Una dama diferente

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I

«Las mujeres aman el amor, los hombres aman sus deseos» dijo lady Allison Fall mientras cogía una galleta de una bandeja de plata. Llevaba un bonito vestido azul y el pelo recogido con una larga cola. Sus ojos vivos expresaban una alegría risueña con un toque travieso. Todos los hombres de la sala la observaban con una mezcla de indiferencia y cierto desdén. Sólo el barón Darren Edel la miraba con atención y respeto. Respecto a las otras damas, lo hacían un tanto escandalizadas y desconcertadas como preguntándose que hacía una mujer como aquella en una reunión de la alta sociedad londinense. «¿No crees que tu comentario estaba un poco fuera de tono querida prima?» preguntó en voz baja lady Grace Garment acercándose a ella llevando una copa de vino en su mano. «Creo que lo que está fuera de tono es esta fría y aburrida reunión» contestó ella esbozando una sonrisa mientras se marchaba.

A media tarde, mientras paseaba por un parque del centro de la ciudad, se encontró con Neil Llachar el cual llevaba varios libros bajo el brazo. «Me alegra veros lady Allison» dijo él. «Y a mi también me alegra veros. ¿Váis a la biblioteca?» «Si» respondió el joven. «Os acompaño» dijo ella risueña. «Será un placer».

«¿Cómo van vuestros estudios de teología?» preguntó lady Allison dentro de una sala de lectura en la que ambos estaban sentados consultando algunos libros. «Muy bien. Gracias». «¿Y vuestros poemas?» continuó indagando ella sonriendo. Neil se alegró de verla sonreír. «Ahora estoy escribiendo uno» contestó feliz. «¿De qué trata?» «Del amor a lo eterno». «Me muero por leerlo. Dejadme ser la primera en hacerlo». «Por supuesto». «Gracias» dijo ella poniendo su mano sobre la de él.

Cuando salieron de la biblioteca, ya era de noche y la escarcha empezó a cubrir las hojas de los pinos y de la calle por donde pasaban los carruajes de los asistentes que regresaban de la reunión festiva de lady Grace Garment.

II

El barón Darren Edel estaba enamorado de lady Allison. Hasta tres veces le pidió en matrimonio pero ella siempre lo había rechazado. Desde entonces se contentaba con verla de vez en cuando en alguna fiesta de sociedad. En cambio, su sobrino Neil si gustaba de los favores de ella aunque no tenían ningún compromiso formal. «¿Cómo van tus estudios? ¿Qué tema estáis tratando ahora?» le preguntó mientras se sentaba en su sillón cogiendo un libro de la mesita que tenía al lado. «Estamos estudiando el pensamiento de Plotino» respondió el joven. «Interesante. ¿Sigues escribiendo poemas?» «Si». «Bien hecho. Es bueno cultivar el alma a la vez que se cultiva la mente». «Eso es lo que pienso yo también tío». «El baño está listo señor» anunció el mayordomo. «Estupendo. Después continuaremos hablando. Continua estudiando». «Así lo haré» dijo el joven mientras miraba los ejemplares de la biblioteca del salón.

«Le queda perfecto señora» dijo el modista ajustando el vestido. «Señorita, por favor. No estoy casada» dijo lady Allison. «Por supuesto. No quería ofendarla. Realmente vuestra juventud resalta a la par que vuestra belleza». «Si los oídos fueran cristales ya habrían estallado con tantos cumplidos. La virtud y la verdad me son más preciadas que las lisonjas falsas». Y con esto, el modista se mordió la lengua mientras su rostro cobraba un tono rojo violáceo.

«¡No quiero ni oír su nombre!» exclamó una dama de alta sociedad acompañada por otras dos viendo como lady Allison caminaba por una calle cercana a la suya. «Lo que hizo a su prima en su fiesta fué de muy mal gusto» dijo otra. «Ya lo creo. Por eso está sola mientras nosotras estamos casadas. Gracias a Dios» espetó la tercera mientras se acicalaba el pelo con su mano.

«¿Qué haces aquí solito?» preguntó lady Allison a un gato negro que se acercó hasta ella. «¿Tu también estás dando un paseo?» «¡Un gato negro!» dijo una mujer pasando por su lado a paso rápido santiguándose acompañada por su marido. «Es el gato el que debería santiguarse por tropezarse con almas como la vuestra» dijo lady Allison mientras cogía al gato en brazos.

«Bienvenida lady Allison» dijo un hombre de mediana edad vestido de mayordomo. «Hola Alen. Mira lo que traigo». «Bonito gato si me permite decirlo. ¿Desea que me ocupe de el?» «Si. Dale de cenar. Pescado. Seguro que le gusta» dijo mientras le entregaba el gato esbozando una sonrisa.

III

«Estamos en 1830 no en la edad media señor Teich» dijo lady Allison al profesor Arnold Teich, el profesor de Teología de Neil Llachar. «Sólo digo que quizás no debería frecuentar tanto al señor Llachar. Últimamente lo noto distraído en clase». «Eso debe decidirlo él. Por mi parte, yo lo veré cada vez que lo desee». «Debería pensar más en su porvenir y no tanto en el placer que, tarde o temprano, acabará. Sea sensata lady Allison». «Mi placer es cosa mía. Respecto a mi relación con su estudiante es cosa de él y de mi y no de vos».

«El señor Teich ha venido a hablar conmigo. Dice que has bajado tu rendimiento en clase. Que te distraes últimamente. ¿Es por lady Allison, verdad? Realmente no te culpo pero deberías pensar más en tu futuro y tus estudios son los que te llevarán a el» dijo el barón Edel mientras estaba sentado a la mesa. «No me distraigo tanto como dice. Voy bien en mis estudios. Lady Allison no me distrae y es una muy buena influencia para mi» respondió Neil mientras cortaba un trozo de pescado con el tenedor y el cuchillo. «En todo caso, quizás deberías reducir tus reuniones con ella. Al menos hasta que el curso finalice».

«¿Ha dicho eso vuestro tío?» preguntó lady Allison mientras acariciaba al gato negro sentado en su regazo. «Si» respondió el joven mirándola serio. «¿Y que pensáis hacer?» «Lo que he hecho hasta ahora. Es mi tío pero yo decido mis decisiones acerca de mi vida. Ya no soy un niño». Lady Allison le miró complacida mientras le extendía la mano. Neil la tomó con la suya y la besó.

IV

«¿Hemos venido a este mundo a vivir la vida de otros o la nuestra?» «La nuestra si me permite decirlo» dijo Alen. «Claro que te lo permito» dijo lady Allison. Y después de decir esto encendió el gramófono y se puso a bailar mientras el gato la miraba ladeando la cabeza.

Neil había tomado la resolución de mantener su relación con lady Allison y como no quería discutir con su tío se marchó a vivir a una pensión. Hasta que acabó el curso estuvo viviendo allí y después se marcharon juntos a París y, después, a Kiev. Durante este tiempo, en el que estuvieron acompañados por Alen y el gato al que pusieron de nombre Roncel, fueron a varios bailes y diversas representaciones teatrales y pasearon por los bosques rusos y por las calles parisienses.

Cuando se disponían a regresar a Inglaterra, les llegó una invitación para asitir a una cena de gala en el palacio de la condesa Natalia Kurenko. Neil sabía que la condesa era una gran mecenas del arte así que aprovechó la oportunidad para intercambiar ideas con un gran número de artistas venidos desde todos los rincones de Europa. Mientras hablaba con ellos, lady Allison lo seguía de cerca a una cierta distancia aunque él siempre deseaba que estuviese a su lado. De entre todos, el más carismático era Vladímir Kurenko, el hijo de la condesa. Era capitán del ejército imperial ruso y había recibido un gran número de condecoraciones. Al acercarse a saludarlos, varias damas lo miraron con gran expectación pero él sólo se fijó en lady Allison. Tras un baile con ella le declaró su amor pero ella rehusó cortesmente sus sentimientos. «Mi corazón ya está ocupado» dijo ella mirando con amor a Neil el cual continuaba charlando alegremente. No le contó lo que ocurrió porque ella no quería que se turbase su ánimo y regresaron a casa en silencio.

Cuando pasaron dos días, lady Allison recibió un gran ramo de rosas y un collar de perlas con una nota de Vladímir Kurenko en tono amoroso. Esta vez si que lo vió Neil y tuvo que explicarle todo lo ocurrido. En la carta también ofrecía una gran riqueza y el mecenazgo de su madre a Neil si este dejaba al conde vía libre. «No estáis en venta porque no sois un objeto» dijo este rompiendo la carta. Lady Allison se acercó hasta él y lo abrazó efusivamente.

Transcurrieron varias semanas desde lo ocurrido. Todo parecía haber vuelto a la normalidad. Lady Allison paseaba por un parque tranquilamente contemplando el paisaje otoñal de los árboles, con sus hojas con tonos marrones, los pájaros refugiados en sus copas y los niños jugando con ropa de abrigo mientras las madres los custodiaban amorosamente. De pronto, al ver llegar a una mujer joven con un vestido de flores las madres cogieon a sus hijos y se marcharon mientras alguna vociferaba «¡Qué indecencia!» Se trataba de Spree, una meretriz famosa en la zona. Iba un poco despeinada, tenía la mirada apagada pero al ver a lady Allison se esforzó por sonreír. «¿Quieres un chocolate caliente?» le preguntó sonriendo. «¿Yo?» preguntó asombrada mirando alrededor. «Si. Tu». «Si…» Lady Allison sonrió de nuevo y fué hasta una parada donde había un hombre vendiendo chocolate caliente y buñuelos y compró una ración.

V

«¿Cuántos años cumple vuestra tía?» preguntó una dama a lady Allison. «Creo que algunos menos que vos» contestó. La dama se marchó ofendida mientras exclamaba «¡Qué descortés!». Neil, que miraba la escena mientras tomaba un refrigerio, esbozó una sonrisa. «Las mujeres no perdonan que no las consideres las más bellas» dijo el barón Darren Edel acercándose hasta su sobrino. «Yo creo que lo que no toleran es que se les diga la verdad tío». «Es otra manera de decirlo querido sobrino» dijo cogiendo una copa de una bandeja que le ofrecía una alegre joven. «¿Qué harás ahora que has acabado tus estudios?» «Voy a impartir clases de Teología en Florencia». «Celebro tu nueva etapa. Felicidades». «Gracias» dijo Neil tomando una copa. «¿Y lady Allison? ¿Sigues con ella?» «Claro» dijo el joven mientras ella se acercaba sonriendo. «Saludos lord Edel. ¿No os importará prestarme a vuestro sobrino, verdad?» «Faltaría más». Y mientras los veía alejarse con el brazo de ella cogido con el de él dió un sorbo suspirando. «¿Un suspiro de amor mylord?» dijo un caballero acercándose. «Un suspiro de vino» respondió el barón dando otro sorbo.

FÍN

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