DUSTER


I

Duster estaba sentado en un banco de un parque que estaba frente a la Sagrada Familia de Barcelona. Caía la noche. Era luz de luna llena. Algunas personas, casi todas turistas, paseaban arriba y abajo. A veces alguien le miraba de pasada con cierta curiosidad. Era un chico atractivo de 27 años con el pelo negro y los ojos azules. Vestía una larga chaqueta negra de cuero hasta casi la altura de los pies. Nadie podría imaginarse que era un cazademonios, pero lo era.

Sacó una moneda antigua del bolsillo con un emblema de un murciélago y empezó a jugar con ella pasándosela entre los dedos sin dejar de mirar la entrada de la catedral. De repente, se fijó en un hombre que salía vestido con una gabardina de un color verde apagado. Llevaba gafas ahumadas y el pelo rubio con algunos mechones en forma de punta. Duster le siguió hasta llegar a un pequeño callejón donde en aquel momento no pasaba nadie. «Te conozco. Eres Duster» dijo el hombre de pelo rubio deteniéndose. «Y tu eres Vetwowl» contestó volviendo a jugar con su moneda. «Así es. ¿Qué quieres de mi?» «Quiero que vuelvas a tu mundo». «Uhm. Me gusta el vuestro. Creo que me quedaré un poco más». «Se te acabó el tiempo» dijo Duster lanzándole la moneda. Al impactar en el cuerpo de Vetwowl su apariencia cambió. Su rostro se volvió oscuro y sus gafas irradiaron una luz rojiza. «Veo que quieres jugar conmigo» dijo con tono amenazador. «Eso es» le retó Duster esbozando una medio sonrisa. Vetwowl se lanzó a por él con una gran velocidad como si de un tigre se tratase. Sus músculos estaban contraidos y rompieron el abrigo dejando ver un torso animalesco. Duster con la misma velocidad sacó de su chaqueta una pieza octagonal de la cual emergió una potente luz blanca. «¡Vuelve a tu lugar!» gritó y, al decirlo, Vetwowl fue absorbido por la luz entre alaridos. «Bueno, con esto me he ganado una buena cena» dijo Duster guardando el octágono.

Eran ya las 22:30h de la noche. Duster paseaba por la Rambla buscando donde iba a cenar cuando una turista se le acercó. Era una chica que vestía con  pantalones cortos y una camiseta veraniega. Llevaba el pelo rubio recogido con una coleta y sonreía alegremente remarcando sus mofletes sonrosados. «¿Sabes dónde está el «Mare Magnum»?» preguntó. «Sigue recto la Rambla hacia abajo» contestó Duster. «Gracias. Me llamo Lena. ¿Y tu?» «Duster». «¿Eres de Barcelona?» «¿Por qué quieres saberlo». «Yo soy de Austria. ¿Has estado alguna vez?» «Si». «¿Dónde?» «En Viena». «Barcelona también es bonita. ¿De dónde vienes?» «No querrás saberlo» dijo Duster marchándose esbozando una medio sonrisa.

II

«Hola Duster. Soy Sarl». Duster miró a la chica que le saludaba. De constitución atlética, morena, ojos verdes y orejas un poco puntiagudas. Vestía ropa informal y llevaba el pelo suelto hasta la altura de los hombros. «¿Qué quieres?» preguntó mientras contemplaba la luz del sol del amanecer a través de la ventana. «Yarzol está enfadado contigo» dijo con voz suave. «Pero tu no». «Yo no. Ya lo sabes. Pero tampoco estoy contenta por lo que has hecho». «Ya sabes a lo que me dedico». «Si. Lo sé. Pero también sabes lo que soy yo». «Dile a Yarzol que haré lo que tenga que hacer». Sarl le miró por última vez negando con la cabeza lentamente dando un pequeño suspiro y desapareció.

Yarzol contemplaba las vistas desde el Tibidabo. Su figura alta, su pelo oscuro y sus ojos negros llenos de una fuerza tranquila y a la vez enérgica le daban un aire imponente. LLevaba un traje negro pero sin corbata y una barba de tres días. «Seguirá con su trabajo» dijo Sarl acercándose hasta él caminando. «Lo suponía. Es muy tozudo». «¿Qué harás?» «Lo que un barón demoníaco tiene que hacer» contestó Yarzol brillándole los ojos con un ligero tono rojizo.

«Ha sido un placer tenerle como huesped señor. Vuelva pronto» dijo el director del hotel cortesmente. «El que reparte las cartas lo dirá» contestó Duster. «¿Quién es el que reparte las cartas?» preguntó sorprendido un empleado de la limpieza que pasaba cerca de ellos.

III

Praga. 9:00h. Duster estaba paseando por el puente de Carlos mientras llevaba un libro en la mano. «Bienvenido señor. ¿Ha ido bien?» dijo Streznik, el mayordomo de Duster. Era un hombre de unos sesenta años, con canas y un bigote canoso también. De semblante noble y educado vestía un traje elegante y llevaba consigo un sombrero de copa y una pequeña caja. «Todo bien. Gracias Streznik» dijo tomando la caja en la cual habían almendras. «Buenísimas» dijo esbozando una sonrisa mientras comía algunas. «¿Qué libro está leyendo?» preguntó el mayordomo. «Es un ensayo de Adolf Stern. ¿Lo conoces?» «No pero puede hablarme de él mientras caminamos de vuelta a casa». «Buena idea» dijo Duster guiñando un ojo.

FÍN

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ALISO VIEJO


I

«¿Leyendo, Alan?» preguntó Blake mirando con asombro. «¿Te gusta la biblioteca de Aliso Viejo? ¿Es chula, eh?» contestó Dagger divertido mientras dejaba el libro en la estantería. «No está mal para ser una ciudad tan pequeña» apuntó Lance ajustándose las gafas. Alan iba a decir algo pero se detuvo al ver a una mujer que se acercaba hasta ellos desde una sala cercana. «¿Es la inspectora Brain?» preguntó Blake. «Si. ¿Qué nota le pones?» Blake la miró rápidamente de nuevo. De unos treinta y algo; pelo largo teñido de rubio; gafas y un cuerpo sin muchas curvas. «Uhm… Un 6». «¡Un 6! Eres demasiado bueno. Un 5 y porque estoy de buenas» dijo Dagger guiñando un ojo. «Hola. Soy la inspectora Janice Brain. ¿Me acompañan por favor?» se presentó al llegar a su altura. «Claro. Te seguimos» contestó Dagger siguiéndola mientras marcaba un 5 con la mano levantada mirando a Lance el cual indicaba un 6 con las suyas.

«La víctima es Gary Mancinelli. 45 años. Trabajaba en una estación servicio». «¿Lo conocía?» preguntó Blake mirando el cadáver que estaba en la cama de la habitación donde estaban. «Si. Me había atendido alguna vez. Un hombre gris pero honrado» dijo Brain sin inmutarse. «¿Se sabe la causa de la muerte?» indagó Alan poniéndose las manos en la cintura. «Batracotoxina» respondió la inspectora. «Es un veneno extraído de algunas especies de ranas» añadió Blake. «Vaya con las ranitas…» dijo Alan. «Dejo el caso en sus manos detectives. Si necesitan algo pueden llamarme pero deben saber que estaré fuera por dos o tres días por motivos personales» «Lo tendremos en cuenta. Gracias» dijo Lance cogiendo la tarjeta que les daba.

«¿Quién querría matar a un «currante» de una estación de servicio? ¿Qué sentido tiene eso?» preguntó en voz alta Blake camino del coche. «Ninguno para mi pero lo debe tener para el que lo hizo» contestó Alan mientras miraba auna vecina que le hací señas con la mano. «Un momento…» dijo mientras se acercaba hasta ella. «¿Qué te ha dicho?» pregunto Blake cuando regresó caminando. «Dice que preguntemos por Neil Moche». «¿Quién es Neil Moche?» «Su enfermero». «¿Sabemos dónde vive?» «Si. Me lo ha dicho» dijo Alan abriendo la puerta del coche.

La casa de Moche estaba rodeada por una entrada con jardín con diferentes plantas. «¿Habrán ranas aquí?» preguntó Alan esbozando una medio sonrisa mientras Lance llamaba a la puerta. Se esccharon pasos acercándose y abrió un hombre delgado con barba y bigote y pelo corto negro. Llevaba una bata blanca de enfermero y en su bolsillo superior asomaba un bolígrafo. «¿Si? ¿Qué desean?» preguntó con voz pausada. «Somos los detectives Lance y Dagger. Estamos investigando la muerte de Gary Mancinelli. ¿Podemos pasar?» «Adelante». «Siéntense por favor. Ustedes dirán». La sala donde estaban estaba adornada con distintos cuadros de plantas y varios premios de medicina. «¿Qué cuidados les prestaba al señor Mancinelli?» preguntó Dagger metiéndose un chicle de fresa en la boca. «Tenía un pincipio de artrosis. Le ayudaba a calmar su dolor». «¿Con batracotoxina?» «No. Con cuidados paliativos». «Claro». «Pueden comprobar que no poseo esa sustancia en mi casa». «¿Alguien más cuidaba de su paciente?» terció Blake más reflexivo. «Su madre. Puedo darles su dirección». «Estaría bien. Gracias» dijo Alan.

«Aquí es» dijo Dagger llamando al timbre de un piso. «Hola. ¿qué desean?» preguntó una chica de bellas facciones y pelo largo de color negro. «Hola. Somos los detectives Dagger y Lance. ¿Está la señora Mancinelli?» «Si. Es mi tía. Pasen, por favor». «Gracias». «¿Quién es, Monique?» preguntó una mujer de unos setanta años. «Son dos detectives tía». «¿Qué desean detectives?» «Hola señora Mancinelli. Queríamos saber si usted cuidaba a su hijo médicamente. ¿Es usted enfermera?» preguntó Lance ajustándose las gafas. «Si. Desde hace 50 años jovencito». «Y le cuidaba junto con Neil Moche, ¿no?» «Me ayudaba, si. Yo ya tengo una edad ¿sabe?» «Comprendo». «Para haber muerto su hijo ayer no la veo muy alterada» dijo Alan mientras se apoyaba en la pared con las manos a la espalda mientras mascaba chicle. «Cada persona es diferente. Era mi hijo, si, pero no era una fuente de virtudes precisamente». «Pero era su hijo». «Si, pese a mi pesar». «¿No lo quería?» «Si, a ratos». Alan y Blake se miraron con incredulidad mientras Monique los contemplaba con paciencia y dulzura. «Ahora que se ha marchado tu tía… ¿puedes explicarnos esta situación?» dijo Alan esbozando una mueca de desconcierto.

«Así que por lo que nos ha dicho Monique, no se querían mucho el uno al otro» dijo Blake poniéndose la chaqueta mientras miraba el cielo que empezaba a oscurecerse. «Eso parece. Cada familia es un mundo» respondió Alan subiéndose al coche. «¿Dónde vamos?» «A cenar» dijo Alan sonriendo arqueando las cejas.

«Tenemos pollo al curry, ternera a la jardinera y pizza de la casa» dijo la camarera. Era de estatura media, rellenita y vestía con una falda y una camisa de tonos amarillos y el pelo recogido con una diadema. «¿Qué ingredientes lleva la pizza de la casa?» preguntó Blake. «Atún, mozarella, olivas, orégano, champiñones y piña». «Vale. Yo quiero una» dijo Alan. «Yo prefiero la ternera a la jardinera». «¿Y de beber?» «Zumo de melocotón» dijo Dagger. «No tenemos». «Pues de piña». «Tampoco hay». «¿Y qué zumos hay?» «De tomate, de manzana y de pera». «De pera». «Vale. Lo apunto». «Yo quiero vino» comentó Blake. «Ok. ¡Marchando!» dijo la camarera marchándose.

«Volviendo al caso – dijo Blake después de haber cenado – creo que deberíamos conseguir una orden para registrar la casa del enfermero». «Si. Yo también lo creo» señaló Alan.

II

«Buenos días. Ya tengo la orden» dijo Lance. «Genial» contestó Dagger levantándose de una cama de la habitación que habían alquilado. «Llaman a la puerta. Voy a ver quien es» Cuando Blake abrió la puerta vió a una mujer joven de mirada clara y pelo rojizo vestida con un vestido blanco fino. «¿Qué desea?» «¿Tienen té? Se me ha acabado y aún es demasiado pronto para ir a comprar». «Pues…» empezó a decir Blake. «Si que tenemos» intervino Alan sonriendo. «¿Ah, si?» «Si. Ten» dijo de nuevo Alan dándole un sobre de té de un bolsillo de su chaqueta. «Gracias. Me llamo Bera. Estoy en la habitación de al lado». «Nosotros somos Blake y Alan». «Encantada. Hasta luego» dijo sonriendo dando media vuelta. «Bera, la vecina del té» dijo divertido Dagger. Blake dió un pequeño suspiro y se ajustó las gafas.

«Esto parece una farmacia» dijo Alan mirando la cantidad de medicamentos que había en una habitación. «Aquí hay algo más» dijo Blake cogiendo una pequeña caja donde habían papeles. «¿Alguna cosa interesante?» «Recibos de medicamentos». «Espera. ¡Mira!» «Es una caja de aspirinas normales» «Vaya. Se nota que no soy muy entendido en medicamentos, ¿eh?» «No hay nada de lo que buscamos» dijo Blake con cierto desánimo. «Aquí en el suelo hay una trampilla con candado» dijo Alan retirando una alfombra que había encima. «Vamos a mirar» dijo Lance. «Vale» dijo Dagger sacando su pistola y disparando al candado. «¡Listo!» Al levantar la tapa de la trampilla vieron una pequeña escalera metálica por la que bajaron. Lo que descubrieron es que había una pequeña superfície donde vieron un terrario con una docena de ranas. «Ya lo tenemos» dijo Alan triunfal poniendo las manos en la cintura. «No debían ser tan curiosos deectives» dijo Moche apareciendo en el piso de arriba cerrando la trampilla. «¡Moche! ¡No hagas tonterías!» gritó Alan. «Feliz viaje al más allá» dijo Moche poniendo un mueble tumbado encima de la trampilla. «Has hecho bien. ¡Se lo tienen merecido por entrometidos!» dijo Doris Mancinelli. «¿Has oído? ¡La madre también lo mató!» dijo Blake. «Vámonos y que se pudran ahí abajo» espetó la mujer mayor. Moche esbozó una medio sonrisa macabra y la acompañó.

«No perdamos la calma. Utilicemos la razón» dijo Blake. «Utilizemos la luz del móvil para ver» dijo Dagger. «Si. Ahora veo que ahí en el fondo hay una caja de madera. La podemos utilizar para alcanzar la trampilla subiéndonos a ella». «Si. Vamos allá». Alan se subió porque era más alto y empezó a empujar la tapa de la trampilla con las manos. «¡Más fuerte!» gritó Blake. «¡Pesa mucho! ¡Madita sea!» «¡Ten!» dijo blake dándole la pistola. «Ahora si» dijo Alan esbozando una sonrisa cómplice empezando a disparar a la tapa. Poco a poco, esta comenzó a resquebrajarse por diferentes sitios. «¡Empuja otra vez!» «¡Si!» Dagger volvió a empujar y la trampilla empezó a quedar libre. «¡Subamos!» gritó. Cuando salieron vieron el cuerpo sin vida de Doris Mancinelli en el suelo. «¿También la madre?» preguntó retòricamente Alan. «Es un psicópata».

«La autopsia revela que ha utilizado otra vez la batracotoxina» dijo Blake saliendo de la sala de autopsias. «Le gusta matar con eso» dijo Alan negando con la cabeza. «Mi teoría es que se cree una especie de dios de la medicina. Juega a dar y quitar vida a discrección». «Es un «zumbao». «Un «zumbao» inteligente» dijo Lance ajustándose las gafas. «Hay que detenerlo antes de que vuelva a hacerlo» dijo serio Alan.

«Mi tía era una mujer especial» dijo Monique mirando a Alan con los ojos vidriosos. «¿Sabías que planeó matar a su hijo?» «No». «¿Y has tenido trato con Moche? intervino Blake. «Poco. Sólo cuando iba a casa de mi primo a verle y estaba». «¿No veías en él algo raro?» «Si. Lo veía. Algo oscuro pero como lo contrató mi tía…» «Bien. Te pondremos escolta policial. Seguramente quiera ir a por ti» «No te pasará nada. Te lo prometo» dijo Alan con firmeza cogiéndole la mano. Monique sonrió levemente con dulzura mirándole asintiendo.

«¿Dónde se habrá metido Moche?»preguntó Blake alrededor de la calle por donde estaban caminando. «¡Ahí!» gritó Alan señalando una farmacia donde entreba Moche en ese preciso momento. «¡Lo tenemos!» exclamó eufórico Blake sacando su arma.

«¿Qué quieren hacer detectives?» preguntó sarcásticamnete Moche el cual tenía al farmaceútico cogido con su brazo izquierdo sujetándole para que no escapara mientras que con su mano derecha sostenía una jeringuilla. «Sueltalo y vivirás» dijo Blake apuntándole con su pistola. «Yo decido quien vive y quien muere detective» «¿Te crees superior? Yo creo que eres un enfermo y demente poble diablo» dijo Alan apuntándole con su arma. «Yo soy una mente superior detectives. Por eso yo decido que hacer con las vidas de los demás mientras que ustedes sólo pueden contemplarlo después o ahora». «Porque tú eres dios, ¿no?» «Exacto». De repente, entró un hombre. «¡Oh! ¿Qué…?» balbuceó. «¡Lárguese de aquí ahora!» gritó Alan. «¡Ya me voy! ¡Ya me voy!» dijo el hombre saliendo corriendo. «Hoy vive» dijo Moche lanzando al farmaceútico contra Alan. Blake le disparó aprovechando la ocasión pero Moche siguió en pie. «Yo decido quien muere y quien no» dijo saliendo corriendo por la parte trasera de la farmacia. «¡A por él!» gritó alan mirando a Blake.

«Se ha escapado» dijo Lance guardando la pistola. «¡Demonios!» gritó Alan dando una patada a una papelera que había en la calle.

«¿No es ésa Bera, la vecina de al lado de nuestra habitación?» pregunto Blake saliendo del coche. «Si. ¿Qué querrá ahora?» dijo Alan cansado. «Hola. ¿Os invito a cenar?» «Vale» dijo Blake mirando a Dagger como diciendo «pues eso que nos ahorramos, ¿no».

«¿Sois detectives? Es una profesión difífil. Mi padre era inspector de homicidios en Chicago» dijo Bera repartiendo la comida. «¿Como murió?» preguntó Blake curioso. «No está muerto. Está jubilado» respondió esbozando una sonrisa. «Perdón. He metido la pata». «¿Y tú de qué trabajas?» preguntó Alan. «Soy arquitecta». «¿Y trabas en Aliso Viejo?» «En Aliso Viejo o en otro sitio. Depende del proyecto». «Entiendo». «Gracias por la cena» dijo Blake. «Gracias por la compañía. Que cerréis pronto el caso» respondió Bera risueña.

III

«Mira esto Alan» dijo Blake enseñándole una nota que había en el suelo de la entrada. «No hay gloria sin sacrificio». «Debe de ser de Moche». «Nos quiere desafiar». «¿Cómo está Monique?» preguntó alertado Alan. «Vamos a verla ahora» dijo Blake ajustándose las gafas.

Monique estaba sentada en el sofá leyendo un libro de poemas de Lord Byron. Dos policías estaban en la entrada en un coche patrulla y otro estaba dentro con ella. De pronto se escuchó un fuerte ruido dentro de la casa. El policía se disponía a ver lo que había ocurrido cuando se escuchó el silbido de una cerbata y un dardo envenenado lo dejó incosnciente en el suelo. «El mejor profeta del futuro es el pasado dijo Lord Byron. Deberías saberlo mejor que nadie Monique» dijo Neil Moche entrando por el salón. «Estoy protegida» dijo calmadamente Monique. «Si. Ya lo veo. Los dos policías de la entrada no se han enterado de nada y el de aquí ya ves como se encuentra». «No te perdonaré que quisieses hacer daño a Alan». «¿Si? ¿Y qué me harás pequeña flor decaída?»

«¿Cómo está Monique?» preguntó Alan a un policía de la entrada. «Bien». «¿Seguro?» «Claro. Hay un compañero con ella todo el rato». «Negativo – dijo Blake sancando su pistola mientras miraba por la ventana – está abatido y en su lugar está Moche». «¡Lo sabía!» exclamó Dagger desenfundando su arma.

«Siempre me has parecido la más sensible de los tres y aún así no fuiste capaz de ver lo que iba a suceder». «Lo presentía» dijo Monique. «¿De veras? No te creo. No eres tan sensible. ¿O si?» «Yo creo que eres el tiene poca intuición» dijo Alan apareciendo mientras abría la puerta apuntando con su pistola. «Manos arriba» dijo Blake haciendo su aparición saltando a través de una ventana. «Esposadle» ordenó Dagger a los dos agentes. «Nos vemos en la comisaría» dijo Moche con parsimonia.

«¿Estás bien Monique?» preguntó Alan acercándose hasta ella. «Si. Gracias a ti» contestó ella risueña. Blake se quitó las gafas y las limpió mientras miraba la casa y el libro de Byron; y a su amigo y compañero con la preciosa y alegre Monique. «Todo a vuelto a la normalidad» se dijo.

«¿Qué tal sienta la prisión?» preguntó Alan a Moche el cual estaba sentado en una silla esposado. «Bien. Ha salido todo como lo había previsto detective». «¿Seguro?» preguntó irónicamente mientras miraba a Lance sentado en otra silla un poco más alejado con los brazos cruzados. «Si eres dios escápate» le retó. «Todo tiene un momento y un lugar». «Pues tu lugar está aquí. Tres homicidios, incluyendo a un policía, a un compañero. No saldrás nunca más a ver la luz de la calle». «Eso ya lo veremos detective Dagger».

«Vamos a tomar algo para celebrar que el caso está cerrado» dijo Alan saliendo de la comisaría. «Me parece buena idea. Invito yo». «gracias señor Lance». «De nada señor Dagger».

IV

«Tienes una visita Moche» dijo el agente de policía marchándose dejándolos a solas. «Una sorprendente visita Monique». «Te dije que no te perdonaría el que quisieses hacer daño a mi Alan». «¿Tu Alan? ¿Aún sigues con eso?» «¿Quién conoce el fín? Lo que ha emergido puede hundirse y lo que se ha hundido puede emerger». «No recuerdo de quien es… Espera. Allan Poe». «No. Lovecraft» dijo Monique. Moche esbozó una medio sonrisa de desprecio pero un instante después su rostro se llenó de pavor porque delante suyo vió el rostro de Monique con una mirada negra y terrible, su cabello ondulando en el aire moviendo su mano derecha hacia arriba y, al momento, boca abajo y, en ese instante, el cuello de Neil Moche se retorció brúscamente y se partió, y con el, su vida.

FÍN

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CHULA VISTA


I

«¿Son los detectives Alan Dagger y Blake Lance? El capitán no está, así que seré yo el que les ponga al día acerca del caso. Soy el teniente Brian Peláez de la comisaría de Chula Vista». «Mucho gusto» dijo Blake. «La víctima es Daisy Plum, una ama de casa que no destacaba por nada en su vida particular ni en su entorno social, lo cual sorprende porque, aparentemente, no hay nada que le predispusiese a ser víctima de un homicidio». «Como la gran mayoría de casos» dijo Alan esbozando una media sonrisa. «¿Causa de la muerte?» preguntó Blake ajustándose las gafas. «La ahogaron en la bañera». «Eso es que fué alguien que conocía sus rutinas» dijo Dagger poniéndose las manos en la cintura. «Y que era de su círculo de conocidos» añadió Lance. «Eso serán cosas que tendrán que dilucidar detectives. A partir de ahora el caso es suyo».

«¿Es usted Arthur Bayle?» preguntó Blake. «Si. ¿Qué hacen en mi casa?» «Somos los detectives Dagger y Lance del departamento de homicidios de la policía estatal de California. Estamos investigando la muerte de su mujer» dijo Alan enseñando su identificación policial. «Disculpen. No estaba enterado de que eran agentes de la ley. Acabo de regresar del trabajo. Todo es demasiado reciente». «Si. Le comprendemos pero necesitamos hacerle algunas preguntas». «¿Preguntas? Si. Adelante». «¿Dónde estaba cuándo mataron a su mujer?» «Fuí a correr, como hago cada día por la tarde». «¿Tiene algún testigo que lo corrobore?» «Espere… ¿Es que piensa que yo la maté? ¡Era mi mujer!» «Ya, pero hasta que no se demuestre lo contrario, vaya buscando una buena coartada».

«¿Qué hay hoy como plato estrella?» preguntó Alan frotańdose las manos mientras se sentaba en la silla. «Tenemos arroz a las finas hierbas acompañado con cordero a la brasa. Algo verdaderamente superior, si me lo permite decir, señor» dijo el camarero gesticulando con su mano derecha. «¡Tiene buena pinta!» «A mi no me gusta el cordero. ¿Tienen algo de pasta?» consultó sin mucho convencimiento Blake. «Tenemos. Tallarines a la marinera. Un plato de rica pasta acompañada por una deliciosa salsa con trocitos de marisco. ¡Riquísimo!» «Me apetece. Tráigame eso». «¡Por supuesto señor!» dijo el camarero marchándose contento.

«¿Son ustedes los detectives que están investigando la muerte de Daisy Plum?» «Si. ¿Quién es usted señora?» preguntó Alan mientras dejaba de comer. «Soy amiga de Daisy. Me llamo Beretrice Staunt». «¿Qué podemos hacer por usted?» «Soy yo la que puedo hacer algo por ustedes». «Usted dirá…» «Vayan a ver a Katrine Velice». «¿Quién es Katrine Velice?» preguntó Blake ajustándose las gafas. «La amante de Arthur Bayle». «Gracias por la información señora Staunt». «De nada. Sólo quiero que esos dos se pudran en la cárcel» dijo dándoles una nota. «¿Qué es esto?» «La dirección de donde vive. No tarden o se les escapará» dijo marchándose alterada.

«Vámonos» dijo Alan levántándose de la mesa. «Pero aún no hemos comido» dijo Lance protestando. «¡Ya comeremos más tarde!» contestó su compañero dirigiéndose a la salida del local corriendo.

II

«¿A quién buscan?» preguntó un joven atlético con ropa deportiva. «Estamos buscando a Katrine Velice» respondió Alan poniéndose las manos en la cintura. «Quién eres?» indagó Blake ajustándose las gafas. «Soy Jason Neil». «¿La conoces?» «¿A la señora Velice? De vista. Vivo cerca de aquí y suelo verla a veces». «¿Qué relación tienes con la señora Velice?» «De vecino. Nada más». «No me lo creo. Te has mordido el labio inferior antes de responder. Eso denota tensión sexual» dijo Alan. «¿Qué? ¡No, no!» «Y eso aún más» añadió Lance. «Tranquilo. No te vamos a meter en la cárcel porque te hayas acostado con ella». «No me he acostado con ella. Sólo me parece una mujer atractiva. Nada más». «Bueno, déjemos eso de lado. A nosotros nos interesa saber donde está». «No lo sé. Hace dos días que no la veo». «Puedes marcharte». «Gracias».

«Tendremos que pedir una orden de registro si queremos entrar en su casa» dijo Lance rascándose la barbilla. «Pues si» contestó Alan mirando alrededor. «¿Qué miras?» «Estoy buscando algún sitio para comer. Tengo hambre». «Ahora que lo dices, yo también tengo apetito». «Si tienen hambre vengan conmigo» le dijo un hombre de rasgos orientales sonriente. «Te seguimos pero como nos la cueles… ¡te empapelamos!» dijo Alan.

Mientras comían, Jason Neil fué a ver en secreto a Katrine Velice la cual estaba viviendo escondida en un apartamento de las afueras de la ciudad. «¿Dos policías?» «Si» respondió dócil el joven mirándole ensimismado la fina ropa que llevaba puesta resaltando su sensual figura. «¿Y qué les has dicho?» «Nada. No les he dicho nada». «Eso está bien. Eres un buen chico» le dijo mientras le rozaba la cara con los dedos de su mano. Neil cerró los ojos sintiendo su caricia mientras ella se puso detrás de él y sacó un cuchillo con el cual le cortó cuello. «No es nada personal cariño. Es para asegurarme de que no dejo cabos sueltos» dijo Katrine mientras contemplaba como el cuerpo del joven caía al suelo sin vida.

III

«Voy a comprar el diario. ¿Quieres algo?» preguntó Alan cogiendo su chaqueta del coche. «No. Gracias» respondió Blake ajustándose las gafas. «No te vayas aún» dijo Lance colgando el móvil. «¿Por qué?» «Porque acaban de encontrar el cuerpo sin vida de Jason Neil».

«¿Quién habrá podido ser?» preguntó en voz alta una joven enfermera que atendía a un hombre que veía el cadáver entre los cubos de basura de la calle. «Alguien muy poco sociable» contestó Alan poniéndose las manos en la cintura.

«Ahora tenemos dos homicidios» dijo Lance dando un sorbo a un vaso de café caliente. «Brianna dice que la señora Velice no es de fiar» apuntó Alan. «¿Quién es Brianna?» «La enfermera». «Te ha faltado tiempo para conocer su nombre. Espero que no te distraiga». «Soy un profesional» sentenció Dagger ajustándose la chaqueta mientras guiñaba un ojo. «Lo han degollado con un arma blanca» dijo el forense sacándose los guantes de las manos. «Me lo imaginaba» dijo Lance dando un ligero suspiro. «Creo que ha sido quien ya sabes» apuntó Alan. «Es posible pero tenemos que encontrar pruebas». «Aquí hay una partícula de cabello. Lo llevaré a examinar al laboratorio» dijo el forense. «Dinos algo lo más pronto posible» señaló Dagger metíéndose un chicle en la boca. «Así lo haré detective».

La noche comenzaba a tomar su sitio y Dagger y Lance se fueron a una habitación de un motel. «¡Qué lujo!» dijo Alan cogiendo una revista de coches de hacía cinco años. «Esto lo es aun más» respondió Blake enseñando un teléfono fijo. «Alta fidelidad» bromeó Dagger sonriendo. En ese momento llamaron a la puerta. Los detectives se miraron un momento sin decir nada. «¿Quién es?» preguntó Alan. «Servicio de habitaciones». «Adelante». «Gracias» dijo una joven entrando llevando unas sábanas limpias. «Déjalas en la cama. Ya las colocaremos después nosotros» dijo Blake ajustándose las gafas. «¡No, no! Es mi trabajo. Ustedes son los clientes. Esto es mi tarea». «Como quieras» dijo Lance sentándose en una silla. Alan miró a la chica y descubrió un tatuaje de una iguana en su cuello. «¿Te gustan las iguanas?» «¿Qué? ¡Oh! La iguana… » dijo la chica sonrojándose ligeramente. «Es parecida a una que ví hace tiempo». «¿Le gustan las iguanas?» preguntó la muchacha sorprendida. «¡Si! De siempre. Desde pequeño». Blake se tapó la boca con la mano aguantándose la risa. «¿Y ahora tiene alguna?» «Ya no. ¿Y tu?» «Si. Tengo un macho y una hembra». «La parejita». «Si» dijo sonriendo. «¿Vives cerca de aquí?» «Si. A dos calles del motel». «¿Y por qué trabajas aquí?» «Porque necesito dinero para pagar el alquiler». «Entiendo». «Perdonen, seguiré con las camas» dijo la chica un poco abrumada. «Claro. Continua» dijo Dagger mirando a Blake el cual negaba con la cabeza.

IV

La calle estaba tranquila. Sólo se veía a una mujer caminando, Katrine Velice la cual iba vestida con un vestido de tela casi transparente con tonos verde oliva. De repente, apareció un coche oscuro y se detuvo a su altura. Bajó un hombre; Arthur Bayle. «Hace tiempo que no nos vemos». «¿Ah, si?» dijo Katrine jugando con su cabello con su mano. «¿A qué viene esta actitud?» «¿Qué actitud?» preguntó ella despectivamente. «¡Esa actitud!» dijo él. «Tranquilízate cariño. Ahora necesitas un tiempo para ti». «Ya no está mi mujer. Ven conmigo». «No. Ahora no». «¿Ahora no?» interrogó Arthur Bayle exasperado. «No es el momento. Cuídate». «Me has estado utilizando todo este tiempo…» pronunció Bayle apretando los puños. «A usted y a todos los de su entorno» dijo Alan Dagger apareciendo tras una casa acompañado por Blake Lance. «¿Amigos tuyos Arthur?» preguntó Katrine. «No. Son…» Bayle se calló al ver a Alan hacer un gesto con la mano para que no lo hiciese. «Katrine Velice, ¿nos acompaña, por favor?» preguntó Lance. «¿A dónde?» «A comisaría». «¿Así que son policías, no?» «Eso es». «¿Por qué debería ir?» «Porque está acusada de dos homicidios» respondió Alan poniéndose las manos en la cintura. Bayle se quedó estupefacto. «¡Qué tontería!» manifestó Velice soltando una risotada. «Eso lo dictaminará el juez» sentenció Dagger. «Y su cabello encontrado en la escena del crimen de Jason Neil» añadió Blake con tono serio. Katrine realizó una leve mueca de turbación para enseguida recuperar la calma. «No saben lo que dicen…» dijo con desprecio dándose la vuelta pero, al hacerlo, aparecieron dos coches patrulla de la policía local. «Puede venir con nosotros por las buenas o por las malas. Usted elige» explicó Alan sosteniendo unas esposas con la mano derecha levantada. Velice comenzó a reír de forma histérica y sacó una pistola. «¡Yo elijo aquí como se hacen las cosas!» gritó disparando a Dagger en el pecho. «¡Alan!» gritó Blake al ver como su compañero retrocedía un poco dando algún paso tambaleante. En el mismo momento, los policías sacaron sus pistolas apuntándo a Katrine Velice mientras Lance hacía lo propio. «¡Arréstenla!» ordenó. «Menos mal que se me ocurrió ponenerme el chaleco antibalas» dijo Alan viéndolo al quitarse la chaqueta. Blake esbozó una sonrisa de alivio y Katrine le miró con odio.

V

«¿Dónde has ido? ¿Estabas con alguna de las dos, no? Nos vamos ya» dijo Blake haciendo las maletas. «Si» dijo Alan. «¿Con Brianna o con la del hotel?» «Con las dos» dijo Dagger esbozando una medio sonrisa guiñando un ojo.» «Me voy a buscar el coche» dijo Lance sin contestar. «¡Espera! ¡Brianna me ha dado una tarta para los dos!» dijo Alan saliendo tras él.

FÍN

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LA BIBLIOTECARIA

libro fantasma

I

Leer a Edgar Allan Poe es como entrar en un mundo lleno de otros mundos paralelos al nuestro repletos de realidades que la mayoría de las personas consideran cuanto menos misteriosas y, normalmente, extrañas.

Tal vez sea tu caso apreciado lector. O quizás no, quien sabe. Lo cierto es que ese día estaba leyendo un relato de este autor sentado en una butaca al aire libre en pleno verano cuando Ana vino acompañada por un hombre de pequeño tamaño, barba y gafas. «Es el señor Aresio Tavalas». «Gracias Ana. ¿Qué desea?» «Quiero que sepa que no acostumbro a hacer estas cosas. Soy biliotecario. Mi mundo son los libros no los…» «¿Los sucesos raros?» «Eso. Exactamente. Lo que quiero decir es que nunca nos había pasado nada igual en los veinte años que llevo en la bilioteca…» «¿En que parte de Grecia está esa bilioteca?» «En Creta». «¿Y qué ha ocurrido?» «Pues…» «¿Quiere un poco de agua?» preguntó Ana. «Si. Por favor..» contestó el hombre mientras se sentaba en mi silla abrumado por lo que pretendía exlicar. «Empiece a explicar» le animé viendo que Ana llegaba con el agua. «Si. Resulta que la semana pasada descubrimos una sala desconocida en la bilioteca. No sé como no la vimos antes. Bueno, en realidad no es una sala propiamente sino más bien un pasillo con una extensa estantería de libros viejos llenos de polvo y…» «¿Qué más?» «Pues que ahí vimos mi compañera y yo una figura de mujer leyendo libros… ¡Pero no tenía pies!» «Vaya, vaya» dije yo mirando a Ana. «Siga explicando señor Tavalas» le animó ella. «Si. Sigo explicando… Pues eso, que no tenía pies y se desplazaba flotando sin mirarnos en ningún momento». «¿Y luego que pasó?» «Pues que desapareció tras la estantería. ¡Así, como si nada! ¡Imagínese!» dijo alterado secándose el sudor de la frente con su pañuelo. Después nos explicó que desde aquel día, su compañera dejó el trabajo y la chica más joven que había empezado hacía un mes, también. Ante la perspectiva de tener que cerrar la bilioteca contactó con nosotros para que le ayudásemos. Y esa era toda la historia.

Así que hicimos las maletas y nos marchamos a Creta, pero no a ver al Minotauro sino a la bibliotecaria ocupa.

 

II

La biblioteca era de tamaño mediano pero acogedora. Ni muy grande mi muy pequeña, con un mobiliario elegante y una luz adecuada en todas las salas (las tres que tenía). «Bueno, ¿dónde está el pasillo famoso?» pregunté a quemarropa. «Es por aquí» contestó el biliotecario haciendo ademán para que lo siguiésemos. «Aquí es». «Realmente es un pasillo de hace unos cuantos años» apunté echando un primer vistazo. Ana miraba con atención la estantería repleta de libros y una vieja lámpara que estaba en el hueco de lo que parecía un agujero hecho a propósito en la pared. «¿Y cuándo suele aparecer?» pregunté curioso. «Pues no tiene un horario fijo, la verdad…» «¿Quiere decir que aparece en cualquier momento?» indagó Ana. «Eso es». «Como ahora, por ejemplo…» dije yo viendo como aparecía la silueta fantasmal de la bibliotecaria. Aresio Tavalas comenzó a sudar e hizo amago de salir corriendo. «Espere un momento. Vamos a ver si interactúa». «¿Interactuar?» preguntó asustado. «Hola. ¿Quién eres?» Ni se inmutó. «¿Qué estás haciendo aquí?» Nada. Y cuando iba a hacerle otra pregunta, se dirigió hacía nosotros desplazándose en modo levitación y, atravesando el cuerpo del bibliotecario, desapareció.

Tavalas estuvo cerca de diez minutos inconsciente. Cuando recobró la consciencia buscó con la mirada al fantasma. «No está» le calmé. «Creo que lo mejor será que me vaya a casa… Esto no es para mi…» dijo conmocionado. «De acuerdo. Descanse. Nosotros nos ocupamos de todo».

 

III

Durante el primer día sólo experimentamos la aparición en la que estuvo presente Tavalas. Cabe decir que no siempre los espectros son tan espectaculares como aparecen en las películas de Hollywood. Hay de todo, igual que las personas de esta dimensión tridimensional, la nuestra.

Así la cosa, Ana y yo nos dispusimos a iniciar una nueva tentativa en la bilioteca cuando, de repente, vimos acercarse caminando con su habiaual estilo elegante a Marcel Quelle, un afamado colega del mundo de la investigación parapsicológica amén de un brillante filósofo. «¿Qué tal Marcel? ¿De vacaciones?» «Buenos días. Si. Has acertado pero será una estancia corta. Mañana parto a Dublín». «¿Y eso?» «Bueno, verás, me han invitado a un congreso de psicofonías. ¿No te habías enterado?» «Pues no. Nadie me ha avisado». «Si que es extraño. ¡En fín! Cosas que pasan. ¿Estás en algún caso? Veo que te acompaña Ana la cual cada vez está más bella». «Pues si. Estamos en uno. En la bilbioteca de Tavalas. ¿Te suena?» «¡Si! ¿Qué ha ocurrido?» «Una bibliotecaria fantasma que asusta al personal con su presencia». «Comprendo. Fantasmogénesis». «Eso mismo» respondí viendo a Ana que me miraba cariñosa apartándose el pelo de su oreja con sus dedos. «Interesante, muy interesante. Ya sabes que en la mayoría de los casos es el apego lo que les hace permanecer con nosotros, Debes encontrar lo que le ata para liberarle». «En eso estamos. Gracias». «A vosotros amigos. Un placer haberos visto» dijo despidiéndose realizando un breve saludo con su mano derecha mientras esbozaba una sonrisa cortés.

«De nuevo estamos en el pasillo» dije husmeando entre los libros llenos de polvo. Ana se acercó y empezó a mirar también y yo lo aproveché para cogerla por la cintura con mis brazos y besarle en el cuello. «Estamos trabajando» dijo sonrojándose ligeramente con la mirada brillando de felicidad. «Vale, vale. Es verdad» respondí dándole un beso en los labios. «¡Vamos al lío!»

Llevábamos ya un buen rato mirando todos los libros y todos lo recovecos del pasillo pero la bibliotecaria no daba señales. «¿Y si vamos a tomar algo fresco y volvemos luego?» pregunté. «Vale» dijo Ana sonriendo. Pero justo cuando estaba dejando el libro que tenía en mis manos sentí un escalofrío en la espalda y ví como se materializaba el fantasma.

Ahí estaba, a unos pasos de mi. Sin mirarme. Absorta en la estantería. Ana me miró espectante como diciendo «que vas a hacer ahora». Y lo que hice fué acercarme un poco y extender la mano con la intención de constatar de que se trataba realmente de un espectro y no una persona como nosotros.

La mano atravesó su cuerpo etéreo y constaté lo que ya intuía: que era un fantasma. ¡Pero no se percató de nada! «»Es como un fotograma de una película» dije. «Prueba de hablarle» dijo Ana. «Si. Ahora le hablo. Hola otra vez. Ayer ya nos vimos y te saludé. ¿Como estás?» Nada, lo único que hacía era mirar los libros y, sobretodo, uno que yo conocía. ¡»Cuentos asombrosos» de Edgar Allan Poe! Se lo dije a Ana y sonrió divertida. «Es el libro que estaba leyendo antes de venir. Voy a ver si esto funciona» Y con este optimismo me dirigí a la bibliotecaria de nuevo cogiendo el libro de la estantería. «¿Te gusta Poe, eh? Yo también lo estoy leyendo» le dije mientras lo abría y pasaba las páginas del inicio. Al hacerlo, ella, por primera vez, me miró, mejor dicho, miró el libro y sonrió. «¡Oh!» exclamó Ana. Y yo también exclamé al ver como aparecía en medio de nosotros una luz blanca dentro de la cual parecía haber la figura de un hombre el cual hacía gestos con las dos manos para que viniese la bibliotecaria. Y fué eso lo que hizo ella exactamente y al hacerlo la luz se apagó y los dos desaparecieron.

 

IV

«¿Y cómo han logrado que se marchase?» preguntó Aresio Tavalas al día siguiente. «Ha sido gracias a que hemos descubierto que era una enamorada de Poe» le contesté. «Claro, era de esperar. Un fantasma y un autor de narraciones góticas» dijo esbozando una medio sonrisa condescendiente.»Narraciones góticas, no; narraciones extraordinarias» le rectifiqué mirando a Ana la cual me contemplaba sonriendo feliz.

 

 

FÍN

 

 

 

 

 

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LA CASA VETRO

casa

I

Apreciado lector, ¿crees en los fantasmas y en el más allá? Si tu respuesta es negativa serás del parecer de Lucia Vetro y su esposo Paolo, una joven pareja que vive en una casa en las afueras de Florencia. ¿Quieres conocer su historia?

Lucia Vetro y Paolo se habían casado hacía un año y se disponían a vivir juntos en una casa heredada por Lucia (que en italiano se pronuncia «Luchía»). La casa era grande y estaba repleta de enormes muebles con varios cuadros de temática ecuestre. Eso era en el interior; en el exterior había un terreno con un columpio y hierbas con un roble cerca de el.

Durante el primer día no ocurrió nada. Todo fué muy tranquilo. Pero en el segundo, pasaron cosas. La primera fué que, durante la noche, escucharon ruidos de pasos por el pasillo que había al lado de su habitación donde dormían juntos. Paolo fué el primero en darse cuenta. «¿Y esos pasos?» preguntó mirando a Lucia la cual estaba medio dormida. «¿Pasos? ¿Qué dices cariño?» le contestó ella extrañada y soñolienta. «Tienes razón. Me lo habré imaginado». Pero cuando se disponía a coger el sueño de nuevo volvió a oírlos con más fuerza. «Me parece que hay un ladrón» dijo incorporándose nervioso. «Son sueños cariño, estabas soñando» volvió a decir Lucia. Parecía que la cosa se quedaba en eso pero cuando ambos se acostaron nuevamente en la cama, vieron con súbito terror, a la luz de la luna llena que se veía a través de la ventana, la figura espectral de un hombre con un semblante tétrico vistiendo una sotana negra con capucha. Paolo se quedó blanco mientras que Lucia comenzó a manifestar un pequeño temblor por todo el cuerpo. ¿Cuánto duró esa escena? Dos o tres segundos aunque para ellos pareció ser toda una eternidad. Tan intensa fué la experiencia.

El espectro tal como apareció de súbito, desapareció. Desde ese momento, esa noche no durmieron nada más los jóvenes esposos, como ya se habrá imaginado el paciente lector.

Al día siguiente, recibí la llamada de Lucia Vetro. Después de cerciorarse de que era yo el investigador paranormal que estaba buscando, comenzó a narrar con voz trémula lo sucedido la noche anterior. Cuando acabó me faltó tiempo para ir al lugar.

Llegué a la casa de los Vetro alrededor de las doce del mediodía. Me acompañó mi novia, como siempre hacía. «Espero que no os importe que haya venido con Ana». «No, no, claro que no…» contestó Paolo mientras abría la puerta nervioso. «Bueno, el plan es el siguiente: vosotros os marcharéis al hotel del que os hemos hablado. Nosotros nos quedaremos aquí a pasar la noche. Y mañana nos volvemos a ver y os cuento las novedades, si las hay. ¿De acuerdo?» «Si. De acuerdo…» dijo Lucia con expresión asustadiza.

Con la prudencia que nos caracteriza, fuimos paseando por toda la casa deteniéndonos en todo aquello que nos llamaba la atención como, por ejemplo, el álbum de fotos de la familia Vetro. De entre todas las fotografías había una que me llamó especialmente la atención. Era una en la que se veía un hombre mayor con cara de pocos amigos; de caràcter «avinagrado», vamos. Por la descripción podría encajar con el espectro que vieron Paolo y Lucia.

Otras cosas que nos llamaron la atención fueron un viejo libro de magia negra y un pentáculo invertido. Las dos cosas estaban en una pequeña habitación que antiguamente había sido usada como «el trastero» (para dejar todo aquello que no se solía usar habitualmente).

Al caer la noche, nos fuimos a la habitación de Paolo y Lucia cerrando la puerta. Después de un par de horas, la temperatura empezó a bajar y mi teléfono móvil dió problemas de cobertura. «Ya verás como dará una señal a no mucho tardar» dije mientras Ana me miraba atenta. Y efectivamente, a los pocos minutos comenzamos a oír pasos tras la puerta. «No seas tímido. Puedes entrar» le invité. «Mira…» me susurró mi novia señalando con su dedo índice la ventana. Y fué ahí donde ví al espectro que vieron los esposos. Iba con su capucha y su expresión agría y se limitaba a mirarnos. «¿Qué? Bonita noche ¿eh? ¿Qué te cuentas?» El espectro no se inmutó. «¿Cómo te llamas? ¿Hace mucho que vives aquí?» «Si» respondió con voz ronca y, al mismo tiempo, un poco ahogada. «¿Eres familiar de Lucia Vetro?» «¡No!» exclamó. «Vale, vale. No hace falta que grites. Qué más, qué más… ¡Ah, si! Oye, que ahora la casa es de Lucia y Paolo. Deberías irte». «¡Nooo!» gritó mientras los muebles de la habitación empezaban a temblar. «No seas tozudo. Esta ya no es tu casa. Tu estás en otro plano. Esta dimensión ya no es tu hogar». El espectro esbozó una ligera expresión de desconcierto. «Si, es la verdad. Seguramente tuviste una muerte violenta y te quedaste atrapado aquí, en la casa donde estuviste viviendo estando vivo. Pero debes marcharte porque ya no perteneces a este plano. ¿Lo comprendes?» El fantasma oscureció su mirada y las paredes de la habitación y el suelo comenzaron a agrietarse. «¡Detente! ¡No sigas con esto!» grité. No me hizo caso y tuvimos que salir corriendo de la habitación.

Sobre las tres de la madrugada entramos de nuevo. Hacía rato que ya no se escuchaba nada. El espectro también se había esfumado. «¿Se habrá marchado del todo?» preguntó Ana. «Eso espero» contesté. Toda la habitación estaba patas arriba. Los muebles estaban en el suelo y las paredes con grietas. Cuando levantamos el armario que estaba al lado de la cama vimos el suelo abierto con una gran grieta y dentro de ella huesos humanos. «Deben ser los suyos. Hay que quemarlos». Anna asintió con la cabeza.

Apreciado lector, posiblemente no sepas porque quemamos los huesos, o quizás si. Es algo muy recurrente en estos casos (y las preguntas sobre ello también!). Lo hicimos porque los huesos atan al fallecido al lugar donde está enterrado, sobre todo si murió de forma violenta, como parecía ser el caso. Una vez lo hicimos, la noche fué plácida hasta el amanecer.

 

II

«Siento los desperfectos pero han sido los daños colaterales de la noche» les dije a Paolo y Lucia. «Lo sabemos. Lo cubre el seguro. Muchas gracias» dijo él. «A vosotros. Ha sido entretenido. Ya no volverá a perturbaros. Se ha marchado para siempre». «Yo lo que no entiendo es porque tuvisteis que quemar los huesos» añadió Lucia con curiosidad.

Querido lector, ¿se lo explicas tu?

 

 

FÍN

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SANTA ROSA

Santa Rosa
I

2.07 de la madrugada. Santa Rosa, California. Un coche deportivo descapotable cruza la ciudad a gran velocidad con dos jóvenes subidos en él. «¡Qué pasada la velocidad que alcanza este coche!» «¡Y aún puede correr más!» «¡Pues dale gas! ¡No pares!» «¡Allá voy!» Justo cuando empezaba a acelerar se escuchó un disparo y el coche empezó a tambalearse perdiendo el equilibrio. «¿Qué ha sido eso?» «¡No lo sé pero no puedo controlar el coche!» Acto seguido se escuchó un segundo disparo y el vehículo empezó a dar bandazos a un lado y otro lado d ela carretera. «¡Nos están disparando!» dijo el que estaba de copiloto y, tras decirlo chocaron con un muro de un edificio y el coche empezó a arder por la parte donde estaba el motor. «¡Jimmy, Jimmy! ¡Hay que salir de aquí ahora!» dijo el que iba de copiloto saliendo del coche con varias heridas de sangre y la ropa chamuscada.

Cuando se disponía a acercarse de nuevo para sacar a su amigo, un tercer disparo acertó al vehículo y una fuerte explosión provocó que saliese por las aires despedido cayendo al suelo sin sentido.

II

«Una vez estuve aquí, -empezó a decir Lance mientras se limpiaba las gafas- fué hará unos tres años». «¿Viniste solo?» preguntó Alan mientras seguía caminando. «No. Vine con una chica con la que estaba saliendo por aquel entonces». «Vaya, vaya. ¡Estás hecho un ligón!». «Ya me gustaría». «Aquí está la comisaría de Santa Rosa» anunció Dagger viendo un edificio en el que se veían varios policías moviéndose por dentro.

«Soy el teniente Mike Redford. Encantado». «Igualmente. Nosotros somos los detectives Blake Lance y Alan Dagger» dijo Alan. «El caso que tenemos es un poco diferente a lo que solemos tenir por aquí y, cabe decir, que aquí no solemos tener muchos homicidios. Es un lugar bastante tranquilo y…». «El caso teniente» dijo Lance ajustándose las gafas. «¡Si! ¡El caso! Como les decía, el caso es inhabitual por estos lares, es por eso que les hemos llamado. Se trata de Jimmy Dalt y Steve Bet. Iban juntos en un deportivo descapotable de madrugada cuando, de repente, alguien les disparó». «¿Al coche o a ellos?» «A ellos. El resultado ha sido la muerte del primero y el ingreso en el hospital del segundo. Estamos conmocionados y nuestros agentes no tienen experiencia en este tipo de casos. Así que…» «Así que nos pasan el marrón a nosotros» dijo Dagger poniéndose las manos en la cintura». «Eso es… Quiero decir que…, bueno, ya saben, una ayuda no nos iría nada mal». «De acuerdo teniente. Ya nos encargamos del asunto desde ahora mismo. No se preocupe». «Gracias detectives» respondió Redford aliviado.

«Como sean todos como Redford vaya ciudad nos ha tocado» dijo Blake resoplando mientras miraba a través de la ventana de la sala donde estaban. «Espero que no» dijo Alan esbozando una media sonrisa mientras bebia un sorbo de agua de una vaso que sostenía con la mano. «¿Qué tal detectives? ¿Todo bien?» les preguntó una mujer vestida con una camisa fina negra que dejaba traslucir su sujetador y su pecho generoso y con una falda corta del mismo tono. «Todo bien. ¿Quién eres? ¿De dónde has salido? No te he visto llegar» contestó Alan con una mezcala de sorpresa y alegría. «Me llamo Asamel» le dijo ella esbozando una pícara sonrisa. Tenía el pelo largo y ondulado. Su boca era muy sensual y su mirada atrevida. Daba la sensación de que se divertía ante la perplejidad de los dos detectives. «¿Eres de Santa Rosa o estás de paso?» «Estoy de paso como vosotros». «¿Quiere decirnos algo en relación a lo sucedido esta madrugada?» preguntó Blake ajustándose las gafas. «Esta madrugada han pasado muchas cosas. Debería especificar un poco más». «Me refiero a lo ocurrido a los dos jóvenes que conducían un coche deportivo descapotable». «Les han disparado y uno ha dejado este plano». «¿Este plano?» «Si. Este mundo». «Entiendo». «¿Qué más sabes?» preguntó Dagger mientras se metía un chicle de sabor fresa a la boca. «Más cosas de las que se piensa detective». «¿Cómo cuales?» «Con que nos diga si sabe o no quién los disparó nos basta» añadió Lance cruzándose de brazos.  «Porque sólo es importante lo real ¿verdad?» Al decirlo, Blake se quedó blanco por un momento. Alan lo notó. «¿Qué te pasa amigo? ¿Estás bien?» «Vayan a esa casa y pregunten por Ronald Bake detectives» dijo Asamel marchándose esbozando una enigmática sonrisa.

«¿Porqué te has puesto así antes?» preguntó Dagger caminando hacia la casa. «Porque ella dijo una frase que siempre decía mi madre cuando era niño:’sólo es importante lo real’. Y la dijo sabiendo que yo sabía que frase era. Estoy seguro» respondió Blake desconcertado. «Bueno, no le des más vueltas. Ahora sigamos con el caso a ver si realmente nos ha dado una buena pista».

III

«Ronald Bake es un camello al que Steve Bet y su difunto amigo, Jimmy Dalt, le debían dinero pero ¿crees que ha sido él?» preguntó Lance ajustándose las gafas. «Es posible. Tenemos su rifle. Ahora hay que esperar al análisis de balística» dijo Alan mientras observaba a Bake dentro de una sala de la comisaría de Santa Rosa.

«Hola. Soy Robyn. Vengo a limpiar la sala. Con permiso». «Claro, no faltaba más» respondió Alan al ver a la chica empezando a limpiar con la escoba. Era una muchacha esbelta, con curvas, con un escote más pronunciado de lo normal para una chica de la limpieza. «Voy a interrogar de nuevo a Bake» dijo Blake. «Vale. Ahora voy» dijo Dagger mientras seguía contemplando a Robyn.

Ella sonreía levemente dándose cuenta que la observaba. «¿Llevas mucho tiempo trabajando aquí Robyn?» «Dos años. ¿Puedo preguntar como te llamas?» «Me llamo Alan. Encantado». «Igualmente» dijo ella ligeramente ruborizada. «¿Por qué trabajas limpiando? Estoy seguro de que tienes potencial para hacer muchas otras cosas». «¿Cómo cuales?» «Podrías hacer de modelo. Tienes una figura muy bonita». «Gracias. También trabajo como camarera». «¿Si? Dónde?» «En un bar musical del centro. Ven a verme si quieres. Llevaré otra ropa» dijo dándole una tarjeta sonriéndole feliz. «Gracias. Así lo haré».

«¿Qué te ha dicho Bake?» preguntó Alan caminando hacia el coche por la calle. «No me ha dicho nada concreto pero estaba nervioso. Deduzco que muy posiblemente haya sido él pero hasta no tener el resultado de balística no podemos acusarle formalmente» explicó Lance caminando a su paso. «Bueno, por hoy ya no podemos hacer nada así que vamos a cenar y a descanasar un poco compañero».

«¡Al final has venido!» dijo Robyn al ver a Alan dentro del local. «Si y vengo con mi compañero». «¿Qué tal estás? Bienvenido». «Gracias» dijo Blake con cierta timidez. «Bueno, la ropa que llevas ahora me gusta más» dijo Dagger sonriendo. «Gracias Alan. Tu también vas muy guapo». «Estoy sobrando, mejor me voy al hotel…» «¡Tu te quedas aquí conmigo!» dijo Alan sujetándole del brazo. «Ahora os traigo la carta» dijo Robyn esbozando una sonrisa dirigida a Alan.

La luz de la luna llena se reflejaba en el calabozo donde estaba preso Ronald Bake. De repente empezó a tener frío a pesar de que ya había empezado el calor de la primavera. Miró alrededor notando una presencia. «¿Quién está ahí?» Pasaron tres segundos en los que reinó el silencio más profundo. Después se escuchó una voz de hombre con una vibración muy poderosa que dijo «Tengo un trabajo para ti Ronald». «¿Qué…?» preguntó el recluso lleno de miedo mirando a todos lados nervioso. Un sudor frío le empezó a caer por la frente mientras una figura negra empezaba a dibujarse cerca de él. Quiso huir gritando al carcelero pero no tenía voz. «Soy Leaniel» dijo la figura del hombre que se había materializado. Era, efectivamente, lo que parecía ser un hombre. Alto, con el pelo largo negro y los ojos de tono marrón. Esbozaba una medio sonrisa macabra y vestía con una larga chaqueta negra que le llegaba hasta casi los tobillos. Sus manos estaban cubiertas por sendos guantes oscuros. Al verlo, se tranquilizó en parte pero empezó a temblar ligeramente por todo el cuerpo. «¿Qué quieres de mi?» «Quiero que lleves un mensaje a un amigo» contestó Leaniel lanzando una poderosa mirada cargada de una luz rojiza.

«Ha estado bien. Mañana, si seguimos aquí, podemos volver» dijo Alan caminando hacia el coche. «Si seguimos aquí, tu lo has dicho» añadió Blake ajustándose las gafas. Cuando estaban muy cerca del vehículo se detuvieron al unísono contemplando atónitos el cuerpo sin vida de Ronald Bake encima de el. Estaba desnudo de cintura para arriba. En su pecho tenía escrito con sangre la palabra «Saludos» firmado por lord Leaniel. «¿Qué demonios…?» dijo Dagger totalmente desconcertado. «¿Pero qué es esto?» preguntó Lance llevándose las manos a la cabeza. «Esto no tiene nada que ver con la policía detectives» dijo un hombre vestido con un traje de tonos claros apareciendo. Tenía un rostro afable pero su expresión ahora era seria. «Ya han tenido experiencias de este estilo anteriormente pero esto se les escapa completamente». «¿Qué? No comprendo…» dijo Blake. «Lord Leaniel es un demonio» dijo el hombre. «¿Y tu quién eres?» preguntó Alan. «Me llamo Hazel. Soy un ángel». «Claro -dijo Dagger esbozando una medio sonrisa- No faltaba nadie más aquí: el demonio y el ángel». «Dice la verdad» dijo Asamel apareciendo ante ellos. «Madre mía…» dijo Blake ajustándose las gafas mientras abría los ojos con asombro. «¿Dónde está tu señor Asamel?» preguntó con voz autoritaria Hazel. «Con el teniente Redford». «¡Tenemos que ir a su casa ahora mismo!» gritó Alan. «Si ¿pero dónde vive?» preguntó Lance confundido. «Es inútil detectives. Ya está muerto» dijo Asamel brillando sus ojos con un tono rojo a la vez que desaparecía. «No puede ser…» dijo Blake desconcertado. «¿Me creen ahora?» preguntó Hazel. «Digamos que te creemos; -dijo Alan- aún así el caso es nuestro. Son dos homicidios». «No podéis acabar con él. Sois como hormigas haciendo frente a un león». «¿Y entonces…?» preguntó Blake ajustándose las gafas. «Yo tampoco puedo pero si puedo enviarle al inframundo de vuelta». «¿Y qué hacemos nosotros? ¿Nos vamos para casa y ponemos en el informe, que un ángel ha detenido al demonio responsable de dos homicidios en Santa Rosa?» dijo Dagger. «No. Decid que el FBI ha cogido el caso». «No es tan fácil». «Si lo es» dijo Hazel abriendo su mano con una identificación del FBI. «¿Cómo has hecho eso?» preguntó Blake asombrado. «Soy un ángel, ya os lo he dicho». «Al final será verdad…» «Descansad esta noche. Os lo merecéis. Buen viaje» dijo desapareciendo. «¡Dios!» volvió a gritar Lance echándose las manos a la cabeza.

IV

«¿Lo tienes todo?» preguntó Alan subiéndose al coche. «Si. Todo» respondió Blake poniéndose las gafas de sol. «¡Pues vámonos de aquí lo antes posible!». «¿Tienes miedo?» «No. Tengo ganas de llegar a casa para desconectar». «Yo no sé si podré hacerlo…» dijo Lance ajustándose las gafas. «Yo tampoco…» contestó Alan arrancando el motor mientras daba una última mirada a Santa Rosa.

FÍN

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BLUE LAKE

Blue Lake

I

Amanecía en Blue Lake. Una joven pareja paseaba por la orilla del mar. De pronto, el chico se detuvo viendo algo grande que flotaba en el agua. «¿Qué es eso?» «Parece un…» empezó a decir ella tapándose la boca mientras abría los ojos con gran expectación. Al acercarse el chico se percató de que era un hombre muerto con una herida en la frente que le sangraba. «¡Aaah!» gritó la chica asustada tapándose la cara con sus manos. «Llamaré a la policía. ¿Qué número era?» preguntó el chico contemplando sobresaltado el cadáver.

II

«¿Son los detectives Alan Dagger y Blake Lance?» «Si. Lo somos» contestó Dagger. «Lo suponía. Este pueblo es muy pequeño y ustedes destacan mucho. Yo soy Ben Flannery. Digamos que soy el policía… Bueno, soy el único policía activo porque los otros o están de baja o de vacaciones. Hay dos chicas administrativas pero no son policías. En fín, que me alivia saber que tengo ayuda» dijo poniendo sus manos en su cintura mientras sonreía mostrando su alegría. «Nos gustaría ver el cuerpo» intervino Lance ajustándose las gafas. «Si, claro. No faltaba más.»

«Un disparo y listo – dijo Blake – No se ha complicado la vida». «¿Quién era?» preguntó Alan mientras observaba el cadáver. «No lo sabemos. Es decir, sabemos que se llamaba Horace Siller, pero poco más» contestó Flannery un poco confundido. «¿Qué hacía aquí?» «No lo sé. Sólo he mirado la documentación que tenía en el piso donde estaba alojado». «Yo pensaba que sólo conocía su nombre». «Si, bueno, es lo que conozco. Y también que tenía cuarenta y dos años y que le gustaba la comida china. Encontré restos de ella guardada en un armario». «¿Y cómo sabe lo de la edad?» «Pues porque había un carnet de socio de una biblioteca en la que ponía su fecha de nacimiento». «Vaya, vaya…Pues sabe más de lo que nos dijo». «Es verdad -dijo esbozando una sonrisa- pero ya no se nada más. Ahora el caso es suyo».

«Este es el piso. Vamos a hechar un vistazo» dijo Dagger delante de la puerta. «¿Qué desean?» preguntó un hombre saliendo de la puerta de al lado. «Somos los detectives Blake Lance y Alan Dagger. Estamos investigando la muerte de Horace Siller. ¿Es usted su vecino?» «Si. Soy Gordon Shadow, vecino y propietario del inmueble». «Es decir, su casero». «Si. Es otra manera más coloquial de decirlo». «Queremos entrar al piso para investigar. ¿Tiene usted la llave? ¿Puede abrirnos?» «Si. Ahora mismo les abro» dijo sacando un manojo de llaves del bolsillo de su chaqueta. «Gracias». «Les dejo trabajar detectives. Si me necesitan estoy aquí al lado».

«Sigue buscando a ver si encuentras algo. Voy a comprar algo de comida» dijo Alan. «Vale. No tardes mucho si no quieres que me coma alguna silla» respondió Blake. «Puedes comerte alguna a modo de aperitivo». «Y el mando del televisor para acompañar». «Ya te digo» dijo Dagger guiñando un ojo mientras abría la puerta para salir.

Mientras Alan hacía cola para pagar en un supermercado, vió como el hombre que estaba primero increpaba a la joven cajera. «A ver que pasa aquí» dijo acercándose. «¡Usted váyase que no es cosa suya!» gritó el hombre. » Si es cosa mía si está insultando a la chica». «¡Es una incomptetente! ¡No pienso pagar este arroz!» «Está bien señor. Déjelo aquí que yo lo guardaré» respondió la chica con voz tranquila. «¡Toma el arroz!» dijo el hombre tirándo el paquete de arroz al suelo. «Coja el arroz y déselo bien dado » dijo Alan con voz seria. «Este hombre no está bien…» dijo una mujer que estaba en la cola junto a su hija. «¿Quieres que coja el arroz?» preguntó el hombre mirando a Dagger desafiante mientras alzaba su puño. «Ya se me ha acabado la paciencia» dijo Alan cogiendo al hombre por el brazo reduciéndolo. «¡Suélteme! ¡Suélteme! ¡Llamen a la policía!» «La policía soy yo» dijo Alan sacando su placa de detective.

«Gracias» dijo la cajera sonriendo aliviada en el exterior de la tienda. «No hay de que. Me marcho ya a comer que Blake me espera». «¿Quién es Blake?» «Mi compañero». «¿Estáis aquí para solucionar el caso de Horace Siller?» «Eso es. ¿Lo conocías?» «Había venido a comprar alguna vez. Me acuerdo de los nombres cuando me dan las tarjetas de crédito para pagar» respondió ella sonriendo más tranquila. «Eso es bueno. Una buena memoria es una buena amiga. ¿Cómo te llamas?» «Heather. Y tu Alan». «Eso es. ¿Lo viste cuando enseñé mi placa?» «Si». «¿Quieres ser detective Heather?» «No pero si quiero volver a verte». «Es posible que nos veamos otra vez» respondió Alan alegre.

III

«He mandado analizar las huellas que encontré ayer. Son de un tal Marcus Deryl» dijo Lance ajustándose las gafas. «¿Qué hay de él?» preguntó Alan mientras cogía las llaves del coche. «Trabaja como sepulturero». «Que trabajo tan apasionante». «Si ¿verdad?»

«¿Mi hijo? No se donde diablos está». El hombre, de unos sesenta años, caminaba cojo de la pierna derecha. Se ayudaba con un bastón de madera y de cualquier respaldo que econtrase a mano por la casa. La vivenda estaba llena de cabezas de animales disecados colgados de la pared y habían restos de comida en la mesa. «¿Puede bajar el volumen de la televisión?» sugirió Dagger. «¿La televisión? ¡Claro! La tengo porque me hace compañía. ¿Quieren un trago?» «No, gracias. Queremos hablar con su hijo» dijo Lance. «Ya les he dicho que no se donde está. Es muy raro. No se parece a mi ni a su madre». «¿Dónde está ella?» «¿Su madre? En el cielo o ¡en el infierno!» respondió soltando una macabra carcajada mientras daba cuenta de un vaso de licor. «Teniendo un padre así yo también me haría sepulturero…» dijo Alan a Blake en voz baja.

«La habitación de este tío es lo opuesto a lo que tienes tu en tu casa» dijo Alan poniendo sus manos en su cintura. «Si» dijo Blake ajustándose las gafas. La habitación estaba llena de fotos de ultratumba con seres grotescos y una luz mortecina de color rojo. «Ideal para estar con una chica». «A no ser que sea igual que él». «Claro está». «¿Qué hacen en mi habitación?» preguntó Marcus entrando de repente. Era un chico joven de unos veinti y pocos años. Alto, corpulento, con pelo largo negro y ojos oscuros con una mirada turbia, era alguien que, a primera vista, daba respeto. Su voz profunda y ligeramente ronca junto con su ropa de tonos negros con un colgante de un crucijo invertido en el centro de su pecho añadían una impresión aún mayor. «Hola Marcus. Somos los detectives Blake Lance y Alan Dagger. Hemos venido a hablar contigo». «¿De qué?» «De Horace Siller». «No sé quien es». «Nosotros creemos que si. Hemos encontrado huellas tuyas en su casa». «Tendrás que acompañarnos a comisaría» dijo Blake mientras limpiaba sus gafas.

«No ha dicho nada desde que lo hemos traído» dijo Alan mirando a Marcus en la sala donde estaba encerrado. «Tampoco quiere ningún abogado. ¿Qué estará pensando?» preguntó contrariado Lance. «En sus cadáveres y su habitación» contestó Dagger esbozando una media sonrisa. «Voy a por café. ¿Quieres uno?» «No. Merci». «Como quieras. Cuida del rey demonio». «Lo haré».

«¿Me echabas de menos?» preguntó Heather acercándose a Alan el cual estaba sentado en un banco de la calle. «Hola. ¿Qué haces por aquí a estas horas? Es medianoche». «Me gusta caminar y desconectar del super y este es el mejor momento. Se está muy bien». «¿Por que no hay gente?» «Si». «Pero yo soy gente». «Tu no eres gente. Tu eres alguien especial». Alan la contempló sonriendo feliz. «¿Cuántos años tienes Heather?» «Veinte». «Ya viene mi compañero. Que duermas bien Heather». «Tu también» dijo ella.

«¿Quién es?» preguntó Blake. «Heather, trabaja en el supermercado». «¿Muy joven, no?» «Tiene veinte años». «Yo le echaba menos edad. Bueno, si quieres puedes ir con ella. Yo me voy a descansar» dijo Lance saludando con la mano mientras se marchaba. «Ahora iré yo. Hasta luego» dijo Alan. Después giró la cabeza y vió Heather parada cerca de un árbol con un zapato en su mano.

«¿Qué ha ocurrido? ¿Tienes problemas de vestuario?» preguntó Dagger acercándose hasta ella. «Algo así» dijo ella risueña. «Se te ha roto el zapato». «Si». «¿Vives lejos de aquí?» «A dos manzanas». «Pues te llevo» dijo Alan cogiéndola en brazos. «Gracias» respondió Heather ligeramente ruborizada.

IV

«¿Qué tal has pasado la noche?» preguntó Blake a Alan al verlo llegar a la comisaría. «Muy bien. Gracias. ¿Y tú qué tal compañero?» «No tan bien como tu pero no me quejo. He podido dormir siete horas». «Siento interrumpir. Tengo malas noticias. Marcus ha escapado» dijo Flannery sobreexcitado. «¿Pero no se ha quedado nadie a vigilar esta noche?» preguntó Alan enfadado. «Ya les dije que sólo estoy yo en activo. Los demás o están de vacaciones o están de baja». «No nos ofusquemos – terció Blake – Debemos actuar con lucidez. Seguramente habrá ido a su casa». «Si. ¡Vayamos allí!» gritó Dagger cogiendo su chaqueta.

«¿Qué ocurre? ¿Qué ocurre?» «¿Dónde está su hijo?» preguntó Alan. «¿Mi hijo? ¡Ha saber!» «¡Que buena ayuda!» comentó Blake ajustándose las gafas. La habitación estaba desordenada como si hubiese estado alguien buscando algo. «¿Qué habrá cogido?» preguntó Dagger intrigado. «¿Y si ha ido al cementerio?» formuló Lance intentando dilucidar su paradero. «Quédese aquí agente Flannery. Nosotros iremos al cementerio». «De acuerdo. ¡Buena suerte!»

«Ha estado aquí. Estas son sus huellas» dijo Alan agachado a ras de suelo del camposanto. «Si. ¡Está ahí! ¡Alto!» gritó Blake sacando su pistola. «¡Se escapa! ¡Vayamos a por él!». Marcus, al verlos, tiró la pala al suelo y salió corriendo como un loco. Los dos detectives corrieron tras él cruzando todo el cementerio. Cuando llevaban unos segundos corriendo, Alan disparó al aire dando el alto. Deryl se detuvo por un momento; después se giró y volvió a correr como alma en pena perseguida por el demonio, un demonio más oscuro que él mismo.

«¿Dónde habrá ido?» se preguntaba Alan sentado en la cama de Marcus. «Es increíble la fuerza y velocidad que tiene -apuntó Blake- En un momento ha desaparecido de nuestro alcance». «Si, eso le viene de cuando era niño. ¡Siempre corría para escapar de mi! ¡No quería que le pegase aunque se lo mereciese!¡Demonio de niño!» dijo el padre saliendo de la habitación cojeando. «Mira esto Alan». «Son libros de magia negra, ¿no?» «Si y, en concreto, de rituales de sacrificio». «¿Quieres decir que mató a Siller cumpliendo un rtual de sacrificio satánico?» «Puede ser». «¿Pero dónde está la pistola?»

V

«¿Ya ha resuelto el caso detective Dagger?» «¿Qué? ¡Hola Heather! Aun no» dijo Alan girándose viendo a Heather acercarse hasta él llevando un bikini. «Me gusta el mar y su tranquilidad». «A mi también por eso vengo».

Las olas mecían suavemente el agua del mar bañando la arena y las rocas. El sol de la mañana calentaba con dulzura el lugar y una suave brisa se levantaba sin prisa. De pronto se acercó un hombre hasta ellos caminando. Parecía un vagabundo borracho. Llevaba en su mano una pistola la cual sostenía temblando. «¡Mire, mire detective! ¿Le gusta mi pistola?» preguntó tambaleándose. «¿Dónde la has encontrdo?» inquirió Dagger cogiéndola. «De entre esas rocas». «Si es la pistola ya has resuelto el caso» dijo Heather alegre.

«Las huellas de la pistola corresponden con las de Marcus» manifestó Blake con calma. «Ahora sólo nos queda atraparle» dijo Flannery llevándose las manos a la cara. Alan miró la sala dónde estaban. Era una sala conocida, la sala dónde estuvieron interrogando sin respuesta a Marcus. Iba a decir algo pero, en ese momento, se escuchó un ruido. «¿Un gato?» preguntó Lance. «No suelen merodear los gatos por la comisaría» dijo el agente local. «Ya se quien es» dijo Alan desenfundando su pistola.

«Estás rodeado Marcus. Suelta el cuchillo y ven con nosotros» dijo Dagger apuntando con su pistola a Marcus, el cual estaba de pie cerca de un almacén de la comisaría soteniendo un cuchillo con la mamo izquierda.

VI

«Me gustan los finales felices» dijo Alan paseando con Blake por la calle. «Gracias por todo detectives» dijo Flannery acercándose hasta ellos. «No hay de que. Somos colegas» respondió Dagger guiñando un ojo. «Es verdad pero gracias de todos modos.¡Buen viaje!» «Gracias». «Hasta la vista» dijo despidiéndose mientras regresaba a la comisaría. «Oye… – dijo Lance- ¿Tu no tenías que ir a ver a alguien?» «¡Ostras! ¡Es verdad!»

Cuando Alan llegó a la playa vió a Heather bañándose en las aguas. No se percató de su presencia y siguió sumergida entre medio de ellas jugando y nadando. «Que preciosidad. ¡Qué lástima que me tenga que ir ya!» se dijo para si mismo. Al ir a acercarse hasta ella vinieron tres jóvenes de estética parecida a la de Marcus. Iban juntos y tenían cara de pocos amigos. «¡Eh, tu!¿Por qué has metido en chirona a nuestro hermano?» «¿Hermano?» «No de sangre pero si de espíritu…» dijo uno un poco inseguro. «¡Pero nuestro hermano!» exclamó otro sacando un palo bajo la chaqueta oscura que llevaba. «Dejad a vuestro amigo tranquilo que está donde tiene que estar – dijo Dagger sacando su pistola – ¿Entendido?» «¡Entendido, entendido!» dijeron al unísono marchándose corriendo. «Será posible…» dijo guardándola.

«¿Eran amigos tuyos?» preguntó Heather saliendo del agua llevando sólo puesta la prenda inferior del bikini. «No. Eran amigos de Marcus» respondió Alan dándole una toalla». «Lo suponía» contestó ella sonriendo besándole en los labios.

FÍN

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VARCROS

1
I

«Si la claridad no llega a tu mente no eres más que un pobre ciego» dijo Varcros, el caballero dorado del dragón. Tenía el pelo largo de color negro y su mirada era penetrante y poderosa. Vestía una armadura dorada con el emblema de un diamante azul en medio del pecho. Su mano derecha extendida con el dedo índice señalaba a su contrincante, un guerrero con una armadura de color marrón sosteniendo una espada. Cuando se dispuso a embestir a Varcros el cabello de éste se volvió de color rojo y acto seguido le disparó una pequeña ráfaga luminosa procedente de su dedo extendido cayendo al suelo fulminado mostrando la mirada perdida.  «No esperaba otro desenlace» dijo el caballero Mairdor apareciendo ante él. Mairdor tenía el pelo de color azul marino hasta la altura de los hombros. Sus ojos eran verdes y su expresión decidida y desafiante. Tenía los brazos cruzados sobre el pecho de su armadura dorada en la cual también había grabado un diamante. «Noté tu presencia antes. ¿Qué quieres Mairdor?» preguntó Varcros a la vez que el color de su cabello volvía a ser de tono negro «Estaba cerca y quise saludarte» contestó alzando su mano mientras desaparecía esbozando una leve sonrisa con los labios.

II

«No importa los que seáis, nunca podréis pasar» dijo Ardar, el caballero dorado de los lirios. Como sus compañeros, tenía el pelo largo. Sus ojos eran azules y mostraba una sonrisa enigmática. Su armadura dorada relucía con más fuerza de lo habitual por el reflejo de la luz del sol lo cual hacía que su posición erguida fuese más imponente. Los cuatro caballeros que estaban delante de él se miraban entre ellos sin decidirse a atacarle. «¿Qué? ¿Pensáis estar así todo el rato? No perdáis el tiempo y marchaos de una vez de aquí». Los caballeros miraron el suelo repleto de cadáveres de otros caballeros cubiertos de lirios. «¿Os gustan mis lirios? ¿Son bellos, verdad? Pero también son mortales». «¡Déjanos pasar y te dejaremos vivir!» dijo uno de los caballeros. «Vaya. ¿Tu eres el que me va a obligar a hacerlo?» «¿Por que te ríes? – preguntó con ira un caballero- ¿Acaso te estás burlando de mi?» «¡Acabemos con él!» gritó otro y, tras decirlo los cuatro se precipitaron corriendo hacia él. «Insensatos -dijo este- ¡Probad el aroma de mis lirios!» dijo mientras lanzaba un lirio azul que se transformó en un gran racimo de ellos. Los lirios, al impactar en sus cuerpos, provocaron que los cuatro empezasen a perder la fuerza hasta caer de rodillas en el suelo. «¿Qué sucede? No tengo fuerzas…» dijo uno. «Es el efecto de mis lirios azules. Al impactar en el cuerpo provocan la pérdida del vigor muscular de forma inmediata y, después…» ¿Y después…?» preguntó asustado uno de los caballeros mientras hacía esfuerzos para no caer como un muerto en el suelo. «Después, la muerte» sentenció Ardar mientras contemplaba como los cuatro daban su último aliento.

III

La llegada a una aldea de Behl del caballero dorado Endelfas provocó que todos los muchachos y gran parte de los aldultos saliesen de sus casas para saludarle. «¡Salve al caballero dorado del lago! ¡Salve al caballero dorado del lago!» gritaban todos. Endelfas tenía el cabello más corto que la mayoría de los caballeros dorados. Sus formas onduladas unidas a su lunar en su mejilla derecha y a su mirada alegre le conferían un encanto muy especial. De repente, se acercó un chico hasta él caminando. Le miró con ojos implorantes y le preguntó «¿Como puedo llegar a ser tan fuerte com tu?» «Busca la fuerza dentro de ti. No imites a nadie y vuelve a nacer a cada momento» le respondió el caballero reanudando su marcha.

IV

«¿Qué órdenes tiene mi señor Abbadón?» preguntó Torgor, el caballero de la pantera. Vestía con una armadura negra con el símbolo de unas fauces abiertas en mitad del pecho. Llevaba el pelo largo con un color negro como el carbón al igual que sus ojos. Su semblante reflejaba seriedad y una fuerte determinación. «Quiero que vayas a Behl y me traigas el báculo de diamantes» respondió Abbadón. «Así lo haré» dijo el caballero marchándose tras hacer una reverencia. Abbadón caminó hacia una ventana de la sala y contempló el paisaje montañoso. Vestía con una túnica de color turquesa con un cinturón de esmeraldas. Su pelo largo y oscuro contrastaban con sus ojos verdes y su expresión benefactora. «En Behl está el caballero dorado del lago» dijo una preciosa chica apareciendo ante él llevando un vestido de tonos claros. «Lo sé Abrahel» contestó Abbadón sin mirarla mientras seguía observando a través de la ventana.

V

Varcros estaba sentado en las escaleras del templo del dragón obervando a una joven de dulces facciones que llevaba consigo una cesta de fruta. «¿Qué tal estás Ulzaina?» preguntó el caballero. «Muy bien. Gracias. Te he traído un poco de fruta» contestó ella sonriendo risueña ladeando la cabeza. «Gracias. No tenías que haberte molestado». «No es una molestia. Me gusta hacerlo» dijo Ulzaina mientras se apartaba suavemente el cabello de la cara con la mano. Varcros giró la cabeza. «¿Qué ocurre? ¿Eres tu Ardar?» » Si. Soy yo Varcros» dijo el caballero dorado de los lirios apareciendo desde detrás de una columna. «¿Qué nuevas traes?» «He visto movimiento por la aldea. Parece que Abbadón está moviendo sus peones». «¿Estás seguro?» «Tan seguro como que me he enfrentado a varios de ellos». «¿Y dónde están los otros?» «No hay otros. Todos están ahora dando vueltas por el inframundo» dijo Ardar esbozando una medio sonrisa. Y mientras escuchaba la conversación, Ulzaina llevó sus manos a su pecho donde colgaba el medallón que le regaló su madre y el cual era su amuleto. «El invierno ha llegado» -dijo Varcros viendo como empezaban a caer copos de nieve en su mano- Deberías volver a casa». «Si» dijo Ulzaina marchándose contemplándole con una tímida sonrisa en los labios.

VI

«Ya puedes salir Myur» dijo Mairdor mirando como un muchacho estaba dentro de las aguas de un río aguantando la respiración. «¡Bufff! ¡Un poco más y no lo hubiese contado!» exclamó el joven respirando el aire con los ojos y la boca muy abiertos. «Ahora corta un poco de leña». «¡Si maestro!» respondió el muchacho alegre. «No se cansa nunca este muchacho. Que disfrute, aún es joven» dijo Mairdor oliendo las flores de un cerezo al que se había acercado caminando.

終了

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SANTA BARBARA

11

I

«Bueno, ahora que ha empezado la navidad habrá que disfrazarse de algo» dijo el detective Alan Dagger cogiendo su chaqueta. «Claro que si cariño» contestó Caroline besándole sonriendo. «Cuando vuelva espero que vayas disfrazada». «¿De qué quieres que me disfrace?» «De lo que quieras» respondió Dagger guiñándole un ojo.

«¡De vuelta a la carretera compañero!» dijo Alan subiendo al coche. «Si» susurró Blake. Dagger lo miró serio. «¿Te pasa algo?» preguntó. «No. ¿Por qué lo dices?» «No sé. Estás un poco empanao». «¿Qué?» «¡Qué estás empanaooo!» «¿Yo?» «Déjalo». «He roto con mi novia. Bueno, de mutuo acuerdo». «Ok. Ahora comprendo de donde viene todo. Vuelves a estar en el mercado. ¡Anímate!» dijo Dagger dándole una palmada en la espalda.

«Buenos días detectives. Soy el teniente Ken Ballotti de la comisaría de Santa Bárbara. Tenemos un caso de doble homicidio. Las víctimas son los hermanos Tom y David Fert, propietarios de un negocio de coches de lujo». «¿Robaron algún coche?» preguntó Alan. «No. Y eso es lo que nos sorprende». «Déjelo en nuestras manos teniente. Lo descubriremos. Para eso hemos venido». «¿Y ella quién es?» preguntó Lance ajustándose las gafas. «Yo soy Naomi. La hermana de Ken» respondió la mujer sonriendo mientras se alisaba su pelo largo con su mano. «¿También eres policía?» «No. Yo soy profesora de fitness». «¿Querías decirme algo Naomi?» preguntó el teniente. «Si. Quería recordarte que hoy tenemos la cena de la tía Angie. No te olvides». «Si. Gracias». «No hay nada como una buena hermana para recordarte las cosas» comentó Dagger esbozando una sonrisa.

II

«¿Es usted Vanessa Nelli?» «Si. ¿Quiénes son?» «Somos los detectives Alan Dagger y Blake Lance. Estamos investigando la muerte de su novio y de su cuñado» dijo Lance ajustándose las gafas. Vanessa llevaba una bata sujeta por la cintura con un lazo. Tenía el pecho generoso y los labios pintados. «¿Interrumpimos algo?» preguntó Alan. «No, no. Pueden pasar. Adelante». «Gracias». La casa era amplia con una cristalera destacada y cortinas de tono rosado en las ventanas. «¿Desde cuándo estaban juntos?» preguntó Dagger. «Desde hacía tres años. Y eso que su madre no me tragaba» respondió Vanessa recogiéndose el pelo con las dos manos. «¿Tiene idea de quién podía tener motivos para matarlos?» «No tengo ni idea. Pero la gente está muy loca. Ya sabe…» «No la noto muy triste». «No soy de las que lloran como una magdalena pero eso no quiere decir que no tenga sentimientos». «Comprendo. ¿Tienen hijos?» «No. Los niños sólo me gustan para un rato. No tengo el instinto maternal muy desarrollado». «¿De que trabaja?» «Soy arquitecta. ¿Saben como murió Tom?» «De un disparo en la cabeza». «¿Y David?» «De lo mismo». «Parece una ejecución». «Eso pensamos nosotros. La incognita es saber descubrir el motivo» dijo Lance ajustándose las gafas.

Después de hablar con Vanessa Nelli, Dagger y Blake salieron a la calle. Mientras caminaban vieron a una chica sentada delante de la puerta de una casa. «¿Te has dejado las llaves dentro?» preguntó Alan. «Si» dijo ella. Tenía el pelo largo y vestía con ropa informal. Al lado suyo había una mochila escolar. «¿Qué estudias?» preguntó Lance. «Peluquería». «¿Quiénes son ustedes?» preguntó un hombre con traje llegando hasta su altura. «¿Es tu padre?» indagó Dagger poniéndose las manos a la cintura. «Si» contestó la chica. «Somos los detectives Alan Dagger y Blake Lance. Su hija se ha dejado la llave de casa dentro.¿Cómo se llama usted?» «Me llamo Vernant Kane. Soy agente de ventas. Gracias por cuidar de mi hija detectives» contestó esbozando una sonrisa.

«Bueno, ¿qué tal si vamos a comer algo? ¡Tengo un hambre que no veas!» dijo Alan abriendo la puerta del coche. «Vale. Yo también tengo apetito» respondió Blake ajustándose las gafas mientras miraba como una paloma se marchaba volando de una rama de un árbol. «Mira. Un italiano. Entremos aquí. Tengo ganas de comer pasta» dijo Alan frotándose las manos mientras esbozaba una sonrisa.

III

«Según el forense los dos murieron por una fuerte contusión en la cabeza. «¿Un bate de béisbol?» preguntó Lance rascándose la barbilla con la mano. «O el palo de una escoba; o el de una fregona; o con una barra de pan duro» apuntó Dagger en tono socarrón. «O con el mando de la televisión». «¡O con un bacalao congelado!» «Si que te lo pasas bien Alan. Espero que eso sirva para acabar con este caso rápidamente. Tengo ganas de volver a casa». «Yo también. Mira, aquí viene de nuevo el forense». «Hola de nuevo. He analizado de nuevo los dos cuerpos. Yo diría que fue una única persona la causante de los golpes mortales». «Eso quiere decir que sólo hay un homicida». «Exactamente». «¿Hombre o mujer?» «Hombre. O una mujer con la fuerza de un hombre». «No creo que haya una mujer así por aquí».

«¿Qué tal detectives? ¿Hay novedades?» preguntó Ballotti llegando a la sala de la comisaría donde estaban en ese momento Dagger y Lance. «Según el forense tiene que haber sido un hombre con sendos golpes en la cabeza» informó el primero. «O una mujer muy cachas. ¿Conoce alguna teniente?» preguntó Alan. «Si. Mi ex mujer. Pero no creo que haya venido de Texas a matar a nadie». «Depende de si tenía algo pendiente con ellos». «¿Con ellos? No creo. Ni los conocía. Además, mi ex ha perdido bastante tono desde que nos separamos. Ha dejado de ir al gimnasio. Eso me ha dicho mi ex cuñado». «Si, pero si está fibrada puede conservar la potencia y…» «¿Qué estás diciendo Alan?» preguntó Dagger contrariado. «Es broma. No te sulfures Lance» dijo levantando la mano en señal de calma. «Pero si murieron por un golpe en la cabeza… ¿por qué luego les dispararon?» «Para asegurarse de que estaban muertos supongo». «Bueno. Les dejo. Voy a por otro café. ¿Quieren uno? Les invito». «Yo si. Gracias» respondió Dagger.

IV

«No necesitan una orden. Les dejo pasar» dijo Vanessa Nelli franqueándoles el paso a su casa a los dos detectives. «Gracias» dijo Dagger entrando acompañado por Lance. «Yo les dejo que voy a comprar. Cuando acaben, cierren la puerta por favor». «Así lo haremos. Gracias».

«Mira esto Alan». «¿Qué es? ¿Una agenda?» «Si. Por lo visto, tenía unas cuantas amantes». «No me extraña. Los de ese mundo suelen tener. Conocen a mucha gente y seguro que apañan muchos precios a través de eso». «Eso parece. Y seguro que su colega era del mismo palo». «Ya te digo. Yo acabo de encontrar una tarjeta de una chica. ¿Por qué no le hacemos una visita?»

«Hola. Somos los detectives Alan Dagger y Blake Lance. ¿Es usted Geraldine Yellow?» preguntó Dagger. «Si. Lo soy. ¿Qué desean?» «Será mejor que nos deje pasar. Hemos de hablar».

«Es verdad que tenía una relación con David pero era una relación libre. Ya me entienden». «Claro. El tema es que ahora está muerto y su hermano también. ¿Qué puede decirnos» preguntó Lance ajustándose las gafas. «Lo que puedo decir es que siento sus muertes». «Una respuesta un poco fría por el tono por como lo dice» apuntón Dagger echando la espalda hacia atrás del respaldo de la silla en la que estaba sentado. Geraldine miró el salón de su casa lleno de fotos de familiares y fotos de ella con David. «Es verdad. Pero, como ya he dicho, nuestra relación no era formal». «Para no ser formal tiene muchas fotos con él. Seguramente usted si que deseaba que lo fuese y él no». «Tal vez. Es posible» contestó mientras se tocaba el pelo nerviosa. «¿De qué trabaja?» indagó el detective Blake mirándola con seriedad. «Actualmente no  estoy trabajando». «¿Por qué?» «Porque estoy de vacaciones». «¿Y cuándo no está de vacaciones de qué trabaja?» «De panadera». «¿Llevaba bien que David trabajase vendiendo coches de lujo?» «¿Por qué pregunta eso?» «Porque son dos mundos muy distintos, por no hablar de los horarios». «No teníamos problemas en ese aspecto». «¿Dónde estaba cuándo mataron a David y a su hermano?» «¿Qué dónde estaba?» «Si. Eso he preguntado». «Pues estaba en casa. Leyendo un libro». «¿Ese que tiene ahí en la mesa?» «Si. Siempre me ha gustado la novela romántica». «Y las armas de fuego» dijo Dagger señalando un rifle que había colgado en la pared cerca de la chimenea. «Si. Mi padre es militar y mi abuelo también». «¿Son marines?» «Si». «Y usted tambień. O mejor dicho, lo era» dijo Lance mirando una foto de ella vestida de marine junto a otros compañeros». «Si. Lo fuí. ¿Desean saber algo más?» «¿Se siente presionada?» ¿Presionada? Claro que no». «Como buena marine, claro. ¿Por qué dejó el cuerpo?» «Por inestabilidad emocional» dijo Alan consultando su teléfono móvil. «Es genial estar conectado a la red. Te llega la información mucho antes» observó Lance sin dejar de mirarla. «No fue un informe objetivo» dijo. «Esa es su versión Geraldine Yellow. De momento…» No le dió tiempo a acabar la frase porque Geraldine lo empujó al suelo y lanzó su vaso de té en la cara de Dagger. «¡Se escapa!» -gritó Alan mientras se frotaba los ojos con las manos.

V

«Ya he dado la orden de busca y captura a todos mis hombres» dijo Ballotti entrando en la comisaría donde estaban Dagger y Lance esperando. «Nosotros también vamos a buscarla» dijo Dagger cogiendo su chaqueta. «¡Hasta luego teniente¡¡Estamos en contacto! » saludó Dagger mientras se marchaba con su compañero.

«¡Sabía que escondía algo!» gritó Alan dando un manotazo al volante del coche. «Tranquilo. La cogeremos» dijo Blake ajustándose las gafas a la vez que miraba a través de la ventana viendo a un coche patrulla circular en sentido inverso al de ellos.

«Deja el arma en el suelo Geraldine» dijo Dagger apuntándole con su arma mientras Lance hacía lo propio desde un lateral y se escuchaban llegar coches patrullas haciendo sonar las sirenas.

«¡Me engañó! ¡Me engañó! ¡Hice justicia!» gritaba Yellow apuntando con una pistola al detective Dagger. «Ya nos lo contarás en comisaría. Ahora deja el arma en el suelo. Ya sabes como va esto». «Si. Lo sé» dijo ella mientras tenía los ojos rojos de tanto llorar. «Pues déjala y no te busques más problemas». «¡Suelte el arma de una vez Geraldine!» gritó Lance con firmeza. «¡No!» gritó ella disparando a Dagger mientras este caía con su cuerpo hacia atrás disparándole.

«Menos mal que tenías puesto el chaleco. Has vuelto a nacer» dijo Lance poniendo su mano sobre el hombro de su amigo el cual estaba siendo atendido por un médico. «Soy previsor» dijo Alan esbozando una sonrisa a la vez que guiñaba un ojo. «La mujer ha confesado todo. Se corrobora su versión detectives. Homicido panadero marine con venganza pasional». «¿Pero a Tom por qué lo mató?» «Porque estaba con David y no quería dejar testigos» dijo Dagger. «Eso es lo que pienso yo también» dijo el teniente marchándose. «Por lo visto lo de relación abierta sólo iba en un sentido» dijo Lance ajustándose las gafas.

VI

«¡Volvamos a casa compañero!» exclamó Alan alegre subiendo al coche. «Si» dijo Blake dando un suspiro. «¿Qué te pasa? Aprovecha que estás soltero para hacer cosas que antes no hacías». «¿Como por ejemplo…?» «Ganchillo o crucigramas». » Tu si que sabes como animar a un amigo». «Para eso estamos. No. En serio. Haz cosas que te gusten. Ahora estás libre». «Me parece que cuando llegue a casa me tumbaré en el sofá y haré una sesión de cine de películas chorras y gamberras, para desconectar». «Y con muchas palomitas». «¡Ya te digo!» «Es un buen plan». «¿Y tu qué? ¿Qué harás con Caroline?» «Haremos un cursillo de marines». «¡Pues avisa a Yellow!» dijo Lance mientras los dos empezaban a reír.

FÍN

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No es tan aburrida Escocia

22
«A mi me mola tu hermana desde que la conozco». «¿Qué estás diciendo Loch?» preguntó Blain sorprendido dejando el vaso en la mesa. «Que me mola tu hermana». «Desde que la conoces…». «Si». «Mi hermana…». «Si». «¿Estás de broma, no?» «Pues no» respondió Loch cogiendo su copa. «¿Qué pasa chicos?» dijo Bonny acercándose hasta ellos mientras jugaba con la cola de su pelo con sus manos. Loch miraba su sensual figura, con su escote, sus labios sonrosados sobresalientes y su mirada pícara con largas pestañas. «Nada, nada. Tonterías» contestó su hermano nervioso.

«¿Listos para la excursión?» preguntó Accalon llegando hasta ellos. Iba acompañado por su novia Clarine. «Hola a todos» dijo saludando sonriendo. «Hola Clarine. ¡Que bien que tu también vengas!» dijo Bonny. «Pues si estamos todos, vámonos» anunció Loch dando un último sorbo a su bebida.

Los cinco amigos caminaban con sus mochilas y sus botas camperas por un camino de un bosque en mitad de la noche. Ninguno era ningún experto en naturaleza ni en excursiones. Accalon era profesor de griego; Clarine, era veterinaria; Blain, matemático; Bonny, peluquera y Loch, empresario pero les gustaba salir juntos y hacer cosas nuevas. Y en eso estaban.

«Oye, Accalon – dijo Loch – ¿Sigue trabajando contigo esa profesora francesa?» «Si. ¿Por qué?» «Porque…» comenzó a decir Loch pero no acabó la frase al ver una sombra negra que cruzaba el camino desapareciendo entre los árboles. «¿Qué ocurre?» preguntó Accalon. «¿No lo has visto?» «¿El qué?» «¡La sombra negra que acaba de cruzar el camino!» «Ya estás inventando historias» dijo Bonny mientras mascaba un chicle con la boca. «¿Ya queréis inventaros historias para dar miedo?» preguntó Clarine poniendo sus manos en su cintura. «Seguramente era algún animal» apuntó Blain. «No era un animal. Era una figura de una persona» manifestó Loch en tono serio. «Sea lo que sea ya se ha ido. Continuemos la marcha» dijo Accalon ajustándose la mochila a la espalda.

«Tengo los brazos llenos de picaduras de mosquitos» dijo Bonny sentándose en un banco de piedra que había cerca de una mansión abandonada. «Échate un poco de agua» dijo Loch. «¿En los brazos?» «Si. Te aliviará». «Vale. Gracias». «De nada» dijo Loch esbozando una sonrisa. «¿Y a ti qué te pasa?» preguntó Accalon a Blain. «¿A mi? No me pasa nada». «Bueno. Esta debe ser la mansión que buscábanmos, ¿no?» preguntó Clarine mientras se quitaba la goma del pelo. «Eso es» dijo Accalon alegre. «Pues no le veo nada especial» dijo Bonny. «No hace falta. Sólo es un refugio para pasar la noche» dijo su hermano. «Entremos» dijo Loch animado.

El interior de la mansión iluminado por la luz de la luna llena estaba lleno de candelabros y muebles viejos. «Esta casa necesita una buena limpieza» dijo Bonny. «Pues ya sabes hermanita» dijo Blain. «Y tu conmigo». «Va a ser que no. La idea ha sido tuya». «Sabía que dirías eso». De pronto, un aire frío se extendió por la sala. «¡Qué frío de repente!» dijo Clarine dándose una friega con las manos en los brazos. «Eso es porque las ventanas están abiertas» dijo Accalon. «Pues las cerramos» terció Loch. Pero cuando iba a hacerlo escucharon una voz ronca que decía «¡Marchaos!». Todos se miraron atónitos. «¿Quién ha dicho eso?» se atrevió a preguntar Accalon. «¡Yo!» dijo la misma voz. «¿No estaba abandonada la casa?» preguntó Loch con ironía. «Vámonos de aquí cariño» dijo Clarine cogiéndose al brazo de Accalon con miedo. «¡Un fantasma! ¡Como mola!» exclamó Bonny feliz. Blain estaba pálido y petrificado. «Tranquilo. ¿No querías hacer cosas divertidas?» dijo Loch. «¿Quién eres? ¿Por qué no te muestras?» preguntó Accalon encendiendo una linterna. De súbito, los candelabros se encendieron. «¡Dios!» exclamó Blain ponien sus manos en su cabeza mientras le temblaban las piernas. «Esto se pone interesante. Ahora es cuando aparece el mayordomo» expresó Loch socarrón. Claire no decía nada. Sólo se abrazaba a Accalon buscando refugio. «Yo creo que hay alguien aquí pero no un fantasma» dijo con serenidad. «Eso pienso yo también» apuntó Loch. «Dinos como te llamas» dijo Bonny. «Me llamo Colin Berg. Soy investigador paranormal» manifestó un hombre de mediana edad con gafas y barba apareciendo ante ellos llevando una antorcha encendida. «¿Tu eres el de la voz de antes?»»No. Yo acabo de llegar. ¿La habéis oído también?» «Yo creo que tu has montado todo este tinglado» expresó Loch cruzándose de brazos. «Yo sólo investigo los fenómenos paranormales no los creo». «Si, claro» dijo Bonny. Blain se empezó a tranquilizar pero justo en en ese momento los cristales de dos ventanas se rompieron. «¡Aaaah!» gritó Clarine. «Parece que no soy yo» dijo Berg. «Eso parece» dijo Accalon. El resto de la noche no ocurrió nada pero nadie durmió.

Por la mañana, los cinco amigos abandonaron la mansión tras despedirse de Colin Berg. «Vaya nochecita» dijo Blain más relajado. «No ha estado mal» dijo Bonny risueña.

FÍN

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