marrón y un collar de diamantes falso. «¿Y qué hago con el muerto?» «No se. ¿Un puchero?» soltó dando una seca y falsa carcajada. Gerfil lo cogió por la casaca con una mano y lo sacó de detrás del mostrador tirándolo al suelo. «No me gustan las bromitas cuando hablo de trabajo. ¿Comprende?» «Si… Si…Señorita…» respondió miedoso el hombre el cual había comenzado a sudar. «¡Qué peste! ¡Vámonos de aquí, Derfal!»

Cuando salieron de la casa del hombre gordo el cielo comenzó a nublarse. «LLoverá en muy poco rato. Las nubes son oscuras» terció el elfo. «Puedo ayudaros a cobrar la recompensa» les comentó Falmar apareciendo ante ellos. «¿Quién eres?» interrogó la chica con desconfianza. «Me llamo Falmar». «¿Y qué quieres a cambio de tu ayuda?» «Una tercera parte del oro». «Sigue soñando». «No lo volveré a repetir. Mi oferta es la que es» declaró el joven con tono seguro desapareciendo tras tirar al suelo una pequeña bolsita al suelo la cual se convirtió en una nube de polvo.

Después de alejarse de los dos compañeros, Falmar entró en una casa de piedra medio derruida. «Yo no entraría ahí, forastero» manifestó un hombre que llevaba en su mano una jarra de cerveza. «¿Por qué?» «Porque pasan cosas. Ya sabe… Sobretodo de noche». «Dice eso porque está borracho». «No. Lo digo porque es la verdad» contestó marchándose caminando sin mucho equilibrio.

Al llegar la noche Falmar se tumbó en el suelo con la intención de dormir utilizando una bola de ropa que encontró como almohada.

En las primeras horas no ocurrió nada y pudo dormir muy bien pero al llegar las tres de la madrugada comenzó a escuchar golpes en una pared. Se despertó y fue a ver que pasaba llevando sus dos espadas. No vió a nadie. Se dispuso a volver a dormir. Pero volvieron a escucharse golpes en la pared y, también, un par de carcajadas acompañadas de murmullos; como si cuchicheasen dos o tres personas. «¿Quiénes sóis?» preguntó empuñando sus espadas puesto en pie con mirada desafiante. Nadie contestó y los golpes y las risas volvieron. Pero hubo algo nuevo esta vez; poco a poco se fue dibujando una palabra en el suelo. «VETE» decía con letras mayúsculas. «No me iré. Necesitareis mucho más que ruiditos y palabras escritas en el suelo para echarme de aquí.Los ruidos siguieron pero Falmar durmió el resto de la noche como un angelito sin inmutarse.

IV

«¡Viene el mago del fuego! ¡Viene el mago del fuego!» gritaban los niños por la calle. Caminando tranquilamente rodeado por una turba de niños y jóvenes marchaba un hombre joven de pelo moreno largo hasta los hombros vestido con una túnica de color rojo fuego ajustada con un cinturón negro. Sonreía a su paso saludando a todo aquel que le saludaba con especial atención a los pequeños y a las mujeres.

«¿Quién es? ¿Lo conoces?» preguntó Gerfil curiosa. «No lo conozco. Sus obras hablarán por él» respondió Derfal.

«¿Es verdad que puedes crear fuego de la nada?» preguntó un hombre barrigudo con unos mofletes destacados. «Puedo crearlo. Si» respondió el mago. «Quiero verlo entonces». «¡Sí, sí!» gritaron los niños al unísono. Antes de darle tiempo a contestar un carruaje conducido por cuatro caballos entró irrumpiendo entre los aldeanos. Todo eran gritos y caras de susto. El mago abrió su mano formando una bola de fuego. Después la lanzó contra el suelo justo delante mismo de los equinos. Estos se asustaron y frenaron y con ellos, el carruaje.

Todo el mundo se había agolpado alrededor del carruaje, un carruaje sin conductor. O mejor dicho, con un conductor esquelético. Sólo los huesos de un cadáver estaban en el lugar del supuesto personaje. «¿Quién ha enviado este carruaje?» preguntó Gerfil acercándose. «Alguien que quiere enviar un mensaje» apuntó el elfo. «O alguien que tuvo un mal día por el camino» sugirió el mago. «He visto tu poder. Controlas el fuego. ¿cómo lo haces?» «Eso son secretos de mago». «Claro. ¿Y por cuánto oro me los enseñarías?» «No lo enseño por oro. Ser un mago es una gran responsabilidad. Y cuanto más poderoso es el mago, más responsabilidad». «¿Tu eres poderoso?» «Es mejor que no responda a tu pregunta». «¿Por qué?» «Porque diga lo que diga no me creerás». «Tiene razón» «Gracias. Deberías sentirte afortunada por tener un amigo de los bosques» dijo el mago alejándose saludando con la mano. «Dime tu nombre antes de irte». «Me llamo Rilden».

«¿Conoces a un mago que se llama Rilden?» «No. ¿Por qué lo preguntas?» inquirió Falmar. «Porque hoy lo hemos conocido. Es un mago que sabe controlar el fuego. Acaba de llegar hoy». «¿Has pensado en mi oferta? ¿Quieres aceptarla?» «Si. La aceptamos. Al fín y al cabo no conocemos a nadie aquí». Falmar esbozó una media sonrisa mientras la miraba.

«Curiosa gente la de éste lugar» se dijo para sí mismo Rilden. Justo al acabar de decirlo se cruzó con él un hombre bajito y cabezudo. Un enano pero no tan pequeño. Un ser que tenía un aire a enano. Valga la redundancia. El ser menudo y cabezón se lo quedó mirando unos segundos. Después prosiguió su marcha viendo como tres buitres revoloteaban por el cielo.

«Va a llover» dijo Derfal observando el cielo nublado. «Pues habrá que buscar refugio». «¿Por algunas gotas buscáais refugio?» preguntó Falmar. «Si tu quieres mojarte puedes seguir a la intemperie».

Mientras esperaban refugiados bajo el techo de una antigua casa derruida se escucharon voces de personas gritando. «¿Qué pasa ahora? ¿A qué vienen esos gritos?» preguntó Gelfir. «Orcos» dijo Falmar desenvainando sus dos espadas. «Los orcos están atacando la aldea» corroboró el elfo tomando su arco.

«¡Menos mal que tenemos al mago!» dijo una mujer contenta de ver a Rilden haciendo frente a tres orcos con sus bolas de fuego. «¡Maldito seas hechicero! ¡Muere!» gritó uno atacándole con una daga. «¡Serás tu el que se va a ir ahora mismo a la casa de Hades!» replicó Rilden desintegrándolo con una bola de fuego lanzada con su mano izquierda.

«Estos orcos… ¿de dónde demonios han salido?» preguntó Gelfir mientras luchaba con uno. «No lo se. Y eso me extraña. Es algo inesperado» contestó Derfal soltando una flecha con su arco que atravesó el corazón de otro. Por su parte, Falmar avanzaba enfrentándose sin tregua con los orcos que le salían al paso blandiendo sus dos afiladas espadas. «¡Matad al mago! ¡Matad al elfo! ¡Una bolsa de oro por sus cabezas!» gritó el capitán de los asaltantes. Pero por mucho que arengaba con éstas palabras no podían vencer a los tres guerreros y al mago que luchaban juntos hasta que al final optaron por retirarse no sin antes maldecir a sus oponentes unas cuantas veces.

V
«¿Tres guerreros y un mago os vencieron?» preguntó el brujo Sarkras mirando serio al mensajero orco. «Así es, mi señor». «Un mago que tenía poder sobre el fuego, dos humanos y un elfo». «Si».

«No esperaba que la notícia de la victoria sobre los orcos llegase hasta la corte» manifestó Rilden. «Yo sólo soy un emisario del rey Norkos. Y en su nombre os agradezco el que liberaseis la aldea de esas inmundas bestias aun no siendo vuestro hogar» contestó Gartzen.

«Por qué debería ayudarte a atacar esa aldea. ¿Por qué quieres provocar al rey de Sartor?»preguntó Ordok, el líder troll, a Sarkras. «Porque ganarías tierra, esclavos y piedras preciosas» respondió el brujo mostrándole una bolsa llena de rubíes y esmeraldas. «Uhm. Me has convencido, brujo. ¡Arrasaremos con mis tropas a los débiles humanos!»

Cuando el grupo de Falmar se dispuso a seguir con sus respectivos quehaceres observaron como una horda de trolls bajaban por las faldas de las montañas portando mazas,hachas y antorchas. «¡Trolls!» dijo el elfo alertando a los demás. «¿Es que no se cansan de atacar a la aldea hoy?» preguntó Gelfir con tono cansino. «A mi me queda fuego para rato» comentó Rilden esbozando una sonrisa divertida. «Aguantad hasta que vuelva con la caballería del rey. Voy a pedir ayuda» dijo Gartzen.

Al llegar los trolls se enzarzó un combate muy duro, mucho más que cuando atacaron los orcos.

Más fuertes, más grandes y más fieros, los trolls arrasaban con todo y no tenían piedad de nadie. Muchas casas fueron destruidas y muchos habitantes cayeron malheridos. De los cuatro guerreros sólo Rilden y Derfal no tenían lesiones. Gelfir tenía una herida sangrante en el brazo derecho y Falmar había sido herido en la espalda con un hacha bicéfala. «¡Continuad! ¡Continuad quemando todo a vuestro paso!» mascullaba Ordok blandiendo un hacha con su mano derecha y una antorcha encendida con la mano izquierda.

Todo parecía perdido. Rilden y Derfal, la defensa más poderosa del grupo, tenían que vérselas con tres y hasta con cuatro trolls a la vez. Demasiado para cualquiera incluso para un mago rojo poderoso y un arquero elfo letal. Entonces fue cuando, perdida toda esperanza, llegaron cuatro elfos blandiendo cada uno dos espadas. Tenían todos el pelo largo de color azul y la mirada llena de fuerza. Sus armaduras eran poderosas y, al mismo tiempo, ligeras. Nada más más llegar al campo de batalla, atacaron la retaguardia troll causando verdaderos estragos. «¡Malditos comehierbas! ¿De dónde han salido?» maldijo Ordok presa de un odio terrible. «La balanza se equilibra» manifestó Derfal viendo como luchaban los cuatro elfos. «¿Son amigos tuyos?» preguntó Rilden. «Son elfos azules. Los guerreros elfos más poderosos de mi pueblo» replicó con orgullo el elfo. Y realmente lo eran porque desde su llegada hacía muy poco habían equilibrado la contienda. Los trolls se hallaban desconcertados al ver la fiereza y el poder de los recién llegados. «¡Arrancadles esa maldita cabellera azul a esos miserables! ¡Demostrad nuestro orgullo troll!» arengaba Ordok.

El día comenzaba a declinar. Los primeros indicios del ocaso llegaron y con el la caballería de Sartor. Decenas de caballeros armados con lanzas y fuertes armaduras haciendo sonar sus trompetas.

«¡Retirada! ¡Retirada! ¡Retirada!» gritó el líder troll al ver el nuevo panorama. Pero pese a su advertencia muchos de los suyos cayeron. Sólo se salvaron unos pocos llenos de heridas sangrantes por todos lados.

VI

Palacio real de Sartor. Basclos, capitán de la caballería, y el rey Megarzan I.

«Haced entrar a los cuatro guerreros» ordenó el monarca a un par de guardias reales. «Aquí están, alteza». «Bien. Retírate».

De repente, estando todo el mundo en silencio, se escucharon sonar las tripas de Gelfir. «Lo siento, alteza. Es que llevo casi dos días sin comer». «Que traigan comida ahora mismo. Mientras traen la comida, hablemos» comenzó el monarca su discurso comenzando a caminar lentamente por la sala.

«No me andaré con rodeos el motivo de traeros hasta aquí es para agradecer vuestra ayuda. Sartor es rica en oro y en los productos de la tierra. Podéis coger de ambas cosas sin reserva. Es lo menos que puedo hacer por vosotros y vuestra generosa ayuda defendiendo a mis súbditos de las orcos y los trolls».

«¡Gracias, alteza!» respondió la chica risueña.

«Ahora hablemos de algo más importante. Él es Basclos, capitán de la caballería de mi reino. Ha visto como luchabáis y también como luchaban esos elfos de pelo azul. Dice que son unos formidables guerreros. Juntos podemos repeler a esos indeseables lejos de aquí».

«Con vuestro permiso, alteza – intervino Basclos -. Sabemos que hay varios campamentos orcos comandados por hechiceros así como un par de enclaves trolls en las montañas. Nuestros jinetes son fuertes en el llano pero lentos y poco efectivos en bosques y montañas. Lo que propongo es que vosotros junto a vuestros amigos elfos hagais salir a esas inmundas criaturas a un terreno llano para así nosotros reducirlos rodeándolos con nuestros arqueros y caballeros».

«Aun logrando materializar esa idea seguimos siendo inferiores en número – repuso Derfal-  Nosotros contamos con siete guerreros y un mago. Es muy poco para hostigar a sus tropas tan numerosas».

«¿No podeis hacer que vengan más elfos a luchar?» sondeó Megarzan I.

«Hablaré con ellos. Pero nada es seguro».

«Eso es tener una esperanza y la esperanza es todo lo que necesitamos ahora. Pero basta ya de hablar de batallas. Comamos».

«¡Bien!»dijo con entusiasmo la arquera viendo como Falmar la miraba como a una loca sin modales.

VII

Nada más comenzar a brillar el alba el ejército de Sartor comenzó a prepararse para salir a la batalla. Los jinetes de Basclos llegaban a decenas desde todas las direcciones pero también lo hacian lanceros y arqueros. El rey Megarzan I contemplaba el despliegue serio.

«¿Qué te han dicho? ¿Vendrán?» preguntó Gelfir. «Si pero una cantidad pequeña» contestó Derfal. «¿Cómo de pequeña?» «De treinta arqueros». «¡Uh, que poco!» «Si». «¿Ya lo sabe el rey? ¿Se lo has dicho?» «Si». «Ya. Ahora comprendo porque tiene esa cara…».

Pese a no contar con las fuerzas esperadas el plan siguió su marcha. Los elfos y los siete guerreros se internaron entre las fuerzas enemigas para provocarles y atraerlos hacia el campo abierto donde les esperaban los arqueros y la caballería.

Sarkras, el mago oscuro que lideraba a los orcos no se fiaba de los humanos de Sartor y de su rey así que, además de enviar a sus tropas orcas, envió a los trolls de las montañas y también a unas cuantas decenas de espectros los cuales sólo eran vencibles utilizando la magia.

«Están utilizando espectros» informó el elfo al rey. «¿Espectros? No tenemos más magos que Rilden, el mago rojo» se lamentó el monarca. «Yo puedo convocar cinco magos» dijo Falmar. «¿Acaso sois un nigromante?» «No. Pero me deben algunos favores de tiempos pasados» respondió el chico esbozando una media sonrisa. «Toda ayuda mágica será bienvenida».

Los cinco magos que convocó Falmar eran tres magos blancos y dos azules. Los blancos dominaban la luz y el aura protectora mientras que los azules tenían control sobre el agua y los vientos.

«¡Magos!» gritaban los orcos asustados. Efectivamente, los cinco magos hacían más estragos entre los propios orcos y los espectros que todos los jinetes juntos de Sartor.

Sarkras se encendió lleno de cólera. «¡Traidores! ¡Váis a pagarlo caro, gusanos del lodo verde!» Y sin decir nada más se marchó al interior de una cueva para, después, al poco rato, salir liderando una manada de hienas gigantes con los ojos rojos.

«Dejadnos las hienas a nosotros» dijeron los elfos con confianza. Y pese a que eran básicamente buenos arqueros desenvainaron sus espadas y mezclando la flecha y el mandoble certero fueron acabando lentamente con las fieras.

«¡Ríndete, Sarkras! ¡Ya nada más puedes hacer!» gritó Megarzan I. «¡Aún me queda una cosa más antes de marcharme!» respondió soltando una carcajada macabra. De repente desapareció y volvió a aparecer delante del monarca. Sus ojos negros miraban a los de su acérrimo enemigo. «Mi regalo final» susurró levantando su cetro en el aire dejando descargar un rayo en el cuerpo del soberano. Al instante sus ojos se volvieron blancos y cayó fulminado sin vida en el suelo mientras Sarkras desaparecía riendo con malicia.

Así fue como la victoria sobre los orcos y las fuerzas negras que hostigaban Sartor se empeñó con la fatídica muerte de su rey.

EPÍLOGO

El nuevo rey fue Basclos I, el antiguo capitán de la caballería. Su reinado estuvo lleno de una paz larga gracias a la cual el reino de Sartor prosperó mucho y sus pobladores fueron bastante dichosos después de una época oscura.

Sarkras quedó como un lejano mal sueño al que llamaban el lobo negro de Sartor.

Respecto a que fue de los guerreros y el mago se dice que Gelfir y Derfal se fueron a pasar una larga temporada con los elfos, de Rilden se dice que continuó su peregrinaje aventurero en solitario ayudando allá donde era llamado y Falmar renunció a su vida de bandido por una nueva: la de capitán de la tropa fronteriza de Sartor.

FÍN

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LA CASA VERDE

LA CASA VERDE

I

Las cinco luces de la farola de la pequeña casa de dos plantas irradiaban una luz verdosa parecida al color de los árboles del bosque que había alrededor. Como era de noche, estaba perdido y tenía mucha hambre, el joven August llamó a la puerta.

«¿Quién es?» se escuchó preguntar a una voz de hombre desde dentro de la casa. «Un joven que se ha perdido en el bosque y se muere de hambre. ¿Puede darme cobijo, por favor?» Sin decir nada, el hombre abrió la puerta. «Gracias señor. Me llamo August». «Yo me llamo Bergen» respondió el hombre cerrando la puerta tras de si. Después, desapareció detrás de una cortina y apareció de nuevo acompañado por una muchacha joven de cabellos dorados con un fino collar de esmeraldas la cual traía una olla de guisado. «Hola August. Yo soy Manisha. Hija de Bergen. Puedes comer con nosotros. Si te gusta lo que he preparado» se presentó la muchacha esbozando una breve pero sincera sonrisa. «Seguro que me gustará. Muchas gracias» correspondió satisfecho y alegre August.

Después de cenar, Manisha comenzó a bailar. Bailaba con una gran dulzura y encanto pero el joven no entendía como bailaba así al no escucharse ninguna música. «La música está dentro de mi» pronunció ella mirándole con mucho amor. Y sin decir nada más lo tomó de la mano y bailaron juntos. Y fue entonces cuando August escuchó una dulcísima música y todo su ser se estremeció de dicha.

II

A la mañana siguiente August se despertó con los rayos del sol del amanecer. Se hallaba tumbado en el suelo y no había rastro de su amada ni de su padre. ¿A dónde habrían ido? Lo cierto es que por más que buscó no los vió. Así que los esperó. Pero pasaron las horas y las horas y no regresaban.

Cuando el sol se escondió comenzó a tener apetito. Como sobró comida de la noche anterior, lo aprovechó y cenó los restos. Le dió para dos platos bien colmados. A medianoche le vino el recuerdo del baile con su linda Manisha y con ese recuerdo, se durmió.

III

«¡Buenos días, joven señor!» escuchó desvelándose. Ya era de día de nuevo. «Buenos días» respondió un poco somnoliento. Cuando miró a su interlocutor reconoció a un guardabosques. «¿Qué desea?» «Saber si estaba bien. A veces las personas que se adentran en el bosque se pierden». «Si. Yo estaba perdido». «¿Y ahora ya no lo está?» «Creo que no». «Es usted un poco raro». «Si. Supongo… Escuche, ¿no habrá visto al señor Bergen y a su hija Manisha, verdad?» El guardabosques le miró con incredulidad. Después hizo un gesto con la mano para que lo siguiese. Y eso hizo el joven.

«Aquí están los dos» anunció mostrándole dos lápidas que habían detrás de la casa verde. «No puede ser…» «Pues si que lo es. Habrá soñado con ellos al quedarse a dormir en su casa». «¿Desde cuándo existen éstas lápidas?» «Desde finales del siglo XVIII». «Aun no me lo creo… – expresó con incredulidad August poniendo sus manos en su cabeza – ¡Pero si cené con ellos!» «Imposible. A no ser que sus fantasmas se levantasen de la tierra para un refrigerio». «Tengo una olla con restos de comida. Se lo puedo mostrar». «No hace falta. Seguramente fue usted quien lo cocinó y no se acuerda. ¿Ha tomado alguna droga? Tampoco me importa mucho pero puede ser la explicación de todo. Y ahora me marcho. Tengo que seguir cuidando del bosque. Que pase un buen día».

Cuando el guardabosques se marchó el muchacho se sentó en el suelo. En medio de la hojarasca contemplaba las tumbas de ambos. No había duda de que eran de ellos. Tenían sus nombres y sus fechas de nacimiento y defunción.

«En todo caso, si todo ha sido una ilusión, un sueño, ha sido un sueño maravilloso» dijo en voz alta para si mismo. Pero lo más fantástico y lo que le alegró su alma colmándola de una misteriosa y alegre felicidad fue cuando se tocó el cuello y descubrió que llevaba puesto el collar de esmeraldas de Manisha.
FÍN

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SAN JOSÉ


I

9:25 a.m. Alan Dagger y Blake Lance llegando en coche a San José. California. «Voy a cambiar de emisora» dijo Dagger. «¿Por qué? ¿No te gusta la música?» preguntó Lance al tiempo que seguía conduciendo. «Si. Pero no todo el rato la misma. Sobretodo si es música ‘country’. Me comprendes, ¿no?». «Si. Te comprendo. ¿Y qué vas a poner?» «Alguna más variada». «No sabía que te gustase Vivaldi y la música clásica». «¡Ay, amigo! Hay tantas cosas que no sabes de mi».»Y eso que llevamos siendo compañeros unos cuantos años». «Como un matrimonio pero sin sexo». «Si. Hablando de sexo, ¿cómo vas con tu novia?» «Cúal?» «La última» «No llames novia a cualquiera. Hay categorías». «Expláyate más con tu respuesta» musitó Blake ajustándose las gafas con la mano izquierda. «Pues verás, joven Skywalker…» «¿Ahora vamos a hablar de los jedis?» «De pasada. Pues verás, repito de nuevo, joven aprendiz, las mujeres se pueden catalogar en varios segmentos amorosos. Primero están las amigas». «¿Con derecho a roce o sin roce?» «Sin roce. Luego las amigas con derecho a roce. En tercer lugar la chica con la que sales de vez en cuando. En cuarto lugar, tu chica y en quinto, tu novia». «¿Qué diferencia hay entre tu chica y la novia?» «Que con la novia te casas y con tu chica, no» sentenció Alan metiéndose un chicle de fresa en la boca esbozando una sonrisa.

Universidad Estatal de San José. Despacho de la doctora Paola Cercare. Paola está delante del ordenador portátil trabajando cuando escucha que llaman a la puerta. Abre y ve a un hombre con traje oscuro, corbata y gafas ahumadas con el pelo corto pero sin ser rapado. «¿Si? ¿En qué puedo ayudarle?» «desearía hablar con usted del doctor Rod Scheint, doctora Cercare». «¿Cómo es que me conoce? ¿Nos hemos visto antes?» «No» dijo entrando sin pedir permiso mirando el ordenador. «Disculpe, señor. Esto es una investigación privada. ¿Quién es usted?» manifestó enfadada cerrando la tapa. «Eso no es relevante. El doctor Scheint le dejó un ‘pendrive’. ¿Dónde está?» Cercare tragó saliva y comenzó a ponerse nerviosa. «No se de que me habla» balbuceó. «No trate de llamar a su compañero. No podrá responderle». «¡Oh, no…!» «Si no quiere que le pase lo mismo que a él haría bien en darme lo que le he pedido» amenazó el hombre ajustándose las mangas de su chaqueta. De repente se escucharon pasos por el pasillo acercándose.

«Cuando se acuerde de donde lo ha dejado, llámeme» añadió dándole un trozo de papel con un número de teléfono apuntado con máquina de escribir. «¿Y si no lo encuentro?» «Pues entonces podría ocurrirle un accidente en cualquier momento a su madre en la residencia» le chantajeó mostrando un teléfono móvil a través del cual se veía a una mujer mayor en silla de ruedas en un comedor lleno de ancianos.

«Comisaría de San José. Hola detectives. Soy el teniente Camilo Boden. Gracias por venir tan rápido». «Aquí estamos. Listos para echarles un cable teniente» respondió Dagger poniéndose las manos a la cintura. «Me alegra mucho ver esa predisposición. Han de saber que San José es una ciudad relativamente tranquila. El homicidio del profesor Scheint ha alterado un tanto la armonía universitaria». «¿Era popular?» indagó Lance tocándose la barbilla con la mano. «Si. Popular y, sobretodo, un gran investigador dentro de su campo». «¿Qué campo?» «La física cuántica». «Un lumbreras, vaya» apostilló Alan. «Si. Supongo que habrán desayunado así que si lo desean pongánse con el caso de inmediato, por favor». «Cuanto antes comencemos, antes acabamos.» Boden esbozó una mueca con la boca y se marchó dejándoles solos. «¿Por dónde empezamos?» sondeó Blake ojeando un diario local que había en una mesa. «Vamos a la facultad» propuso Dagger.

Universidad Estatal de San José. Despacho de Paola Cercare. La doctora con Alan y Blake. «Me temía que hubiese muerto. Ese hombre lo dejó caer». «¿Qué le dijo?» interrogó Dagger mientras se sonaba la nariz. «Me dijo que no podría localizarle». «¿Y pasó algo más?» quiso saber Lance ajustándose las gafas. «Si. Me hizo chantaje». «¿Con qué?» Con un ‘pendrive’ que quiere que le entregue. Dijo que si no se lo daba, mi madre…» «Bueno. Tranquilícese doctora – terció con calma Alan -. Seguro que lo cogemos antes de que le haga daño a nadie más». «¿Por qué es tan importante lo que hay en ese dispositivo?» preguntó Blake. «Porque habla del proyecto de física cuántica en el que Scheint estaba trabajando». «¿Y de qué trata?» «A grandes rasgos, sin entrar en detalles, se trata de un proyecto para construir una máquina para mandar cuerpos a otros lugares». «Una máquina de teletransporte» dijo Lance. «Exactamente. ¿Cómo lo mataron?» «Con una inyeción» expuso Alan serio. «He visto películas en la tele. Hombres de negro. Ese ejecutivo con gafas negras era uno de ellos. Estoy segura». «Bueno antes de recurrir a esa hipotesis deberíamos centrarnos en protegerla» apuntó Blake. «Si. Esta noche la pasará con nosotros» añadió Dagger. «¿Y mi madre como se protegerá de ese hombre u hombres de negro?» «Iremos a por ella» soltó a bocajarro Alan mientras Blake asentía con la cabeza.

22h p.m. En una habitación de un motel. Dagger, Lance, Cercare y su madre. «¿Ha matado a muchas personas, detective?» preguntó la doctora a Lance. «A más de las que hubiese querido». «¿Y usted?» «Digo lo mismo» respondió Alan mirando através de la ventana. De repente, se escuchó llegar a una furgoneta negra. Estacionó en la otra acera de enfrente. «Tenemos compañía» dijo Alan sacando su arma. «Me las llevo a la cocina y vuelvo» masculló Blake. «Vale. Pero no tardes. Aun tengo que conocer a muchas chicas guapas…»

Pasaron un par de minutos. Alan y Blake espiaban a la furgonerta con sus respectivas pistolas en la mano. «Es raro que no hayan intervenido ya». «Puede que quieran hacer algo diferente» aclaró Blake. «¿Por ejemplo?» «Enseguida lo veremos». Y nada más decirlo se escuchó un ruido en la puerta y después comenzó a entrar humo blanco. «Nos quieren envenenar» anunció Alan excitado. «Pues no tenemos mascaras antigas». «Toca salir por la parte de atrás». «Nos estarán esperando». «Algo hay que hacer o no pasamos de esta noche» soltó Alan comenzando a toser. «Pidamos refuerzos». «Tu pide refuerzos, yo voy a sacarlas de aquí». «De acuerdo».

«Ya he avisado. En cinco minutos estarán aquí». «En cinco minutos quizás ya no lo contamos» repuso Dagger llevando escoltadas a las mujeres por la salida de emergencia del edificio. Blake iba a decir algo pero se calló al ver entrar a tres hombres vestidos de negro militar con máscaras portando cada uno un rifle de asalto con silenciador. Detrás de ellos marchaba el ejecutivo con gafas negras que habló con la doctora en la Universidad.

«¿Tiene el ‘pendrive’ doctora?» «Primero hable conmigo» ordenó Alan decidido. «Buenas noches detective. ¿De qué quiere hablar?» «¿Quiénes sois? ¿Para quién trabajáis?» «Somos un grupo paramilitar independiente. Y estamos trabajando para nuestro cliente el cual nos paga muy bien». «Lo suponía. Mercenarios». «No nos innsulte, detective. Somos un grupo negro. Un grupo que no existe oficialmente». «He oído hablar de esos grupos. Son grupos militares y de exagentes de seguridad nacional que realizan misiones que el gobierno no quiere que se sepa» habló Blake. «Exacto, detective. Y como van a morir ahora les diré quien es nuestro cliente. La CIA». «La CIA tiene suficientemente mala reputación para realizar esta misión y otras». «Eso es cierto pero esta desean que la realicemos nosotros». Hizo un gesto con la cabeza y dos de sus hombres dispararon. Al hacerlo, la madre y la doctora, reciberon un disparo en la cabeza cada una con silenciador. «¡Desgraciados!» gritó disparándoles. Blake hizo otro tanto. «¡Si no quiere morir deme el dispositivo!» «¡Venid a por el!» exclamó Dagger sin dejar de disparar. Los tres hombres de negro estaban resguardos por las paredes de la casa y su furgoneta. Disparaban seleccionado sus tiros los cuales eran muy certeros. Alan tenía el brazo irquiero herido y Blake, la pierna derecha. «Ya están aquí» dijo optimista Lance al escuchar a los coches patrulla de la comisaría.

«No hemos podido evitar que escapen» dijo Dagger impotente. «Si esos hombres pertenecen a un grupo negro paramilitar deberíamos pasarle el caso al FBI» propuso el teniente Boden dando un café caliente a cada uno. «No es mala idea» contestó Alan dando un sorbo. «Han actuado con mucho coraje, detectives». «Lástima las dos mujeres» se lamentó Blake mirando los cadáveres sin vida. «Si. Cosas que pasan. No estaban ni estamos preparados para hacer frente a especialistas de ese nivel» manifestó Camilo. Alan llevantó la mirada al cielo. La luna estaba en fase creciente. No había nubes y una suave brisa acariciaba su rostro malherido.

II

8:30h a.m. Comisaría de San José. Norman Balowsky, agente especial del FBI, con Alan y Blake. «La parte buena es que aun conservamos el ‘pendrive'» expuso Balowsky. «¿Y cual es la parte mala?» preguntó Alan. «Aparte de las muertes, por supuesto, el hecho de que no se detendrán. Les han pagado mucho dinero para que terminen la misión». «¿Tienen algún plan?» sondeó Lance ajustándose las gafas. «Claro. El FBI siempre cuenta con un Plan B» explicó el representante de la oficina federal de investigación jugando con el ‘pendrive’ entre sus dedos.

Mientras el FBI daba forma a su estrategia, Alan y Dagger se fueron a una cafetería a desayunar. «¿Tu crees que podrán pararlos?» preguntó Blake. «No lo sé. Dependerá de si la CIA les da luz verde o no». «Tienes razón».

En un callejón solitario. Balowsky y el ejecutivo con gafas de negro. «No deberían interponerse en nuestro objetivo. Puede reportarles peleas con sus compañeros de la central de inteligencia». «Es posible pero mi responsabilidad es detener a los autores de tres homicidios que pretendían robar los planos de un arma militar» repuso Baloswsky encenciendo un pitillo. «Si esa es su postura tendré que hablar con mi cliente». «Hable».

Después de hablar a través del teléfono móvil, el hombre de las gafas ahumadas volvió a acercarse. «Nuestra misión tiene prioridad» dijo finalmente. «Pues nos veremos más tarde» amenazó el hombre del FBI dando una bocanada a su cigarro. «Hay otra alternativa». «Diga». «Puede aliarse con nosotos. Recibiría un porcentaje nada desdeñable». «No me interesa» repuso tirando la colilla al suelo y,a continuación, apagándola con un pisotón.

«El plan es el siguiente» – comenzó a decir Balowsky- Nosotros estaremos en este almacén y ustedes en la comosaría con el ‘pendrive'». «Eso quiere decir que no tiene mucha esperanza de salir vivo» reflexionó en voz alta Blake. «Lo que quiere decir, detective, es que ellos van a por mi porque piensan que lo tengo. Así que ustedes son nuestro comodín de la partida de naipes». «Me parece un plan arriesgado pero puede funcionar» manifestó Alan tocándose la nariz. «Y no hay más alternativas» sentenció el agente del FBI.

21h p.m. Interior del almacén. Balowsky y sus hombres van armados con chalecos antibalas y cascos. En medio hay una mesa con planos, tazas de café y un ‘pendrive’.

Pasaron diez minutos sin que ocurriese nada. Tras transcurrir ese intervalo de tiempo, los hombres de negro comenzaron su ataque. No eran tres como la anterior ocasión. Una docena de paramilitares atacaban a la veintena del FBI. Eran ataques de francotiradores y también con lanzallamas. En unos pocos minutos, el equipo del FBI estaba en sus manos. Sólo dejaron con vida a Balowsky.

«Tenía que haber aceptado mi ofrecimiento». «Otro día». «Si. Otro día» dijo el hombre de gafas oscuras disparándole en la cabeza.

«Aquí está el dispositivo, señor». «Perfecto. Vamos a comprobarlo». Después de unos instantes se dió cuenta del engaño. «Nos han dado el cambiazo señores. Incendiad el local. Tenemos nuevo objetivo». «¿Cual, señor?» «Los dos detectives».

III

10h a.m. En una carretera de las afueras de San José. Alan y Blake dentro de su coche rodeados por varias furgonetas negras en las cuales van paramilitares encabezados por el ejecutivo de gafas ahumadas. «No tienen escapatoria, detectives. Están rodeados. Ríndanse». «Quiero hablar con mi abogado» dijo Dagger en tono sarcástico. «Hablará después de que me entregue el ‘pendrive'». «¿Y si no lo tengo?» «Si es así, morirán». «¿Y si se lo doy?» «También les mataremos». «¿No hay un camino intermedio?» «No». «Pues vaya plancha». «No hay salida» declaró Blake ajustándose las gafas. «Tienen tres segundos para entregarme el dispositivo». «Hagamos un trato». «No hay trato. Tres…» «Ya podría venir alguien a ayudarnos». «¿Quién?»interrogó Blake con resignación. «No se. Alguien» «Dos…» De pronto, se escuchó un helipcóptero llegando hasta el lugar. «Uno… Acaben con ellos». Los soldados iban a disparar pero las armas no respondían. «¿Qué ocurre?» preguntó airado el hombre de gafas negras. «No funciona mi arma» repuso un militar confuso. «La mía tampoco» dijo otro. «Mira, al final alguien nos ha ayudado» comentó Alan esbozando una sonrisa alegre.

Mientras los hombres del grupo negro no salían de su desconcierto, el helicóptero aterrizó cerca de ellos.

«La misión queda anulada. Retírese con sus hombres» informó un hombre con gabardina y gafas ahumadas que había bajado acompañado por otros dos con traje y gafas oscuras. «¿Quién lo manda?» «La NSA» repondió con voz firme. «¿Quién nos pagará el resto de lo que quedaba de la operación?» «Ya tienen el dinero ingresado en su cuenta». «Perfecto. Disfruten de la reunión».

«¿No nos van a quitar el ‘pendrive’?» preguntó Dagger incrédulo. «No hace falta. Está inservible. Tenemos la información. Es más, tenemos más de lo que imaginan». «Si. Siempre van muy rápidos los servicios secretos» «Es nuestro trabajo. De ello depende la seguridad de nuestro país». «Si. Pronto les darán el premio nobel de la paz». Sin decir nada, uno de los hombres con gafas negras le propinó un puñetazo en la barriga que lo dejó doblado. «No tienen derecho a hacer eso – intervino Blake-. Es un detective de California». «¿Si? ¿Y qué? Respeten la jerarquía. Es por su bien». «Y por el de los Estados Unidos de América». «Exacto» respondió esbozando una sonrisa irónica.

IV

7:30h a.m. Casa de Blake Lance. Blake está delante de su ordenador portátil con el teléfono móvil. «¿Qué hay de nuevo compañero?» preguntó Alan. «Buenos días. Acabo de probar el dispositivo». «¿Y?» «Inservible. Hemos perdido toda la información». «Ya nos lo dijo el hombre de la NSA. Por eso estaba tan tranquilo». «Y también dijo que tenían más de lo que imaginábamos. ¿Qué es lo que tendrán?» «Los números perdidos de la Playboy» respondió Dagger socarrón. «Si. Eso será» comentó Lance mirando distraido la portada del libro ‘La última pregunta’ de Isaac Asimov.

FÍN

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LAS AVENTURAS DE LORD SAINT

barco

Nota: Estas son las memorias inconclusas escritas de Lord Conrad Saint. En ellas se describen sus peripecias a bordo del «Titán» narradas por Cornelius, criado del barón .
I

Londres. Año 18**. Residencia de Lord Conrad Saint. La residencia de Lord Conrad
Saint era de estilo neoclásico con columnas blancas de mármol y varios jardines repletos de diversas flores, especialmente rosales, llenos de vida.

«Ha recibido una carta, señor» dijo el criado mostrando un sobre. «¿Una carta? Bien. Gracias Cornelius» respondió Lord Conrad cogiéndola. La leyó mientras paseaba por un jardín lleno de rosas rojas y amarillas. Al acabar se detuvo mirando al cielo mientras la carta la sostenía con su mano derecha.

«Prepárame la maleta. Me voy de viaje» dijo entrando a la casa con paso decidido mientras esbozaba una sonrisa. «¿Cuántos días y a dónde se marcha, señor?» preguntó Cornelius. «Una semana. O quizás dos. ¡O quizás tres! ¡Rumbo a Nueva Zelanda!».

II

Cornelius contemplaba a su joven señor. Alto, con pelo negro, patillas pronunciadas pero sin exageración, con mirada alegre y viva. Vestía un traje de tono gris con un pañuelo blanco asomando por el cuello y no dejaba de mirar el barco que lo llevaría a su destino, un navío imponente lleno de majestad marinera.

El experimentado sirviente lo contemplaba como a alguien a quien miraba sin conocerlo del todo pero al que seguía admirando y estimando. Iba a desear un buen viaje a su señor cuando, de repente, llegó una joven dama vistiendo un fino vestido de seda con motivos florales. Era rubia y de ojos claros e iba acompañada por su criada entrada en carnes aunque también joven y con unos mofletes sonrosados, la cual llevaba sus dos maletas.

Cuando la criada estaba a punto de subir al barco se tropezó y cayó al suelo. Lord Conrad la ayudó a levantarse. «¿Está bien?» «Si. Gracias, señor». «Muchas gracias caballero» dijo la dama sonriendo. «Más gracias teneis vos, mylady». La dama se ruborizó ladeando la cabeza ligeramente. «¡Buen viaje señor!» deseó Cornelius. «Gracias Cornelius».

Una vez zarparon a bordo del «Titán», lord Conrad se enteró de que la dama se llamaba Daria Green y estaba soltera. «¿Y a qué váis a Nueva Zelanda?» «Voy a visitar a mi abuela. ¿Y vos?» «A la aventura. Tengo grandes proyectos» anunció el joven alegre. Daria sonrió feliz contemplándole y después dirigió su mirada al océano. «¿No os da miedo el mar?» «No más que las damas bellas como vos». Le contestó el caballero tomando su mano depositando un beso. Daria volvió a sonrojarse encendiendo su rostro. «Yo si tenía miedo al mar pero ahora con vos ya no temeré más» dijo risueña. «Os doy mi palabra» dijo resuelto lord Conrad.
III

Al día siguiente, lord Conrad se levantó temprano. Apenas había un par de marineros en cubierta. El sol estaba a punto de hacer su aparición y la brisa marina acariciaba su piel mientras su pelo revoloteaba suavemente con el viento.

«Buenos días lord Conrad» dijo el capitán del navío al verle. «Buenos días capitán». «¿Durmió bien?» «Fantásticamente». «Supongo que el encuentro con lady Daria Green ayudó a ello». «Yo también lo creo» respondió el joven sonriendo. El capitán era un hombre de unos cincuenta años. Con barba y bigote. Canoso y con una incipiente barriga que despuntaba a pesar de llevar su traje de oficial. Se arregló los puños de la camisa y esbozando una mueca con la boca a modo de saludo se marchó con sus hombres.

«Buenos días. ¿Qué libro está leyendo?» preguntó lady Daria al observar como sostenía en sus manos un ejemplar literario. «Buenos días. Es un libro de poemas de Friedrich Holderlin». «¿Un poeta suizo?» «No. Alemán». «Es verdad. Ahora lo recuerdo. Tiene un poema titulado Diotima, verdad?» «Así es lady Daria» repuso lord Conrad alegre.

El sol estaba ya sobre sus cabezas. Lady Daria se cubrió con una sombrilla que sujetaba su criada. «¿Por qué su sirviente Cornelius no viaja con vos?» «Porque prefiero viajar solo». «¿Os gusta la soledad?» «Sí, me gusta. Pero también me gusta la compañía si ha hecho méritos para compartirme». Al escucharle, Lady Daria se sonrojó ligeramente mirando el océano.

Cuando se retiraban para volver a sus respectivos camarotes un hombre salió a su encuentro sosteniendo una botella de ron. «¡Salud! ¡Salud camaradas!» gritó tambaleándose. «Está borracho. Váyase a su camarote» le espetó lord Conrad serio. «¡No me insulte cama…!» dijo el hombre pero sin acabar la frase porque el joven le propinó un puñetazo en la cara dejándolo en el suelo inconsciente.

Cuando el capitán se enteró de lo ocurrido pidió excusas a lord Conrad y lady Daria. «No debía haber aceptado a ése ruso. Cuando lleguemos al destino lo despediré. Lo siento señores. ¿Qué más puedo hacer por ustedes?» «Traer un poco de hielo» dijo lord Conrad sosteniendo su mano derecha con los nudillos sangrando.

«Ha sido muy valiente. ¿Cómo tiene su mano?» preguntó lady Daria. «Mejor. Nada que no se vaya con un poco de reposo y hielo. Gracias» terció lord Conrad. «Me alegra saberlo». «¿Desea almorzar conmigo?» «Claro. Será un placer» respondió risueña la joven dama.

Mientras almorzaban juntos, lord Conrad iba contemplando los gestos de lady Daria; como se retiraba el pelo de la cara, como cogía los cubiertos, como se llevaba la comida a la boca y como bebía su infusión tranquilamente irradiando una gran elegancia y dulzura. Por su parte, lady Daria imaginaba como sería su vida en pareja con lord Conrad, con un hombre educado y gentil y, al mismo tiempo, apasionado y enérgico. Alguien que podía llevarle a vivir una vida llena de aventuras románticas.

«¡Oooh!» se escuchó vociferar a varios pasajeros del barco al unísono mientras miraban por la borda. Cuando lord Conrad y lady Daria miraron al mar vieron un espectáculo de peces espada nadando al lado de su embarcación, como si de una escolta marina se tratase. Y, de repente, surgió entre las aguas una orca que atrapó entre sus fauces a uno de los bellos ejemplares. Y después, otra orca y otra más. Hasta tres orcas salieron de entre las profundidades y cazaron a sus anchas mientras la tripulación vociferaba con una mezcla de sorpresa, alegría y alivio por no estar en ese momento en el agua.

«La mar es la mejor novia en calma y la peor, cuando está revuelta» dijo el capitán mientras sus hombres contemplaban las nubes negras que se formaban rápidamente en el cielo. «Harían bien en volver a sus camarotes señores». «Me gustaría estar aquí con usted capitán» dijo lord Conrad. El capitán miró a los ojos a lord Conrad. Los dos tenían la misma mirada, una mirada llena de fuerza preparada para afrontar lo que fuese. «Está bien señor. Puede quedarse conmigo pero lady Daria debe regresar». «Tened mucho cuidado lord Conrad» imploró la joven antes de marcharse. «Lo tendré. Id en paz» repuso de forma resuelta el joven.

La tormenta comenzó con el estruendo de un trueno Las aguas anegaban la cubierta del barco mientras la tripulación plegaba las velas y ajustaba todas las compuertas. «¡A estribor! ¡A estribor!» gritaba el capitán como uno más mientras ayudaba a un marinero a levantarse del suelo. «¡Ésa vela hay que sujetarla! ¡Demonios!» Un marinero se encaramó para hacerlo pero resbaló y cayó de bruces. «¡Ya lo hago yo!» exclamó lord Conrad. El capitán veía con que ardor se lanzaba a sujetar la vela encaramándose al mástil. Parecía él de más joven. «¡Bravo!» decían los marineros al verlo. «¡Seguid achicando el agua! ¡No paréis!» gritaba el capitán. La noche dejó paso a la madrugada y la tormenta continuó. No dió ninguna tregua hasta que comenzó a amanecer.

IV

«¿Ha dormido bien lord Conrad?» preguntó lady Daria. «Si. Muy bien. Gracias». «Pasé mucho miedo por vos. Fue una gran tormenta». «Si que lo fue pero no debió temer». «Temí no volverlo a ver». «Debió confiar más en mi». «Si».

Después de desayunar, lord Conrad se puso a leer un libro sentado en una silla en la cubierta. «Buenos días lord Conrad». «Buenos días capitán». «Quería decirle que si algún día lo necesita o lo quiere tiene un puesto en mi barco». «Muchas gracias. Es bueno saberlo. La vida da muchas vueltas». «Tiene toda la razón. Yo antes me dedicaba a la abogacía» «¿Qué le hizo cambiar de profesión?» «Una mujer». «Como no» respondió el joven esbozando una sonrisa. «Las mujeres son los únicos seres que pueden cambiar los destinos de los hombres» «Cierto. ¿Qué pasó con esa mujer?» «Se marchó a vivir con el que en aquellos tiempos era mi socio». «Lo siento. Vaya jugada le hizo». «Si. Me dolió pero ya es pasado. Ahora mi mundo es el mar» repuso el capitán mirando el océano.

«Éste cuadro me lo regaló mi madre un año antes de morir» dijo lady Daria. Era un cuadro ecuestre de época barroca. «Es hermoso» señaló lord Conrad mirándolo desde diferentes ángulos. «¿Tiene familia?» «No. Sólo tengo a Cornelius. ¿Y vos tenéis a algún familiar vivo?» «Si. Mi padre pero casi nunca lo veo» «¿A qué se dedica?» «Es diplomático del gobierno inglés y viaja mucho» «Comprendo. ¿Y no tenéis hermanos?» «No. La soledad es mi compañera». «No es mala compañía la soledad. Aristóteles decía que el hombre solitario era una bestia o un dios». «Yo no soy ni una bestia ni un dios. Necesito sentirme acompañada». «Ahora me teneis a mi». «Es verdad. Mientras dure el viaje» dijo ella con mirada melancólica. «Quien sabe eso. No sabemos lo que nos deparará el futuro. Quizás estemos ligados para más tiempo del que cree» apuntó el joven con optimismo. «Eso me gustaría mucho» contestó ella con dulzura en sus ojos.

Cuando lord Conrad se fue a dormir las estrellas brillaban en el cielo nocturno y la luna estaba en fase creciente reluciente.

Ésa noche soñó con tres cosas: con su futuro exitoso en Nueva Zelanda, con su barco propio y con su futura mujer, una mujer muy parecida a lady Daria aunque no pudo distinguir su rostro.

V

«¿Quiere probar fortuna lord Conrad?» preguntó un marinero que estaba jugando a cartas con otros compañeros. «¿Apostando?» «¡Por supuesto!» «De acuerdo».

Mientras lord Conrad jugaba a naipes, lady Daria estaba paseando por la cubierta acompañada por su criada. «¡Dios mío! ¡Creo que eso que veo es una ballena!» espetó la criada. «Tienes razón» respondió la joven. «¡Qué grande es!» Pronto se acercaron más miembros de la tripulación a ver el espectáculo. «Un rorcual. Típico en estas aguas» dijo el capitán viéndolo. «Nunca he comido rorcual» apuntó un marinero. «No te pierdes nada» señaló otro.

«¿Cómo le ha ido con las cartas?» preguntó el capitán. «He ganado tres partidas y he perdido dos» respondió lord Conrad. «No está mal para ser la primera vez». «Si. No está mal». «Cuando desee venga a mi camarote. Deseo enseñarle algo». «Pues vayamos ahora mismo» dijo con resolución lord Conrad.

Al llegar al camarote el capitán sacó un diario de un armario y se lo entregó al joven. «¿Qué es?» «El diario de mi abuelo: Robert Underwood. Creo que le gustará. Era un aventurero como vos». «¿Y vuestro nombre cúal es?» «Percival Underwood. Capitán del Grial». «Lo leeré con mucho gusto capitán Underwood. Gracias».

El sol comenzaba a ocultarse. Mientras lord Conrad leía el diario que le había dejado el capitán su imaginación le transportaba hacia nuevas aventuras estimuladas por la lectura de las páginas que estaba leyendo y con ésta sensación se quedó dormido tumbado en su cama.

«Lord Conrad… Os echo de menos» dijo lady Daria dando un respiro mientras la criada le peinaba su hermosa cabellera.
(…)
Nota final para el apreciado lector: Esperemos que alguien encuentre la continuación y podamos compartirla en breve.

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EL HÍBRIDO DE BEND


I

Chicago. 22:10 p.m. Tevon Dander está cenando en una mesa de un restaurante mientras ojea el diario. «¿Desea café, señor?» preguntó la camarera acercándose. «Si. Gracias.»

Mientras Tevon seguía ojeando el diario entró una pareja asiática. El hombre vestía con una gabardina negra y su rostro era muy serio. En cambio la mujer, vestida con un traje de color pastel, más joven que él, tenía una expresion más cariñosa. «Buenas noches» saludó al entrar y ver a Dander. «Buenas noches» respondió Dander mirándola.

Se sentaron cerca de él y mientras el hombre se marchaba al aseo la mujer se dirigió a Tevon de nuevo. «¿Y su mujer? ¿Está en el servicio?» «No tengo mujer». «Oh, vaya. Lo siento. Asi que está cenando solo». «Eso es». «Yo tengo algunas amigas solteras, ¿sabe?» «Gracias por la oferta pero no estoy buscando pareja» contestó Dander tomando el café que le traían. «En China los hombres se casan antes que en América. Una mujer lleva orden y alegría al hogar». «Depende de la mujer que sea». La mujer iba a responder pero al ver llegar a su marido se calló.

23:50 p.m. Al volver a casa y abrir la puerta, Dander se encontró con que la llave no estaba echada. Así que sacó su pistola y entró con precaución. «No han entrado ladrones, señor Dander» dijo una voz profunda de hombre. «¿Tenebris? ¿Qué hace aquí?» «No quiera darle a la luz. La he cortado». «Por qué será que no me extraña» dijo Tevon guardando su arma. «¿Ha oído hablar de los seres híbridos?» «¿Seres híbridos? Si. Claro. Seres mitad humanos y mitad extraterrestres». «Exacto. En Bend hay uno. Es una oportunidad única de obtener información de primera mano para su División Epsilon». «¿De cuánto tiempo dispongo?» «De 24 o 48 horas como mucho. Los marines lo están buscando. En el sofá le he dejado un breve informe más detallado. Buenas noches».

Al irse Tenebris cerrando la puerta tras de si, la luz volvió de nuevo. Tevon lo aprovechó para acercarse al sofá y tomar el informe. Después cogió su móvil y llamó. «Hola Fair. ¿Te apetece acompañarme a Ben en busca de un híbrido?»

II

Bend. Oregón. 7:15 a.m. Dander y Fair caminando por la calle. «Acordémonos de donde hemos dejado el coche» dijo Tevon. «Si. Lo recordaremos fácil. Es muy pequeña esta ciudad» respondió Neske.

A lo lejos se veía una casa diferente a las otras. Tevon se dejó llevar por la intuición y animó a su compañera a ir a verla.

«¿Es usted Fred Helle?» preguntó Dander viendo que la puerta la abría un hombre con aspecto desaliñado. «¿Quién lo pregunta?» «Tevon Dander y Neske Fair. Somos agentes especiales del FBI». «Me dijeron que vendrían a ayudarme. Pasen» dijo con rostro aliviado. «Gracias».

«Por lo que nos ha contado, lo secuestraron y después le operaron y, desde entonces, es un ser híbrido. ¿Es correcto?» inquirió Dander. «Correcto agente». «¿Pero quién le secuestró?» cuestionó Fair. «No lo se. Esperaba que me lo dijesen ustedes». «Seguramente fueron los militares.Llevan trabajando en ello durante mucho tiempo» expuso Tevon mientras se ajustaba la chaqueta. «¿Y qué va a ser de mi ahora? ¿Me van a proteger?» «Por supuesto. ¿Dónde tiene su abrigo?» «En mi habitación». «Pues vaya a por el. Cuando lo tenga, nos marcharemos». «¿Y a dónde?» «A donde esté más seguro».

Mientras Tevon y Fair esperaban a Helle, afuera un grupo de soldados camuflados de la marina estaban inspeccionando la casa armados con armas de fuego. «Vámonos de aquí ya» dijo Dander. «¿Qué ocurre?» preguntó Neske alarmada. «Están aquí». «¿Quiénes?» «Los marines» respondió Tevon sacando su pistola. Pero antes de que se iniciase ninguna refriega una potente luz irradió la calle dejando a los soldados inconscientes en el suelo.

«¿Qué ha sido esto?» interrogó Helle viendo los cuerpos de los marines en el suelo
que rodeaba su casa. «Alguien nos ha echado una mano» explicó Tevon esbozando una sonrisa. «Debemos irnos. Pueden recuperar la consciencia en cualquier momento» terció Fair. «Si y seguramente vendrán a buscarles si no contestan al cuadro de mando» añadió Dander.

21h p.m. En una pizzería. Dander, Helle y Fair comiendo un par de pizzas acompañadas con zumo de piña y melocotón. «Ha sido una buena idea pedir dos pizzas tamaño familiar. Tenía mucha hambre» dijo Helle sonriendo dando cuenta de una ración. «Pues coma. Aproveche que los marines no saben donde estamos» observó Tevon dándole un mordisco a la suya.

III

En una habitación de un motel. 8 a.m. «¿Dónde está Helle?» preguntó Fair. «En el cuarto de aseo. Se está duchando» respondió Dander ajustándose la corbata. «Pues dile que salga ahora. Tenemos aquí a nuestros amigos» dijo Neske viendo como llegaban un par de vehículos todoterrenos de los marines.

Mientras los marines entraban por la puerta principal y subían las escaleras, los tres protagonistas se escapaban por la salida de emergencia. Una vez fuera corrieron hacia donde estaba el coche. Pero se econtraron con algo que no esperaban: marines. Un grupo de cinco marines con un mayor al mando al lado de su vehículo. «Buenos días agentes. ¿Les importaría darnos a su prisionero?» preguntó el mayor con sarcasmo. «No es nuestro prisionero, ni tampoco se lo vamos a dar, mayor. Estamos aquí en nombre del FBI para proteger a este ciudadano de hombres como usted» declaró Tevon con seguridad. «Eso ya lo veremos» terció el mayor serio. «Mientras ustedes discuten yo preferiría irme a casa ¿saben?» manifestó Helle nervioso.

«¿Por qué el pentágono quiere retener a este hombre? ¿Qué pretenden hacer con él?» interrogó Fair. «Eso no es de su incumbencia, agente» masculló el mayor con mayor irritación. Danger aprovechó un momento de distracción de este cuando giró la cabeza hacia un lado para empujarle y, aprovechando la confusión, huir. «¡Huid!» gritó a Fair y a Helle corriendo con ellos. «¡Deténganlos inmediatamente!» masculló el mayor desde el suelo procurando incorporarse ayudado por un marine.

Se habían escapado de los marines que corrían tras ellos pero pronto llegó a su altura el mayor con un todoterreno. «¡Abran fuego!» ordenó y acto seguido un marine comenzó a dispararles al cuerpo. «¡Sólo a los agentes del FBI! ¡Helle es un objetivo y lo quiero vivo!» gritaba exasperado. Tevon, contemplando la situación, sacó su pistola y disparó al marine. A la tercera le dió en el brazo y su arma cayó al suelo. «¡Demonios!» exclamó el mayor con una mezcla de admiración e impotencia.

«¡No puedo más!» gritó Helle cayendo al suelo de rodillas exhausto. Los marines lo aprovecharon para rodearles porque ahora eran dos los vehículos todoterrenos. «Tiene muchas agallas agente Danger» dijo el mayor mirándole desafiante. «Conozco como funcionan. Estuve trabajando para la NSA». «¿La NSA? Vaya. ¿Y por qué se marchó al FBI?» «Digamos que en la NSA conocí a muchos hombres como usted». «Me gusta agente Dander. Hubiese sido un gran marine. Lástima que no lo sea». Hizo un gesto con la cabeza y dos soldados se llevaron a Dander.

«Helle está sangrando en el hombro. Pero es sangre… Verde…» dijo Neske. «Eso es porque es un híbrido, Fair. Es sangre extraterreste» habló Tevon. Helle mostraba cara de dolor y cuando los marines se lo quisieron llevar a rastras comenzó chillar pidiendo que lo dejasen. «Odio tener que hacer estas misiones de niñera» espetó el mayor mostrando una expresión de desagrado.

IV

Washington D.C. En una habitación del Pentágono. 6:20 a.m. Fred Helle está tumbado en una cama de la habitación mientras mira la mesa y la silla que hay en ella con una mirada perdida. Mientras, dos marines hacen guardia afuera.

Pero, de repente, comienzó a brillar una gran luz radiante en el pasillo y los dos soldados cayeron a tierra inconscientes. A continuación la puerta se abrió sola y Helle se levantó y se marchó.

FÍN

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