RASVEL

11
I

«¡No me toques los huevos!» El que gritaba eso era Rasvel un joven alto de ojos marrones con una espada enfundada a su cintura. La joven de ojos verdes rasgados se detuvo mirándole divertida. También tenía una espada pero la llevaba colgada a la espalda. Tenía una figura muy sensual y, a la vez, estilizada. Se echó las manos a la cabeza con tranquilidad acariciándose el cabello viendo como el cazo seguía hirviendo encima del fuego con varios huevos dentro. «¿De dónde los has sacado?- preguntó – Tienen muy buena pinta. ¡Qué calor hace!». Rasvel iba a decir algo cuando ella empezó a quitarse la espada dejándola en el suelo. Después se quitó la ropa hasta quedarse casi desnuda. «Mucho mejor» dijo sonriendo. «Estos huevos los he cogido yo. Si tienes hambre te daré uno» dijo Rasvel. «Eres muy generoso. Gracias» dijo ella contenta. Mientras comían escucharon el sonido de los pájaros. «El bosque está feliz» dijo risueña. Rasvel la miró por un momento y siguió comiendo. «Por cierto, me llamo Elsil» dijo la chica guiñándole un ojo. Rasvel giró la cabeza mirando entre los árboles.

«¿Ya has vuelto?» preguntó en voz alta. «Si. Ya estoy aquí» dijo una duende de pelo largo y orejas puntiagudas. Apareció de repente entre la vegetación cosa habitual entre los duendes, expertos en mimetizarse con el entorno natural. «Eres muy atractiva. No sabía que las duendes fuesen tan guapas» dijo Elsil. «Ladith no es como las demás» dijo Rasvel. Y tras decir eso, el cielo se empezó a oscurecer. Rasvel y Ladith se miraron y empuñaron sus armas; Rasvel su espada y Ladith, su arco. «¿Qué es lo que pasa?» preguntó Elsil cogiendo su espada. «Es sólo una bandada de cuervos» dijo Rasvel guardando su daga.

Cuando llegó la noche, Elsil se bañó en el lago que había cerca donde estaban. Su cuerpo desnudo relucía con la luz de la luna llena. Mientras jugaba con el agua oyó el sonido del canto de una lechuza y esbozó una sonrisa sumergiéndose dentro del agua saliendo al momento sonriendo feliz.
II

«¿Dónde está Ladith?» preguntó Elsil al despertarse. «Se ha ido» contestó Rasvel mientras afilaba su espada. Como vió que no daba muestras de seguir hablando del tema, se levantó y se sentó a su lado. «¿Pero volverá?» «No lo se. Cada cual tiene su camino» «Yo no me iré. Al menos, por el momento» dijo sacando la lengua.

Por la tarde se fueron juntos a caminar por el bosque buscando comida y leña para encender un fuego. Elsil caminaba alegre al lado de Rasvel. Se sentía segura a su lado y le gustaba su forma de ser tan diferente a la suya. Y mientras fantaseaba con ello oyeron un gemido cerca de ellos. Rasvel detuvo el paso y escuchó con atención. Otro gemido. Sin decir nada, salió corriendo hacia el lugar de donde provenía. «¡Ey! ¡Espérame!» dijo Elsil corriendo tras él. Cual fue la sorpresa de ambos al ver a una atractiva chica con un atuendo de tono oscuro apoyada en el tronco de un árbol con una flecha clavada en el hombro. Al verles quiso ponerse a la defensiva pero la flecha insertada en su cuerpo le hizo dar otro gemido de dolor. «¿Quién eres? ¿Qué te ha pasado?» preguntó Elsil compadeciéndose al verla de esa manera. «Soy Nareth» dijo la chica con una voz mezcla de impotencia y de sorpresa. Rasvel vió el cuerpo sin vida de un hombre en el suelo un poco más lejos pero no dijo nada. «Si te estás quieta te sacaré la flecha». Nareth lo miró y después giró la cabeza. «Allá tu» dijo él dando media vuelta. «¡No te vayas! Está bien…» dijo ella cediendo. Después de quitarle la flecha Nareth le dió las gracias. «¿Vienes con nosotros a buscar leña? Te invitamos a comer» dijo Elsil sonriendo. Nareth la miró fijamente y luego miró a Rasvel. «Ya he comido pero os acompañaré».

Volvieron cuando estaba oscureciendo. «Tus ojos brillan» dijo Elsil mirando a Nareth. Nareth sonrió fugazmente. «Tengo curiosidad por saber que te pasó. ¿Quién te atacó?» Rasvel miró a Nareth y esta lo miró a él. «Un cazador» dijo finalmente. «Debió confundirte con un ciervo» comentó divertida Elsil.

«No me importa que seas una vampiro siempre que sepas cual es tu lugar» dijo Rasvel a Nareth cuando vió que Elsil se alejó de ellos para preparar la comida. «¿Cómo lo has sabido?» preguntó Nareth sorprendida. «Eso no importa. ¿Mataste al cazador después de que te atacase, verdad?» «No. Se dió un golpe en la cabeza con una rama de un árbol mientras me perseguía. Nunca he matado a nadie». «¿Y cómo te alimentas?» «Bebo pequeñas cantidades» respondió Nareth enseñándole un pequeño frasco con sangre. «Soy de la familia Harlath» «He oído hablar de vosotros. Se dice que sois los reyes de los vampiros». «Lo fuimos. Ahora nos persiguen» «¿Por qué?» «Por no matar a los humanos. Nos consideran unos traidores» dijo Nareth con tono triste. «Así que estáis perseguidos por los humanos y por vuestra propia gente». «Si. ¿Qué harás conmigo?» «Nada» dijo Rasvel marchándose.

Aquella noche Nareth durmió feliz por primera vez en mucho tiempo mientras Elsil hablaba con Rasvel de sus sueños a la luz de la luna con el sonido del bosque como fondo.
III
«¿Y mi ropa?» preguntó Elsil saliendo del estanque desnuda. Enseguida vió como unas ardillas se llevaban sus prendas de vestir arrastrándolas por el suelo. «¡Volved aquí! ¡Devolvedme mi ropa!» gritó corriendo tras ellas. Corrió metiéndose entre los árboles y se topó con Rasvel. Se quedó quieta por un momento viendo como él le entregaba su ropa. «Ten más cuidado. Puede que otro día no esté yo para traértela» le dijo dándosela. La miró por un instante y se marchó mientras Elsil apretaba su ropa contra su pecho ligeramente sonrojada.

Cuando Rasvel regresó vió a Nareth de pie agitando las manos. En el pecho tenía varias orugas que le estaban rompiendo la ropa. «Son orugas cil. Su ácido no es mortal pero desintegra el tejido» dijo quitándoselas con la mano. Al acabar, Nareth lucía el pecho casi desnudo. Se sonrojó y se lo cubrió con los brazos. «Gracias» dijo con rubor. «De nada». «Nos has ayudado a las dos» expresó Elsil llegando caminando hasta él sonriendo.

«Ahora que nos ha visto a las dos desnudas debe elegir quien será su mujer» dijo Elsil a Nareth mientras la ayudaba a vestirse. «¿Mujer?»preguntó ruborizada la joven vampiro. «Claro. ¿O tu no quieres ser su esposa?». Nareth se sonrojó guardando silencio.
IV

«¿Cómo es que no te molesta la luz del sol?» preguntó Rasvel a Nareth. «Porque he aprendido a tolerarla» dijo ella con voz suave. «¡Buenos días! dijo Elsil llegando hasta ellos. «Tienes…» empezó a decir Nareth con cierto rubor. «¿Qué tengo?» preguntó Elsil sin darse cuenta de que tenía una serpiente que le colgaba del hombro. «Una serpiente» dijo Rasvel cogiéndola y lanzándola lejos. «¡Ah! Gracias. No me había dado cuenta».

«Oigo ruido» dijo Nareth. «Yo también» dijo Elsil. «Son tres personas» dijo Nareth un poco asustada. «También se oyen voces». «Una mujer y dos hombres» dijo Rasvel. En ese momento apareció entre los aŕboles una muchacha con pelo negro y una túnica blanca con un cinturón de tonos verdes. Al verles se detuvo en seco. «¡Ayudadme!» exclamó. «¡Ya la tenemos! gritó un hombre armado con una espada acompañado por otro, armado con una lanza. Los dos vestían un traje rojo con un emblema de dos dragones en el pecho. «¡Dejadla tranquila!» dijo Elsil desenvainando su espada. «¡Somos guardias de Ordor! ¡No os metáis si no queréis pagarlo con vuestra vida!». «¿Por qué la perseguís?» preguntó Rasvel. «Porque es la prometida de nuestro señor y tenemos órdenes de llevarla con nosotros». «¡No soy su prometida!» contestó ella de forma airada. «No quiere ser su esposa. ¡Marchaos!» dijo Elsil. «¡Tu no te metas!» dijo el guardia atacándole con la espada. «¡Basta ya!» dijo Rasvel cogiendo el brazo del guardia. «¡Suéltame!» «¡Déjalo!» gritó el guardia de la lanza. «No des ni un paso más» dijo la muchacha trazando una línea en el suelo. «¿Qué es esto? ¿Un juego» «Una barrera». «¡Pues no me asusta!» dijo el guardia atravesándola y, mientras lo hacía, un haz de luz brotó del suelo y lo hizo volar unos metros por el aire hasta chocar con el tronco de un árbol. «¡Guau! ¡Eso ha estado muy bien!» dijo Elsil sonriendo. «Es una maga» dijo Nareth. «¡Volveremos!» dijo el guardia de la espada mientras Rasvel lo dejaba ir. «¡Volved y os daremos otra paliza!» exclamó Elsil.

Después de marcharse los guardias, Rasvel y Elsil interrogaron a la chica mientras Nareth escuchaba en silencio atenta a todo lo que decía. Se llamaba Bedral y era una maga de la orden de la estrella blanca. Ordor había estado cortejándola durante mucho tiempo pero ella siempre le había dado calabazas. Desde hacía dos días, varios guardias la buscaban para llevarla a la fiesta de cumpleaños de su señor como su prometida pero ella siempre huía. «Me alegro de que no vayas» dijo Elsil alegre.
V
«Debes tributo al señor Ordor» dijo un guardia de los dos dragones al hombre que tenía enfrente suyo. Se trataba de un hombre apuesto de mirada noble. Iba armado con una espada y vestía una túnica verde ajustada al cuerpo con un fino cinturón negro. «No debo nada a tu señor» respondió. «Apresadle» dijo el guardia a otros dos que lo acompañaban. El caballero desenfundó su espada y los rechazó desarmándolos. «¡Lo pagarás!» dijo el guardia atacándole por sorpresa. Albros, que ese era el nombre del caballero, volvío a defenderse con su daga volviendo a vencer. «¡Esto no ha acabado!» gritó el guardia fuera de si. Hizo un gesto con la mirada y volvió a atacar con los otros dos guardias pero ni los tres juntos pudieron derrotarle ya que de manera ágil y contundente dejaba fuera de combate uno tras otro a los guardias. Los tres hombres se marcharon sin mudar palabra alguna mientras se lamentaban de los golpes recibidos.

«¡Has luchado muy bien! ¡Se han ido con el rabo entre las piernas!» dijo Elsil esbozando una sonrisa mientras aparecía saliendo desde detrás de unos árboles llevando frutas del bosque en los brazos. «¿Quién eres?» «Soy Elsil ¿Y tu?» «Albros». «Pues ven conmigo Albros. Te invito a comer con nosotros».

«¿Dónde está Bedral?» preguntó Ordor el cual estaba de pié con las manos cogidas detrás de la espalda mirando a los tres guardias que envió a buscarla. «Está en el bosque con un caballero y dos mujeres». «¿Y qué hace allí? ¿No os dije que quería que la trajéseis a mi presencia?» «Si. Lo intentamos pero su magia y la ayuda de ellos lo impidieron». «Esta vez iré yo personalmente» dijo Ordor mirando un cuadro de Bedral que había colgado en la pared.

«Gracias por la comida. Me voy ya» dijo Albros. «¿A dónde vas?» preguntó Elsil. «A Lakos». «¿Vives allí?» preguntó Rasvel. «No. Voy de visita». «¿A quién quieres ver?» indagó Elsil curiosa. «A un amigo». «Temo que tu marcha tendrá que posponerse» dijo Ordor apareciendo montando en un caballo acompañado por una docena de guardias que iban caminando a su lado. «¿Quién eres tu?» preguntó Elsil. «¿Y tu quién eres?» «Yo soy Elsil». «Pues yo soy Ordor». «¿El que Bredal le ha dado calabazas?» «Eres muy descarada para ser tan joven. Tienes suerte de que sólo he venido a buscar a mi prometida. Y he venido con un corazón generoso». «Puedes regresar con tu generoso corazón a tu castillo porque no pienso ir contigo» dijo Bredal. «Vendrás. Y tu, Albros, aun me debes tributo. No lo olvides». «No te debo nada» contestó. «Sois muy tozudos los dos. Cogedlos». «Dejadlos en paz sino queréis probar mi acero» dijo Rasvel desefundando su espada. «¿Tú quién eres?» «Soy Rasvel». «Pues te aconsejo que te apartes sino quieres salir herido». «Intentadlo». «¡Acabad con él!» Al oírlo los guardias se lanzaron a por Rasvel y, al hacerlo, Elsil y Albros empezaron a combatirles. «Quédate aquí. Estarás a salvo» dijo Bredal a Nareth mientras creaba una esfera luminosa con su mano derecha. Dos guardias lo vieron y se abalanzaron sobre ella. Al verlo les lanzó la esfera y sus cuerpos se desintegraron. «Esto no pinta bien mi señor» dijo un guardia. «¡Id vosotros también!» gritó Ordor a unos cuantos guardias que estaban con él. «¡Vienen más! ¡Más diversión!» gritó Elsil encarándose con tres guardias a la vez. «¡Déjame alguno para mi!» dijo Rasvel llegando a su altura tras deshacerse de varios adversarios que tenía alrededor. «Voy a acabar con tus ganas de pelear» dijo Ordor lanzando una flecha a la espalda de Rasvel. «¡Ah!» gritó. «¡Nooo!» gritó Nareth y, al hacerlo, el cielo se cubrió de nubarrones negros. «¿Qué está pasando?» preguntó Albros con asombro mientras sus guardias dejaban de pelear. «Los ojos de Nareth…» dijo Elsil. Rasvel los miró mientras seguía luchando contra el dolor. Su habitual mirada dulce se había transformado en una mirada llena de cólera. De repente, desapareció y volvió a aparecer delante de Ordor. «¿Cómo has hecho eso? ¿Qué…?»preguntó Ordor pero no tuvo tiempo de decir nada más porque Nareth lo cogió por la ropa con una mano y lo lanzó del caballo contra un árbol. Al verlo los guardias la atacaron pero Albros, Elsil y Bredal se interpusieron. «¿Quién…eres…tu?» preguntó Ordor postrado en el suelo mirándola mientras escupia sangre por la boca. «Soy Nareth de Harlath» respondió ella al tiempo que Ordor expiraba. Al presenciar su muerte los guardias huyeron mientras el cielo se llenaba de relámpagos.

«¿Cómo estás?» preguntó Bredal a Rasvel el cual estaba sentado sobre una roca con un vendaje que le cubría parte del pecho y la espalda. «Mejor. Gracias a ti y a Nareth». «Me alegro» dijo la maga sonriendo. Nareth se acercó sin decir nada y lo abrazó. «Cuidado con el vendaje y con la herida. Están muy recientes» dijo Elsil. «El cielo vuelve a estar despejado» observó Albros. «Si» dijo Rasvel mientras contemplaba alegre la dulce mirada de Nareth.

FÍN

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